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Coahuila

Cónyuge y pípila

Por Dalia Reyes

Hace 6 años

1. Lupita se levantó de su silla. Tomó su plato vacío, y el mío también hubiese tenido el mismo destino si no me aferro a él con los últimos trozos de chilaquiles.

Dio un último y rápido trago a su café para llevar consigo también la taza y los cubiertos.

Ya definitivamente en pie, dio tres grandes pasos rumbo a la cocina ante la mirada atónita de los presentes.

Justo en ese momento, un destanteado mesero la alcanzó y le pidió que no, por favor, llevara ella la vajilla pues ese era el trabajo de él.

Yo quedé enmudecida, Lupita despertó de su trance en medio de restaurante y al darse cuenta de sus actos, tuvo el arcoíris en el rostro y luego un acceso de risa inolvidable.

Vaya, lo que resulta de estar la mujer haciendo siempre las labores de su casa.

2. Era una pareja de maduros. Podría adivinar su historia: Él jubilado, ella con el tiempo libre de hijos menores. Llegaron a restaurante tallándose las manos para espantarse el frío, reminiscencia de la helada reciente.

Él tomó la silla más cercana y se sentó. Ella se encaminó a la cafetera gigante y sirvió primera una taza grande al tiempo que anunciaba cómo, en un par de segundos, entregaría la cuchara, el azúcar y la crema al hombre ya acomodado en la mesa, quien pasó por alto la previsión de su esposa.

ÉL solicitó el cubierto. Ella se apresuró todavía más disculpándose por la tardanza. Habían pasado apenas 15 segundos. El hombre tuvo su café en la mesa.

La mesera salió de su asombro al verse sustituida por la esposa solícita. Se acercó a la pareja y les preguntó qué deseaba tomar la señora, porque el marido, al fin y al cabo, ya estaba perfectamente atendido.

3. Los números siguientes quedarán a disposición de sus historias, amable lector. Como las anteriores, se suman día a día, en este 2017, casos en donde las mujeres ancianas, adultas o jóvenes, jugando su papel de esposa, seguimos con una carga importante de responsabilizarnos por el otro.

En mis dos historias no apareció un villano: nadie exigió a las damas hacer el papel de servicio, mucho menos en un sitio a donde serían servidas. Fue voluntario, es histórico y será sempiterna la carga auto administrada que llevamos las mujeres.

([email protected])

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