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Abre el mandala puerta de armonía: Consagran tibetanos simbólico ritual

  Por Paola Casas

Publicado el domingo, 5 de octubre del 2025 a las 04:05


Recibe familia Gentiloni a grupo de monjes del monasterio Drepung Loseling, una de las universidades budistas más grandes del Tíbet.

Saltillo, Coah.- “La felicidad es el fin de la vida humana”, frase del filósofo Aristóteles, quien explicaba que cuando ya no hay sufrimiento, el hombre es libre. Este pensamiento converge con la filosofía budista, que explica, dentro de sus Cuatro Nobles Verdades, que la existencia implica sufrimiento, llamado Dukkha. Este sufrimiento surge del apego, Tahha, pues el deseo, la codicia y la ignorancia nos atan. Sin embargo, cuando el hombre logra el cese del sufrir, accede al Nirvana, un estado elevado de conciencia.

Para ello, los practicantes del budismo buscan erradicar el ego, la raíz del dolor. Al identificar esta emoción, comienzan el camino del Óctuple, la cuarta verdad y una práctica de vida. Una de las herramientas espirituales son los mándalas, que cumplen un papel central como instrumento ritual, meditativo y espiritual. No son simples figuras geométricas, sino representaciones simbólicas del cosmos, del camino hacia la iluminación y de la mente en equilibrio. Su función es múltiple y depende de la tradición y del contexto en que se utilicen.

En primer lugar, los mándalas sirven como mapas espirituales: representan el universo ordenado alrededor de un centro sagrado, que simboliza la iluminación o la presencia de una deidad. Meditar en un mándala ayuda a los practicantes a visualizar el tránsito del mundo ordinario hacia un estado superior de conciencia.

En segundo lugar, son herramientas de concentración y meditación. Durante prácticas tántricas, el discípulo puede imaginarse entrando en el mándala y recorriendo sus niveles hasta llegar al centro, simbolizando el viaje interior hacia la sabiduría y la compasión.

La familia Gentiloni, propietarios de Il Mercato, ubicado en Parque Centro de Saltillo, invitó a Artes Místicas del Tíbet, un grupo de monjes del monasterio Drepung Loseling, una de las universidades budistas más grandes del Tíbet con 3 mil 500 alumnos, para realizar un mándala a gran escala. Del 18 al 21 de septiembre, los tibetanos se dispusieron a construir el mándala de arena.

Consagración del espacio

Para comenzar con la construcción del portal espiritual geométrico, los monjes realizaron cantos multifónicos: una técnica vocal en la que se emiten dos o más sonidos simultáneos, logrando que se perciba una nota principal junto con armónicos adicionales. Su entonación profunda y vibrante induce estados de trance, concentración y conexión espiritual. La técnica consiste en manipular cavidad bucal, lengua, labios y laringe para resaltar armónicos naturales de la voz, generando tonos graves sostenidos con matices agudos flotando al mismo tiempo.

El canto multifónico armoniza cuerpo y mente, equilibra la energía y evoca la presencia de deidades o estados de conciencia elevados. Además, tiene un efecto físico en los oyentes, generando calma, concentración y apertura espiritual.

Los asistentes quedaron fascinados; algunos se sintieron con más en calma, otros lloraron, y varios percibieron un cambio en su estado de ánimo. Con estos cantos, los monjes pedían permiso a los seres invisibles para armonizar el espacio y permitir la creación del mándala.

Durante los cuatro días, de 12:00 a 17:00 horas, los monjes trabajaron con profunda dedicación en su construcción, mientras el público podía observar su trabajo.

Cómo empezar en el budismo

Empezar en el budismo es aprender, meditar, vivir con ética y buscar comunidad. No se trata de adoptar dogmas, sino de experimentar y practicar lo aprendido. Aunque esta religión no impone, sino que invita a que las personas encuentren su propósito de vida.

Ven Geshe Sherab Chomphel reiteraba que la vida no debe ser sufrida: al profundizar en lo que realmente somos, conocemos nuestro interior y decidimos practicar una vida libre, en rectitud. No hay “por qué” lastimarse, ni dolor, y las palabras de los demás ya no hieren cuando uno se encuentra en armonía.

