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Fortalezcamos nuestro compromiso ambiental

Por Silvia Guadalupe Garza Galván

Hace 6 años

En fechas recientes, el territorio de Coahuila se ha visto afectado por diversos frentes fríos, los cuales han provocado temperaturas glaciales y caída de nieve en numerosas localidades, entre ellas Monclova, Piedras Negras y Saltillo. Este descenso de temperaturas ha traído graves consecuencias en el bienestar de los grupos más vulnerables de la sociedad, particularmente aquellos bajo extrema pobreza y las personas migrantes.

Si bien se han habilitado albergues y proveído de apoyo a estos grupos, es claro que más allá de las acciones urgentes e inmediatas, debemos fortalecer nuestras estrategias de mediano y largo plazo para adaptarnos a un clima cambiante.

Es evidente que no existe una relación directa entre los frentes fríos y el cambio climático, pero las variaciones extremas en el clima sí pueden indicarnos una tendencia que debe motivarnos a la acción individual y colectiva. Esta tarea no es responsabilidad exclusiva del Gobierno federal, sino que todos y cada uno podemos y debemos contribuir en la lucha contra el cambio climático.

Durante mi participación en la Vigésimo Tercera Conferencia de las Partes (COP 23) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Bonn, Alemania, en noviembre de 2017, constaté que diversos actores han decidido sumar esfuerzos en las labores de mitigación y adaptación, incluyendo miembros de la sociedad civil, la academia, el sector privado y los gobiernos locales.

También en el marco de la Organización de las Naciones Unidas, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible ha impulsado a través de su Objetivo 17 la creación de alianzas entre gobiernos y actores no gubernamentales con el fin de avanzar en las metas sociales y ambientales establecidas a nivel global. Estas alianzas buscan incrementar la cooperación entre actores clave e impulsar la participación de los individuos en temas de interés global.

En ocasiones, por comodidad o indiferencia, no pensamos en el impacto que nuestro estilo de vida tiene sobre el medio ambiente. Sin embargo, la producción y consumo de los bienes que utilizamos todos los días genera desechos sólidos, líquidos residuales y gases de efecto invernadero, los cuales se acumulan en el suelo, aguas y atmósfera con efectos nocivos sobre los ecosistemas y la salud humana.

¿Qué futuro le espera al planeta y a nuestros hijos e hijas? ¿Cómo podemos vivir hoy a expensas de degradar los recursos naturales que ya no estarán disponibles para las generaciones futuras? Somos tal vez la última generación que puede actuar de manera decidida para revertir esta situación insostenible. Tenemos una enorme responsabilidad en nuestras manos.

Ejemplo de ello es que, según datos de la organización Global Footprint Network, el 2 de agosto de 2017 la humanidad consumió en su totalidad el presupuesto natural de todo el año, lo cual se conoce como Día del Agotamiento de la Tierra (Earth Overshoot Day). Esto significa que en esa fecha la demanda de recursos naturales de la humanidad excedió la capacidad que la Tierra tiene de regenerarlos dentro de un año entero. En otras palabras, la humanidad está usando los recursos 1.7 veces más rápido de lo que los ecosistemas del planeta puede regenerarlos.

Asimismo, en la encíclica Laudato Si, el papa Francisco plantea aspectos de carácter universal que se encuentran en el centro del debate en materia de ecología y sus respectivos costos sociales: “Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. (…) Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirirse ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas, forzándolas a considerar el impacto ambiental y los patrones de producción. Es un hecho que, cuando los hábitos de la sociedad afectan el rédito de las empresas, estas se ven presionadas a producir de otra manera. Ello nos recuerda la responsabilidad social de los consumidores. Comprar es siempre un acto moral y no sólo económico. Por eso, hoy el tema del deterioro ambiental cuestiona los comportamientos de cada uno de nosotros”.

Hago un llamado a que, en el marco de la reflexión propia de estas fechas, también examinemos nuestro compromiso con el medio ambiente, el consumo responsable de los recursos naturales y la lucha frontal contra el cambio climático.

Nos leemos la próxima semana.

¡Muchas gracias!

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