Cada 26 de junio, se recuerda la fatigosa cabalgata de un grupo de ramosarizpenses al mando de Crescencio Farías, que salieron de Santo Domingo para fundar la ciudad de Sabinas en la ahora llamada Región Carbonífera de Coahuila.

La historia original nos remonta al 30 de octubre de 1878, cuando el coronel Farías solicitó ante el Gobierno del Estado de Coahuila, un espacio para la cría de ganado mayor y el aprovechamiento del río Sabinas. En diciembre del mismo año recibió la aprobación. Tuvieron que pasar cinco años hasta que por fin en 1883 se emprendió la penosa marcha. Los futuros primeros colonizadores de Sabinas salieron de Santo Domingo en carretas y caballos, en una travesía de más de 300 kilómetros en medio de arroyos, cañadas y barrancos, terreno sinuoso (accidentado) que obligó a los futuros colonizadores a hacer varias paradas para descansar y retomar fuerzas para proseguir.

Fueron varias etapas en que se dividió el trayecto del sureste del estado a la Región Carbonífera, pasando por Paredón, Espinazo, El Marqués, Monclova,  Hermanas, Pirineos, para llegar a la ribera del río Sabinas el 29 de junio de 1883, donde se inicia la fundación de la ciudad de Sabinas. En 1992, ocho sabinenses decidieron seguir la ruta de aquellos colonizadores, para lo cual ocuparon siete días en un recorrido de alrededor de 320 km, lo que se ha convertido en tradición, con la participación de cientos de jinetes de varias comunidades.

El recorrido se inicia al amanecer en la comunidad de Santo Domingo, en el municipio de Ramos Arizpe.

Son contratados algunos actores para mayor lucimiento del evento. El origen del nombre de Sabinas lo dan precisamente los sabinos que los primeros colonizadores encontraron en las riberas del río que ahora lleva ese nombre, y que es símbolo innegable de la ciudad. Ahí precisamente los jinetes asisten a una misa para agradecer a Dios por haber salvado todos los escollos del camino y llegar sanos y salvos al histórico lugar. En un escenario especial se realiza una misa de acción de gracias y se guarda el último campamento de los cabalgantes.

Hay una ceremonia que enmarca la sobriedad de la travesía, una joven a quien ese día se le impone el nombre de Sabina, que luce un listón sobre el pecho con la palabra Sabinas y posa su mirada sobre el río, como parte de la recordación de la fundación.