Me acuso de haber atosigado a Olivia cuando estábamos en la primaria. Soy culpable, también por perder la mochila de María de Jesús, además, reconozco que fui atora de violencia escolar en contra de mi compañera Marian, de la maestría.
Sin lanzar piedra ninguna, por lo menos así, tan a priori, le invito a reflexionar a cuántas Olivias, Marías y Marianas violentó usted a lo largo de su vida escolar. A botepronto, la mayoría se dirá libre de tal pecado, pero la lista de agresiones escolares ha crecido de tal manera que abarca, seguramente, alguno de sus actos hechos en el pasado.
A Olivia le decíamos, en coro, “güera güerinche”. Durante los seis años en la escuela primaria, no me pasó por la cabeza que eso le pudiera molestar, pues yo pensaba que ser rubia era suficiente para andar por la vida con la ligereza de una modelo que toma como halago cualquier alusión a su blonda característica.
Lo de María de Jesús fue una confusión: Yo cuidaba su mochila, ella se fue no sé a dónde, yo quise hacerle una broma y me escondí. A ambas se nos desapareció el objeto en un abrir y cerrar de ojos.
Mariana sí fue un objetivo: A cambio de que yo no le hiciera preguntas en su exposición final, debió ir a la tienda más cercana para traer un paquete de galletas Emperador sabor limón. No conforme con ello, casi para terminar la sesión de preguntas, yo levanté la mano y ella se puso pálida, más allá de la transparencia. Enseguida dije que me habían gustado muchos sus gráficas. Ella se desvaneció.
Al parecer, la frontera entre la violencia escolar y las relaciones humanas básicas no está claramente establecida. Lo cotidiano en la escuela pasada ahora se convirtió en agresión y riesgo; cambiar los nombres a los actos rutinarios nos está llevando bastante tiempo.
Hace un par de años la directora de una secundaria privada me dijo: La violencia entre los estudiantes siempre ha existido, pero era un asunto que se resolvía entre los mismos jóvenes. No tomaré postura al respecto, sin embargo, me parece que la intervención de tantas instancias en el tema del bullying colabora bastante en exacerbarlo, porque ha puesto la rutina como producto del mercado negro.
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