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Coahuila

La ceremonia del grito

Por Otto Schober

Hace 3 años

De “Los mitos del Grito” de Alejandro Rosas, entresacamos que la primera conmemoración que se realizó en nuestro país del llamado “Grito” de independencia, lo dirigió Ignacio López Rayón en Huichapan, estado de Hidalgo, en septiembre de 1812. Un año después, José María Morelos propuso la celebración del día 16 de septiembre para recordar el “grito” de Dolores y ya consumada la independencia, se declaró día de fiesta nacional el 27 de noviembre de 1823, donde el pueblo lo identificaba como el día del “Grito”. Dos años después, el presidente Guadalupe Victoria celebró de manera oficial la primera ceremonia y desde entonces, esto ha sido una ceremonia tradicional hasta nuestros días de manera consecutiva, excepción de 1947, en que no se celebró en la ciudad de México por la ocupación norteamericana.

En un principio, la celebración tenía como escenario la Alameda de la capital del país, donde la ciudadanía adornaba las calles y los balcones. El día 15 por la noche se ejecutaba una serenata en el hoy Zócalo de la Ciudad de México y al día siguiente las campanas de la catedral se escuchaban, al igual que las salvas de la artillería, culminando con una parada cívica. Pronto se hizo una costumbre que las campanas repiquetearan a las 11 de la noche del día 15, junto con las salvas de la artillería y las bandas de música que recorrían las calles, pero los fuegos artificiales, hasta el 16 por la noche. En estos primeros años no se acostumbraron las arengas patrióticas, pero sí las funciones de teatro. Maximiliano de Habsburgo fue el primer gobernante en arengar desde un balcón para recordar los inicios de la guerra de independencia un 15 de septiembre a las 11 de la noche.

Porfirio Díaz continuó con esta tradición, presidiendo la ceremonia desde el 15 por la noche, día que coincidía con su onomástico, retiró el discurso, pero no la arenga, que era breve y lo realizaba desde el balcón central del Palacio Nacional, al término del mismo, el pueblo participaba activamente en una verbena popular en la plaza mayor. En 1896 se trasladó la campana desde la iglesia de Dolores y colocada en el frente del Palacio, donde durante la arenga, tocaba la campana emulando a Miguel Hidalgo. Durante la celebración del centenario del inicio de la guerra de independencia se efectuaron diversos eventos, la historia recuerda a Porfirio Díaz gritar desde el balcón: “Mexicanos: ¡Viva la República!, ¡viva la libertad!, ¡viva la independencia!, ¡vivan los héroes de la patria! y ¡viva el pueblo mexicano!, pero al jalar la cuerda para hacer sonar la campana, esto no fue posible, porque algunos partidarios de Francisco Ygnacio Madero González (Con Y, como aparece en su acta de bautismo), que en ese momento estaba preso, cubrieron el badajo con trapos y la campana se mantuvo en silencio, que no duró mucho, porque rápidamente fue descubierto el badajo y se logró que se escuchara la campana.

La ceremonia no ha cambiado mucho, quizás los términos de la arenga según el gobernante en turno, pero la celebración se ha convertido en tradición imprescindible que fortalece nuestro patriotismo y el orgullo de ser mexicanos. (“Los Mitos del Grito” de Alejandro Rosas)

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