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Coahuila

El milagro de la Navidad

Por Carlos Gutiérrez Montenegro

Hace 6 años

¿Sabe usted cuál es el verdadero milagro de la Navidad? Que salgamos vivos de ella y no nos matemos todos los unos a los otros. Porque seguramente sabe que en estos días navideños, incluida la Nochebuena, el ambiente emocional que se presenta es de alta intensidad y por desgracia no tiene que ver con la proclamada paz y unión entre toda la humanidad. Vaya, ni siquiera con la familia.

Y es que la fecha levanta muchas expectativas, unas de origen familiar; otras que siguen el camino de la tradición de las diferentes comunidades culturales y otras más cuyo origen es el sistema social que exige para mantenerse un continuo intercambio de dinero por objetos, en donde se debe desplazar la mercancía producida para poder generar ganancia y seguir manteniendo el ritmo de producción.

Por ello es que nuestra sociedad actual necesita de la Navidad, con toda su parafernalia de pinos navideños al pie de los cuales se ponen los regalos, de figuras mágicas como el Santa Claus ahora, antes los Reyes Magos, que se aseguran de dar los regalos extra a los niños y niñas que se portan bien, en un sentido bastante ambiguo del término.

Pero en las posadas también hay regalos en intercambio, además de los juegos del amigo secreto de las oficinas y total, que el aguinaldo es necesario para poder comprar regalos que no siempre van a ser bienvenidos por los afortunados que reciben el don (la palabra inglesa gift es más poderosa: don, regalo, obsequio, dádiva).

Pero lo que sería una manifestación física del simbolismo de la paz, queda muy lejos de cumplirse, porque en una sociedad de alto consumo, un regalo no representa la paz, sino el placer de poseer objetos que cubran algún tipo de satisfacción. Y como regalamos para obtener aprecio, para ser reconocidos, para agradar, para adular o para transmitir afecto, el objeto dado no siempre logra el efecto que buscamos y la decepción no tarda en aparecer, tanto en el receptor como en el oferente.

Una vez que la noche mágica, la Nochebuena se acerca, el ambiente se vuelve más denso, más exigente, porque no solamente se debió preparar la comida, la bebida, el confort: además el entorno que haría felices a los invitados, los cuales se concentrarán en usar las bebidas espirituosas para lograrlo.

Ya avanzando la celebración se despierta el deseo de volver a experimentar emociones y satisfacciones que ya no se realizarán, porque son retrotracciones de la infancia; el querer recuperar regalos o afectos que no se van a recibir, porque vienen de antiguos deseos insatisfechos que no se pudieron realizar; se recuerdan personas que no están presentes o que ya murieron y la nostalgia de una atmósfera de fiesta que ahora ya no se puede revivir.

Todo ello prepara para generar comportamientos disruptivos, explosiones que difícilmente se controlarán, generando conflictos que suelen arruinar las fiestas o que las llenan de nostalgia que pudiera incluso transformarse en depresión ligera.

El ambiente navideño se trata de conservar en el día de Navidad, ya con los recalentados, ya con la bebida que cura el dolor de cabeza, el cuerpo cortado por los excesos y los ojos inflamados por el sueño que no fue tan plácido por la intensidad de la noche de paz y amor que fue más bien de fiesta, sadomasoquista en muchos casos. No es casual que esa madrugada sea una de las fechas que más trabajo tienen los hospitales en urgencias.

Como sea, esa noche que debería ser el referente de la unión familiar, se convirtió en fracturas y conflictos que deben ser superados a lo largo de un año para que la siguiente Navidad pueda volver el ambiente de amor y paz, posiblemente con las mismas consecuencias, muy lejanas a la intención simbólica de los festejos de Navidad, pero muy humanas a final de cuentas.

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