El 25 de noviembre de 1961, en el interior de un vehículo arrojado a una barranca, aparecieron destrozados los cuerpos de las hermanas Minerva, Patricia y María Teresa Mirabal, en la localidad de Salcedo, al noreste de República Dominicana. Horas antes las víctimas, militantes activas contra el dictador Trujillo, habían sido levantadas y asesinadas por esbirros enviados por aquel mandatario, luego de ser golpeadas hasta morir las metieron dentro del automóvil para simular un accidente.

A partir de aquellos hechos, cada 25 de noviembre –desde 1981- se conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en memoria a las hermanas Mirabal. En México, desde hace años, van y vienen conmemoraciones, discursos, decretos y promesas, pero la violencia y discriminación contra la mujer siguen en alarmante aumento ante la indiferencia y apatía ocasionado por el arraigado machismo.

Se ha vuelto costumbre escuchar “tú tienes la culpa por vestirte así”, “calladita te ves más bonita”, frases típicas del machismo que de la violencia psicológica pasa a la frase agresiva, a la patrimonial, discriminatoria, a los golpes, a la violación y hasta el homicidio. Y lo que es peor, la gran mayoría de las víctimas lo toleran, callan y ocultan.

En diciembre pasado en Monclova un conocido empresario local y exdiputado fue acusado de golpear a su esposa, se le puso un brazalete electrónico con las medidas cautelares incluyendo la prohibición de salir de la región centro. Sin embargo le valió y se fue en vuelo privado a la pelea del Canelo Álvarez en Las Vegas y desde allá presumió sus fotos en Facebook; a su regreso fue reprehendido y enviado al Cereso de Saltillo. Pocas semanas después salió libre y decenas de personajes locales lo felicitaron por recuperar su libertad mientras que ninguna voz se alzó para reprobar la violencia contra su esposa.

La última encuesta nacional del INEGI sobre violencia familiar -presentada en agosto pasado- señala que en México el 70 por ciento (50.5 millones) de las mujeres de 15 años y más ha experimentado al menos una situación de violencia a lo largo de su vida; 51 por ciento ha sufrido violencia psicológica; 49 por ciento violencia sexual; 34 por ciento violencia física, y el 27 por ciento violencia económica, patrimonial y/o discriminación. Llama la atención que la prevalencia de violencia en Coahuila contra las mujeres de 15 años y más es de 72.3 por ciento, por arriba de la media nacional. Coahuila está dentro de los cinco estados con mayor violencia contra las mujeres.

En 2017, en Torreón, el colectivo Red de Mujeres de La Laguna solicitó una Alerta de Género ante los feminicidios. El gobierno estatal, para evitarla, se comprometió a cumplir con 10 puntos de los cuales mal cumplió seis. La actitud gubernamental no ha podido ni sabido disminuir los feminicidios ni la violencia familiar: En 2017 se registraron en Coahuila 9 feminicidios y en 2021 se duplicaron al llegar a 22, y en el presente año ya van 20. Por su parte, las denuncias por violencia familiar también aumentaron al pasar de 9,281 en 2020 a 10,244 en 2021.

En un reportaje elaborado en marzo pasado por la red de periodistas Border Hub, señala que en Coahuila de 82 casos de feminicidio solo 52 cuentan con sentencia, mientras que por violencia familiar, del periodo de 2018 a 2021, se registraron 41,491 denuncias de las cuales tan solo 215 obtuvieron sentencias. Por lo que se refiere al delito de violación, de 1,431 carpetas de investigación, solo 316 alcanzaron sentencias.

Cabe recordar que de los delitos cometidos solo una mínima cantidad son denunciados, sin mencionar la revictimización de las víctimas “atendidas” por la ineficiente burocracia judicial.

Tristemente Coahuila ocupa los primeros lugares de violencia contra la mujer y el próximo día 25, al conmemorarse el día de Eliminación de la Violencia contra la Mujer, seguramente habrá eventos y verborrea aunque los hechos los desmientan.

La propaganda oficial presume y utiliza como bandera electoral el combate a la inseguridad pero no ha podido contener la violencia contra las mujeres que cada año aumenta.

Con toda certeza en las campañas políticas, que ya iniciaron, la incontinencia verbal de los candidatos y sus partidos -todos- prometerán hasta lo imposible mientras que ser mujer seguirá siendo un pecado.