TRUMP, EL MILITAR
Uno de tantos mitos de los globalistas en EU es que Trump es “prisionero” de los generales que ocupan las principales carteras de su Gabinete, pues don Donald no tiene la menor experiencia para habérselas con esa clase de mentalidad. Mmmm, no creo que esa versión sea muy exacta. Trump pasó su adolescencia justo en ese ambiente (New York Military Academy), de los 13 a los 17 años (1959-1963), cuando era un muchachito revoltoso a quien su padre decidió infundir ciertos valores característicos de dicho ámbito (disciplina, orden, patriotismo, jerarquía, honor, etc.). Esa formación, asegura el propio Trump, lo califica para ser hoy comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de su país. Gracias a esa escuela, dice él, hoy tiene “más entrenamiento militar que muchos tipos que pasaron años en el Ejército”. Sobre su etapa previa a esa confiesa: “Cuando entré en la adolescencia yo no estaba interesado más que en hacer travesuras “(o armar desmadres, como dirían los maestros más rigurosos)”. “Me gustaba agitar las cosas y someter a pruebas a la gente.” O sea, una índole, un temperamento y una formación que lo prepararon bien para los roles de empresario agresivo, luego showman televisivo provocador, y por fin el mucho más exigente y delicado rol de jugador clave en las grandes ligas de la geopolítica mundial, en un momento particularmente complicado de la historia humana.
GULP
Antes de destapar a Meade, Peña Nieto advirtió al grillerío: “No se despisten”, dijo. Y eso evocó a muchos la frase célebre del presidente Carlos Salinas en las mismitas circunstancias, pero en 1994, después de destapar a su candidato: “No se hagan bolas”.
Como todos recuerdan, le siguió una tempestad política y económica (pues el presidente Salinas fue clara y escandalosamente arrasado en toda la línea por los poderes globales secundados por los quintacolumnistas locales) y hoy no faltan pelitos en las nucas erizados tras la declaración de Peña. ¿Se repetirá la historia?
Esos poderes son hoy más grandes, abiertos y violentos que hace 23 años, y recordemos que ningún presidente (NINGUNO) de ningun país o bloque de países (tipo UE) o apéndice would-be separatista (tipo Cataluña), se manda solo ni responde solamente (ni siquiera principalmente) a los intereses de su país-pueblo-economía. Hoy menos que nunca.
Una crucial diferencia hoy sobre 1993 es que resulta obvio que todos los actores nacionales en este sainete (Peña, Meade, Peje, Margarita, Mancera, Anaya, Valle, etc.) entienden este entorno y estas limitaciones y condiciones con absoluta claridad. Esta es una ventaja porque pareciera que, hace 23 años, a Salinas no le caía aún el 20 y creyó que él podía decidir con autarquía sobre el siguiente ocupante de esa posición (o sobreestimó su fuerza vía Bush, no sé). Los actores de hoy ya saben (y entienden y aceptan) que ciertos hilitos los manejan desde afuera manos ignotas. Parafraseando a Spota y a Echeverría: las “palabras mayores” ya no se pronuncian desde Los Pinos.
INMINENTE DEVALUACIÓN DEL PESO
Me manda “El Erny” esta advertencia: “¡Aguas! Se viene un tremendo desequilibrio de peso en el Banco de México. El gordito Carstens deja su cargo y se trae su anatomía hasta Suiza, a 45 minutos de mi casa”.
SISMO EN ARABIA
Muchos fenómenos se pueden explicar mediante la fórmula detectivesca de “seguir el dinero”. En el caso concreto de Arabia Saudita, el reino está quebrado y el príncipe coronado, Mohamed bin Salman (32), decidió cortar de tajo el nudo gordiano de una nación financieramente emproblemada, una familia demasiado extensa y voraz, y un entorno internacional inéditamente riesgoso, y dio un golpe más que audaz contra un montón de personajes antaño “intocables”: príncipes parientes suyos, ministros, exfuncionarios, empresarios ricototes, etc. Según algunas versiones conspiranoicas, el apretón de bolsillo a ese montón de gallones podría ser de entre 100 y 300 mil millones de verdes. Suficiente para un respirito.
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