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» Provocaciones Fútiles

Por Rafael Loret de Mola

Hace 6 años

No es que me lleguen las provocaciones; más bien es preocupante la estrategia de los operadores del marketing de las campañas –nunca cernidos a los límites sino burladores permanentes de la ley, interpretándola como les viene en gana mientras el INE busca por donde aplicar multas rastreras-, en el sentido de ahogar a los comunicadores con mensajes insidiosos, amenazas y, sobre todo, una inquina poca veces vista sin más objetivo que justificar hasta los traspiés de sus iconos y jefes. Los incondicionales son la peor plaga de la democracia.

Hace unos días, me atreví a deslizar una crítica sobre la entrevista televisiva a Andrés Manuel. Dije, sí, que peña no era el único que tartamudeaba y dejaba exhibir sus lagunas mentales. Recuerden que en este mismo espacio he analizado un fenómeno singular: En nuestro país, los mayores antagonistas acaban pareciéndose el uno con el otro por una especie de admiración íntima o por ósmosis. Pero sucede.

Como reacción, los incondicionales de Andrés consideraron una ofensa enorme plantear lo anterior, alegaron que era ofensivo, e incluso contrario a los derechos humanos, exhibir la mala dicción del tabasqueño y su lento hablar, “comiéndose” en silencios los minutos de televisión concedidos a él –un hecho poco frecuente y rescatado por la importancia de un liderazgo que aglutina a entre doce y quince millones de compatriotas-, y evadiéndose de cuestiones comprometedoras como, por ejemplo, su percepción sobre las locuras de Donald Trump, el “pato”, a la Casa Blanca.

Adujeron que era por la edad, la enfermedad, los modismos tabasqueños –conozco a varios políticos de esas tierras del “edén” y no caen en una acentuación tan pronunciada por sus orígenes-, y porque es característica en él ir despacio porque “tiene prisa”. Me reí, varias veces, de estos razonamientos fútiles derivados de una seducción política consumada y no de la objetividad necesaria para juzgar y definir si el liderazgo respectivo es el que los mexicanos necesitamos.

La realidad es que, por desgracia, el tiempo no pasa en balde y menos cuando se ha abusado tanto de la fuerza física en incontables meses pasando las penurias de millones de compatriotas marginados de las acciones sociales. Esto lo entiendo. No obstante, reconocer que el infarto sufrido por él, pudo costarle la vida de no haberse dado en la Ciudad de México, y aceptar que los médicos lo mantienen en tratamiento –no puede ser otro que el cuidado de la dieta, el descanso y la lenta recuperación-, es tanto como contar que no puede regresar a las épocas en las que el cien por ciento de sus emociones, traducidas en apariciones fulgurantes, eran dedicadas a provocar reacciones incendiarias en una población ahíta de demagogos. Y tal es, quiérase o no, una severa limitante.

Por las Alcobas

Por supuesto hay otras enfermedades dentro de la clase política más degradantes, las mentales por ejemplo, como la ambición de Margarita Zavala, quien jamás podrá desprenderse del origen de la tragedia en la Guardería ABC de Hermosillo, el 14 de junio de 2009 –ocho años nada más de distancia y la amnesia comienza a ser factor determinante para separar a la señora de sus complicidades con Altagracia Zavala, su prima, concesionaria de esta y otras estancias para niños-, que es más consecuencia de su dolor como mujer por las afrentas, físicas y psicológicas, en Los Pinos –entre 2006 y 2012-, a manos de su violento consorte, que de un deseo por servir al colectivo. Este es un hecho incontrovertible.

Otros, por allá, hubieran querido ver en la boleta el nombre de Rafael Moreno Valle y se disgustan cuando hablamos de sus pecados, entre ellos la “ley bala” por la cual fue asesinado el menor tzotzil José Luis Tehuatlie con tiros de salva, y la manifiesta prepotencia del personaje quien solo se transporta en helicóptero por temor a ser interceptado en las carreteras. Pese a ello se alega que sería un aspirante situado en la línea media porque ha sido priísta y es panista, y ninguno de los dirigentes de este partido saldría mal parado. Sería, nada más, como institucionalizar la farsa de la pluralidad en la época de la partidocracia.

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