El monje, director de la Universidad Drepung Loseling México, se ordenó a los 13 años y comenzó sus estudios monásticos y rituales en Dechen Phodrang. Entre los 20 y 23 años se especializó en gramática tibetana y textos clásicos de filosofía en el Monasterio Druk Ngawang Thubten Choeling, Bodhgaya. De los 24 a 36 años prosiguió estudios en debate y filosofía budista en la Universidad Monástica Drepung Loseling, obteniendo el grado de Gueshe, uno de los más altos en el budismo.

De 2013 a 2016 fue maestro residente de Centro Loseling México, y en 2017 continuó estudios en el Monasterio Tántrico de Gyuto, India, para luego regresar como director espiritual. Su carisma, ingenio, dominio de idiomas y conocimiento profundo hacen de Gueshe Sherab Choephel un representante destacado de la tradición y sus más de 3 mil monjes.

Preparación budista

Al construir un mándala de arena, los budistas deben pensar en la compasión y la impermanencia, actuar con atención plena y sentir la práctica como servicio al mundo, no como un adorno artístico. El monje se mantiene de pie frente a la mesa, postura atenta y hombros relajados, con herramientas en ambas manos, dejando que los granos caigan con precisión milimétrica. Cada movimiento es lento, controlado, un gesto de concentración absoluta.

El rojo simboliza la energía vital, el azul la claridad de la mente y el amarillo despierta la compasión. Con ambas manos en constante movimiento, el monje construye el mándala como un puente entre lo material y lo espiritual. Su mente permanece en silencio, enfocada en la armonía de las formas y la colocación exacta de cada grano. Cada trazo es meditación activa, oración silenciosa y reflejo de su interior.

Al completar la obra, percibe la lección esencial: todo es transitorio. El mándala será borrado, pero cada segundo dedicado a su creación queda en la conciencia. La desaparición de la obra no es pérdida, sino recordatorio de la impermanencia y de la belleza del instante presente.

Disciplinas artísticas

Las artes son esenciales en la práctica espiritual budista, pues fortalecen el espíritu:

Pintura y Thangka, escultura y arquitectura, música y cantos, mándalas, caligrafía y textos sagrados, danza ritual.

En Saltillo se presentaron dos de las más importantes: los mándalas y los cantos multifónicos.

Mándala de arena y la impermanencia

Cuando el mándala alcanza su forma completa, su belleza es intensa, pero su existencia es temporal:

El aprendizaje reside en la atención y el desapego: cada grano colocado, cada color elegido, es un ejercicio de presencia y aceptación.

Al desprenderse de su obra, el monje comprende que el valor no está en la permanencia de las cosas, sino en entregarse al momento y reconocer la belleza de lo efímero.

Así, el mándala se convierte en maestro silencioso, enseñando que vivir plenamente implica abrazar la transitoriedad y hallar sentido en el instante presente.

Lo que sigue…

Los monjes explicaron que la vida funciona igual:

Lo hermoso debe ser destruido, voluntaria o involuntariamente, porque nada dura para siempre y nada nos pertenece.

El ego nos incita a aferrarnos a lo material y nos aleja del verdadero fin de la vida: armonía, felicidad y amor.

Frente al gran mándala, construido durante cuatro días en Il Mercato, la obra fue finalmente destruida. Con un ritual de intención, los colores desaparecieron al arrastre de la brocha de los tibetanos.

Enseñanzas del budismo

El patrimonio intangible del budismo quedó representado de manera armoniosa, invitando a los asistentes a reflexionar sobre la impermanencia y la belleza de la entrega consciente:

El mándala no fue sólo una obra de arte efímera, sino una lección viva sobre la impermanencia, la atención plena y el desapego.

Enseñó que la verdadera riqueza no está en lo que permanece, sino en la capacidad de entregarse al presente, valorar cada instante y reconocer la belleza de lo que existe sólo por un momento.

Al contemplar su creación y su disolución, los monjes y los asistentes comprendieron que la vida misma es un mándala: un entramado de experiencias temporales que al ser vividas con conciencia y compasión, conducen a la armonía, la sabiduría y la verdadera libertad interior.

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