Imagine usted a una persona mayor que decide entre cada uno de sus hijos el destino de sus bienes que incluyen capital, empresas, y explotaciones productivas, cuando entregue el envase, y su esencia viaje al éter, primero, está el líder, calculador frio y exitoso, por lo mismo, no muy querido por sus hermanos, luego, dos de ellos, laboriosos, “temerosos de Dios” pero menos productivos y con la mente medio difusa, soñadores, otro, no muy favorecido, ni por Dios ni por Natura, mismo que se distinguió por ser víctima frecuente de estafas y gente deshonesta, y un último, haragán, adicto, inmoral, ventajoso, oportunista, que ha robado y desviado lo que toca, pero quien se ostenta como luchador social.
El propósito de la decisión es: seleccionar a alguien que lleve a buen destino los bienes, que los mantenga productivos, e idealmente, que los mejore, y que honestamente entregue los frutos de los bienes a sus beneficiarios.
Si usted estuviera en la piel del senil ¿a quién elegiría?
Si eligió al primero, carece usted de corazón y sensibilidad política, si eligió al último, bienvenido a Morena, el tren que lleva a la destrucción de todo.
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