Austin, TX.- Después de que el primer paquete explotó en un cobertizo de Austin, la policía aseguró al público que no había una amenaza más amplia, ni señales de terrorismo. La idea de un bombardero serial atacando extraños al azar nunca se presentó.

La explosión del 2 de marzo mató a Anthony Stephan House, un hombre de 39 años con experiencia en finanzas y una hija de 8 años. Los investigadores no descartaron que House haya manejado mal los explosivos caseros.

Horas más tarde, en una sala de interrogatorios, los detectives le contaron a uno de los vecinos su teoría principal: el paquete mortal era represalia, tal vez de un cártel del narcotráfico, por una incursión días antes que incautó más de 300 mil dólares y 13.5 kilos de mariguana. El cártel mexicano acaba de obtener la dirección incorrecta.

“Están diciendo, ‘¿Quién está tratando de explotarte?’ Están tratando de hacer todo: ‘Ayúdenos a ayudarlo, porque no van a volver a fallar’ “, dijo Mark McCrimmon, un abogado que representa al vecino.

No sería la última pista equivocada en la búsqueda que finalmente llevó a Mark Anthony Conditt, un desertor universitario, desempleado, que se inmoló el miércoles cuando quedó acorralado.

La persecución se intensificó después de más explosiones en las semanas posteriores a la muerte de House. Para cuando el sospechoso había muerto, sus bombas habían matado a dos personas, habían herido a otras cuatro y enervado a la capital de Texas.

Un ‘sicópata’

La policía confirmó que el joven de 23 años, dejó una grabación de video en su teléfono, donde no expresa remordimiento y se autodenomina “sicópata”, informó el periódico Austin American-Statesman.

Dijo que lo molestaron desde la infancia, y amenazó con hacerse estallar dentro de un atestado restaurante de McDonald’s si creía que iba a ser atrapado.

Un video de vigilancia en una sucursal de FedEx, permitió rastrear la placa de su camioneta. (Con información de San Antonio Express News)