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Solo un Año má

Por Rafael Loret de Mola

Hace 6 años

Dentro de exactamente un año, si hablamos de manera institucional, podríamos atestiguar –si es que llegamos entre una violencia mayor y una más azuzada represión contra los periodistas como la que ya se instruye contra este columnista-, la transmisión del poder Ejecutivo federal hacia manos de alguna de las oposiciones en una tercera alternancia desde 2000, lo que sería muestra de la inestabilidad política matrimoniada con la incertidumbre colectiva, una mezcla explosiva por donde quiera vérsele.

Desde luego, pese a las campañas propagandísticas de los operadores de Los Pinos –no saben cuánto me alegra contradecirlos-, no hay mexicanos, salvo los cómplices de quienes integran la cúpula del poder, que perciban estar mejor ahora que hace cinco años cuando inició su deplorable andar el mexiquense enrique peña. Para comenzar, las prometidas obras de infraestructura están bajo sospechas de haber sido otorgadas bajo el signo de la corrupción, con ganancias enormes para los afortunados “amigos” del régimen –desde Odebrecht hasta el grupo Higa-, verdaderos beneficiarios del desastre y enriquecedores de la clase política putrefacta y mentirosa. Ninguno de los dirigentes partidistas se salva, ni el icono de la izquierda quien insiste en ser impoluto hasta cuando visita su rancho “La Chingada” allá por Palenque.

A doce meses de finiquito oficial de peña, todavía existen voces que exigen su salida ya, desde ahora, para evitar mayores entorpecimientos y desviaciones de una política que nunca fue a pesar de sus incumplidos “compromisos presidenciales” de hace un lustro exactamente. Porque, en todo caso, sus reformas estrellas revertirán incluso en el lejano, hipotético caso de una sorprendente victoria del PRI en los comicios de julio próximo. El fracaso es total y se agudiza entre quienes menos tienen, expandiéndose la pobreza extrema, sin que las voces de reclamo surjan ningún efecto en el endurecido corazón de la satrapía. Y con este agujero inician las campañas para reclamar sufragios a quienes ya no creen en la democracia mexicana ni en quienes la ofrecen cuando no han sido capaces de defender sus propias, supuesztas victorias, digamos en el Edomex y Coahuila por hablar solo de 2017.

Por desgracia, no hay cadalso para los defraudadores ni ánimo en una población inerte que repite y repite las mismas conductas que la sujetan, sin remedio, al pasado. Todos los nombres están en las mentes de un colectivo tan sumiso que raya en la cobardía, a través de la amnesia que tanto beneficia a los predadores de la política.

La verdad es que el señor peña, a un año de su finiquito, cuando ya no tenga tiempo ni de explicar sus desviaciones, está ante el abismo, con un índice reprobatorio nunca antes alcanzado por un jefe de Estado mexicano; ni siquiera Victoriano Huerta, bendecido por unos cuantos ciegos intelectuales de la época aun cuando se carecía de encuestas y redes sociales para medir el nivel de su “popularidad” impregnada de traidores. Así, el prismo de hoy cuya vindicación parece imposible ante el acoso de la demagogia y la ausencia de convocatorias convincentes.

La moneda ya no está en el aire.

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