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Meade, la verdad engaña

Por Ricardo Alemán

Hace 6 años

Primero una aclaración.

El Itinerario Político publicado ayer en este espacio –titulado “Meade, el candidato del PRI”–, es el mismo que se publicó el pasado 12 de octubre.

La idea de rescatar de manera íntegra un texto que vio la luz hace dos meses, fue mostrar que, a pesar del “destape adelantado” de Luis Videgaray y del supuesto “despiste” de “todos” –que argumentó el Presidente–, lo cierto es que siempre tuvieron razón todos quienes defendieron (defendimos) la tesis de que en el caso Meade, Peña Nieto engañó con la verdad.

Es decir, que desde el momento que en la casa presidencial se decidió jugar la carta de modificar los estatutos del PRI para incluir a un externo –sin militancia en el PRI–, como candidato presidencial, el propio Presidente sabía que el elegido sería el cuatro veces secretario de Estado.

También quedó claro que cuando Videgaray adelantó “el destape” de Meade, en realidad le arrebató la iniciativa al Presidente, lo que pudo haber costado la nominación del hoy exsecretario de Hacienda.

Acaso por ello, el potencial “hombre fuerte” de Meade –y posible jefe de campaña–, podría ser Aurelio Nuño, quien estaría alejado de Videgaray.

Pero si existían dudas de que el destino de Meade –como candidato presidencial del PRI–, estaba decidido con anterioridad, el puntero de la contienda las disipó.

Y es que la mañana del pasado domingo, Miguel Osorio reveló a sus colaboradores que no buscaría la candidatura presidencial del PRI, a pesar de que por casi cinco años fue el puntero en todas las encuestas.

Osorio entendió que no era el elegido para el proyecto de sucesión presidencial que diseñaron el PRI y Los Pinos, en donde jugaron con una baraja que no incluyó –como centro de gravedad– la popularidad de las encuestas.

Y es que con la candidatura de Meade, el PRI juega con un aspirante no priista, que no es militante y que, por tanto, no cargará con el “sambenito” de los lastres del tricolor.

La idea es que Meade se convierta en un candidato limpio, transparente, al que no le cuestionen el pasado priista, que haya trabajado en gobiernos panistas y, sobre todo, que sea visto como ciudadano. Y si Meade construye una candidatura con inteligencia, talento y talantre, puede arrebatarle muchos votos al PAN, a los independientes y a los ciudadanos que rechazan a los partidos. Esa es la apuesta del PRI con Meade.

Pero si bien era secreto a voces que Meade sería “el elegido”, también es cierto que la decisión nunca fue una sorpresa para los otros aspirantes.

Por ejemplo, en un reciente encuentro con un reducido grupo de sus más cercanos colaboradores, Miguel Osorio les dijo de manera clara y contundente –hace no más de dos semanas–, que no sería “el bueno” y que los momios favorecían a Meade. Eso lo habría repetido la mañana del pasado domingo, con todos sus colaboradores.

Y es que si bien trabajó políticamente para conseguir la candidatura presidencial, también es cierto que Miguel Osorio no estaba obsesionado con esa posibilidad. Más aún, a todo el que le preguntó sobre su exclusión, le dijo que es un político institucional y que nunca ha pensado en ser un obstáculo para el PRI y menos para el candidato de su partido. Es decir, no provocará ni división ni divorcio en el PRI, porque es un político profesional.

A su vez, también pudimos confirmar que hace un par de meses, Eruviel Ávila se bajó de la contienda en una reunión de trabajo con el presidente Peña Nieto. Según la versión, el exgobernador mexiquense entendió que la decisión avanzaba en dirección nada favorable a su interés político y, por ello, se le adelantó y le comunicó al Presidente que se retiraba de la contienda.

Por otro lado, y contra lo que muchos suponían, el PRI también abrió la puerta al regreso de lo más cuestionable de sus prácticas electorales, el viejo dedazo. Y es que perdió la oportunidad de dar una lección democrática cuando en todos los partidos se vive el “reino del dedo”.

El grosero dedo se ha impuesto en Morena, en el Frente Amplio, en el PAN de Ricardo Anaya y en el PRD de Alejandra Barrales; el dedo manda en el PT de Alberto Anaya y en Movimiento Ciudadano de Dante Delgado…

¿Por qué el PRI no abrió una competencia entre sus pretendientes, con campañas por todo el país y con una convención de delegados?

Lo cierto es que los tiempos rebasaron los intentos democráticos del PRI; las presiones internas, externas e internacionales hacían imposible contener por más tiempo el destape y, por eso, el PRI recurrió al viejo método; el método del dedazo, que todos han copiado de manera cómoda.

¿Quién, en su sano juicio, aventará la primera piedra del dedazo del PRI?

Al tiempo.

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