La periodista Blanca Esthela Treviño de Jáuregui, que conocía muy bien a monseñor José Jáuregui, por ser esposa del Lic. Mario Jáuregui, sobrino del eclesiástico, lo describía. “Como todos los genios, oscilaba entre lo divino y lo humano: En sus cursos de introducción a la teología y filosofía para adolescentes, después de elaborar un punto clave nos deleitaba con un cuento o un chiste”.
Era dueño de una admirable elocuencia y un profundo conocimiento de la condición humana. Su enorme creatividad le permitía comunicar la profundidad de la palabra a niños, a jóvenes y a mayores. Dotado de extraordinaria inteligencia y sonora voz, sus sermones hicieron época tanto por su exposición como por su fuerte contenido. La variación de estímulos verbales y no verbales en el púlpito -antes de la utilización de equipos electrónicos en los templos-, tocaba las fibras profundas de la mente y del corazón.
Llegaba ahí donde se forjan los ideales, los sueños y el compromiso a trabajar por un mundo mejor. Creó la Acción Católica, la sección infantil, el catecismo, preparó catequistas que acudían para dar a conocer el contenido de la Biblia a las colonias”. “Ofrecía consuelo y ayuda a sus feligreses de una manera peculiar: Prestaba oídos sin enjuiciar las debilidades humanas.
Era un hombre estricto y a la vez compasivo. En ocasiones el acostumbrado coscorrón, una amonestación y un ¡Qué bárbaro!, acompañado de su inimitable risa eran suficientes para arrancar a las personas de las garras del sufrimiento y de la culpa. En otras analizaba la situación a profundidad y rescataba a la persona de la maraña de las formas y la ponía en presencia del contenido.
No se doctoró en diplomacia: era franco, llamaba a las cosas por su nombre. No era persona de dobleces ni vacilaba en encarar a la gente con su responsabilidad”. “Tal vez hubiera podido ser obispo, pero era hombre de contenido y a veces descuidaba las formas”. Con el paso de los años tuvo vicarios que le apoyaron en su labor evangelizadora, ya que la ciudad presentaba un gran crecimiento y él no se daba abasto para atender a sus feligreses de la ciudad.
Fue incansable, siempre servicial y lo demostró hasta el final de su vida, cuando enfermó, se dedicaba a la venta de pajaritos para reunir fondos para la compra del reloj de las torres. Llegó solo al hospital y su agonía fue corta, falleció víctima de una insuficiencia cardiaca, el 27 de julio de 1973, vistiendo de luto a la grey católica de Piedras Negras, que no sólo perdieron a su estimadísimo monseñor, sino a un gran amigo. Fue sepultado en el panteón Santo Cristo, en una capilla especialmente construida para él.
En julio de 2013, el Consejo para la Investigación, Conservación y promoción de la Historia, la Cultura y las Tradiciones de Piedras Negras, propuso nombres para las calles del área conocida como Sector Seminario, donde se ubica esta institución y la calle que lleva a este lugar se propuso se llame Monseñor José Jáuregui, lo que fue aprobado. Su legado espiritual esta a la vista y el material, forma ya parte del patrimonio cultural y espiritual de la ciudad.
De su obra material aún no nos pasan la factura y cuando esto suceda, no tenemos con que pagarla, ni con el recuerdo. (Archivos del Santuario de Guadalupe y de Blanca Esthela Treviño de Jáuregui)
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