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El mundo al revés

Por José Gpe. Martínez Valero

Hace 6 años

‘Ni la contradicción es indicio de falsedad, ni la falta de contradicción es indicio de verdad’. / Blaise Pascal, polímata francés

De niño jugaba juegos que ahora ya no se juegan, muchos de ellos de carácter mental y que de algún modo eran propiciados por mis padres, que a ratos, desesperados de la hiperactividad de los tres hijos que fuimos, nos obligaban a pensar sin permitir darnos cuenta de que eso hacían; y alguna vez, derivado de algún conflicto que se generó en uno de esos juegos, el de la letra, al ver que ninguno de los que estábamos jugando quería cambiar su postura, se me ocurrió la “genial idea” de dar la razón por turno. Es decir, para poder seguir jugando y permitir que quienes jugábamos permanecieran en el juego y estuvieran más o menos contentos, al momento en que les llegara su turno, podían poner nuevas reglas al juego sin ser cuestionados por el simple hecho de que le había llegado su turno de tener razón. Hasta ahí el juego todo bien, pero este se volvió un caos cuando a uno de los jugadores se le ocurrió poner las reglas del revés y decir que todo lo acordado se trocaba en lo contrario y que incluso, para ganar, había que perder y el ganador se convertía automáticamente en perdedor. ¡Aquello fue la locura! Pero gracias a lo divertido que resultó, ese juego se convirtió en un clásico entre los niños de mi cuadra, y después queríamos poner ambas reglas, la de dar la razón por turno y la de colocar las reglas de cada juego en sentido contrario de las mismas. Imagínense un juego de escondidas donde el ganador era al primero que encontraban y el perdedor, el que tenía que contar, le tocaba al último de los que encontraran; o imagínense un juego de beisbol callejero con pelota de esponja y teniendo como bases los postes de la luz y el teléfono a mitad de calle; donde lo importante no era anotar carreras, sino no anotarlas, y los que fildeaban hacían todo lo posible por que los bateadores anotaran, y en el que poncharse equivalía a ganar en automático la base.

Y no pude evitar acordarme de ambos juegos una vez resuelto el caso de la elección de gobernador y asumido el cargo por Miguel Ángel Riquelme Solís para preguntarme qué pasaría si de repente cambiáramos las cosas hasta el grado de ponerlas al revés de cómo ha venido siendo hasta ahora ¿Qué pasaría si él y quienes lo acompañen en su ejercicio de Gobierno se dedican a hacer exactamente lo contrario a lo que espera la ciudadanía de ellos? ¿Qué tal si, en vez guardar celosamente los datos y destinos del dinero de nuestra deuda, la transparentaran al grado que supiéramos TODOS a dónde fue finalmente este a parar? ¿Qué tal, si en vez de gastarse los chorros de dinero en promocionar lo que obligatoriamente deben hacer como gobierno, gastaran cero pesos en dicho rubro y lo dedicaran a hacer más obra y menos promoción de la misma? ¿No saldríamos ganando todos al final del día? Y, por otro lado, ¿qué cree usted que pasaría si a usted, mi sibarítico lector, si a cada ciudadano le dieran la oportunidad de tener la razón una vez en su vida, por más absurdo que resultara el motivo de su razón? ¿Qué haría con ese poder ilimitado? ¿A qué excesos llegaría o llegaríamos cada uno de nosotros? ¿O nos moderaríamos por el hecho de saber que cuando le toque tener la razón a otro, ese otro pudiera resultar más manchado que nosotros mismos en su propia razón, por absurda que resultara? ¿Y qué tal si ya están puestas las cosas del revés y quien ahora es gobernador salió perdiendo con su victoria y quienes le hicieron frente opositor resultaron ganadores por el hecho de haber perdido la contienda electoral? ¿Y qué pasaría si descubrimos que quienes parecieran estar en la parte más alta de la rueda de la fortuna de la vida en realidad están en la parte más baja y viceversa? ¿Y qué tal si buscamos que todos tengamos la razón por turno para que mi razón sea la razón de todos, de tal modo que al final de juego TODOS resultemos ganadores?

Y en ese recordar contradicciones no pude, dadas las fechas que se vienen, evitar acordarme del único que con su actuar en contradicción nos mostró que quizá ese es el camino. Del que estando tan alto, decidió bajar a la tierra, de quien siendo rey decidió nacer como el más pobre de los pobres al grado de no tener más que el calor de los animales con quien compartía su establo al momento de llegar al mundo; de aquel que siendo Dios se hizo hombre. De quien pudiendo tener el más alto de los egos, dejó de lado su divinidad haciéndose niño. De quien, pudiéndolo tener todo, no sólo convivió con los más cuestionables de su época: con los cobradores de impuestos, con los ladrones, con las mujeres públicas; y poniéndolos de ejemplo los redimió. ¿Qué tan capaces seríamos nosotros de en ese hacer exactamente lo contrario a lo que nos gusta, más que buscar el placer de lo que nos llena como sibaritas; volcarnos a los demás para satisfacer sus necesidades dejando de lado el egoísmo de nuestros propios placeres? ¿Qué tanto estamos en esa contradicción dispuestos a no serlo más y convertirnos en congruencia? ¿Qué tanto somos capaces de abandonarnos en quien tiene la razón de TODO, y dejando nuestras propias razones de lado, darle la razón a ÉL en todos los aspectos de nuestra vida? Intente un solo día actuar respecto a lo negativo que generalmente somos en sentido contrario a como lo hacemos cotidianamente y verá el número de rostros con cara de sorpresa que dejaremos sembrados en nuestro caminar. Inténtelo y verá que al final del día acabará con la cara más de satisfacción de que de tristeza, enojo o preocupación. Intente hacer las cosas del revés y por un solo día darle la razón a quienes casi siempre esta le es negada y descubrirá que al final los resultados seguro serán no sólo distintos, sino mejores.

El domingo pasado se cumplió exactamente un año de que mi vida cambió en muchos sentidos, ha sido un camino difícil y creo que todavía faltan tramos bastante complicados; procuraré disfrutar mientras tanto del viaje. A los que me han procurado su cariño en este duro andar simplemente ¡GRACIAS!…

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