Llegó para Rubén Moreira el temible séptimo año, el de todas las interrogantes de su actuar, se abrirá la caja de pandora y él no tendrá la fuerza y menos la gente a su disposición para esfumarlas, pues sus argumentos que antes eran respaldados y validados por los cortesanos, ahora para donde voltee ya no encontrará las caras que antes veía por todos lados.
Qué crueldad, pero cada hombre que le toca mandar en la política al final de su tiempo sufre el desdén.
¿Cuál es el balance de su trabajo como jefe del Ejecutivo, es el banquillo del acusado donde se revisará el haber, el deber y el saldo ya sea en números negros o rojos? El pueblo lo dirá.
La lista de las acciones emprendidas fue extensa, y la de los pendientes ¿de qué tamaño es? ¿Cumplió con lo que se comprometió? ¿Se cumplió con lo estipulado en el Plan Estatal de Desarrollo?
Sabemos que las necesidades son muchas y el dinero exiguo. Sin embargo, también existen otros tipos de insuficiencias que no se solucionan con dinero, al contrario se prescinde de él, pero eso sólo se da cuando se tiene voluntad, como, por ejemplo, respetar los derechos humanos, ofrecer relaciones respetuosas para los que no piensan como uno sin necesidad de emplear la fuerza bruta para callarlos, la fuerza de la sinrazón descartándolos de manera pueril.
Esos tiempos de barbarie deben ser desechados definitivamente, pues esas sociedades primitivas existieron hace muchos años, no son de esta época. Tal vez quien las practique sí es de ese tiempo.
En fin, sin apasionamientos evaluemos la encomienda del que se va y emitamos nuestro punto de vista con madurez, pero sobre todo con objetividad y con justicia, no tratemos de convertir nuestro pueblo en una Fuenteovejuna que se deshizo del comendador.
Se lo digo EN SERIO.
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