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Coahuila

Franco Zeffirelli

Por Joel Almaguer

Hace 11 meses

Uno de los primeros encuentros con la obra de Zeffirelli fue su maravillosa adaptación cinematográfica de Romeo y Julieta, filmada en 1968. Los vestuarios perfectos y evocativos; la música tan melancólica, ya recordamos de pronto el conocido tema escrito por Nino Rota; la fidelidad al texto de Shakespeare, que nos guía con su ritmo sólido en belleza; las actuaciones de los personajes principales y sobre todo de Leonard Whiting y desde luego Olivia Hussey cuya belleza renacentista es una viva revelación virginal.

Luego de esta película que he visto una y otra vez, conocí que el genio director de este film era también productor de cine y me di a la tarea de conocerlo. Maria Callas, Tito Gobbi fueron las estrellas que participaron en la producción de Zeffirelli de Tosca para la Royal Opera House, pero no brillarían solos sino en el universo de la mente de Zeffirelli que supo crear el mundo de la ópera de Puccini con tal precisión y sensibilidad que los años han pasado y Zeffirelli se afirma como el más grande productor y diseñador de ópera.

En todo caso el más ambicioso. Ss puestas en escena no escatiman en nada. Los detalles más mínimos cuentan para que la historia, sea cual sea, se crea, se viva, se goce. Es un deleite siempre admirar la perfección y gusto con que sus puestas en escena se llevan a cabo. Pues bien, luego de años de saber de la obra de este gran personaje, tuve la oportunidad de asistir a dos representaciones históricas: La Bohème y Turandot. Ambas óperas de Giacomo Puccini que Zeffirelli representa en escenario de manera minuciosa y perfecta.

Una, asombrosamente en el ambiente de un París invernal y de calles y edificios apretados en el barrio latino de la capital francesa. Laberintos, calles, tabernas, todo creado para dar placer a quien observa y para quien interpreta entre esos escenarios. La segunda, Turandot, es imponente. Observar los detalles y majestuosidad de todo lo que aparece en escenario es apabullante. Uno se siente engullido por la arquitectura colmada de oro, de dragones y leones en columnas inmensas. Los vestuarios de la más fina confección son auténticas piezas de arte. Y todo esto para que la obra de Puccini viva plena, donde la música y las voces se sientan en el mundo que fueron concebidas. Una y mil veces vale la pena vivir la experiencia.

Ahora, que el recuerdo está en mi mente, atesoro tal privilegio.

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