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Coahuila

Canto de las sirenas

Por ATL DEL DESIERTO

Hace 2 meses

En ese evento de Ulises, en el que se ató al mástil del navío e hizo que su tripulación tapara sus oídos con cera para salvarse del canto de las sirenas y no perder la vida, se refleja una aceptación de que la voluntad o los valores pasan por pruebas que pocos superan, y que más vale crear mecanismos para que uno mismo se limite ante esas tentaciones.

En los países, esos artificios son los organismos reguladores: electorales, auditores independientes, poderes judiciales, organismos colegiados de muchas actividades, etcétera.

En la década de los 90, en México, ante la apertura democrática sin precedente, muchos tuvimos la esperanza de que el país cambiaría para bien, primero en los estados, pero pronto vimos corrupción similar a la del partido hasta entonces hegemónico: funcionarios menores panistas explicando enriquecimientos inexplicables con “herencias”.

Con Fox tuvimos una enorme decepción. Llegó con el precedente de que, como gobernador de Guanajuato, se había rodeado de un equipo efectivo que transformó el estado para bien. Era, indudablemente, bien intencionado (los bien intencionados no cumplen con el perfil necesario para ser presidente de una nación que lincha y saquea), pero fue torpedeado por su recién adquirida pareja, quien, aconsejada por Elba Esther Gordillo, se ocupó en hacer cuanta cosa pudo… mal. Empezó por echar fuera parte de su efectivo equipo. Algo que hizo bien fue no robar y dejar que la economía la manejaran especialistas; pero políticamente no tuvo la convicción ni el temple para actuar frente a las perversas comunidades políticas.

Fox se formó en el ramo empresarial. En ese ambiente, tienes el poder de echar fuera las manzanas podridas; en el ambiente político, las manzanas podridas son el sistema. El mayor daño que hizo fue que, aconsejados por Elba Esther, desarrollaron el proyecto de presentar a su esposa, Martha Sahagún, en las siguientes elecciones, engañados creyendo que tenía la aceptación del pueblo como mandataria. Eso fortaleció la nefasta popularidad de López Obrador, al grado de que hasta lograron que evadiera un seguro desafuero por no acatar un amparo federal como gobernante.

Buena parte de la popularidad de AMLO y su gente es que son más similares, en valores, a sus simpatizantes que los ciudadanos decentes de esta nación nopalera.

La horda de facinerosos al mando en el gobierno, después de reflejar que los rezagos que mencionaban se referían a lo que no habían tragado ni paseado con dinero ajeno, y que pueden tener más bienes que sus detractores sin trabajar —a diferencia de los otros, que tienen que prepararse, trabajar y pagar impuestos—, se ha preocupado por desaparecer todo mecanismo de control, dejando solo la posibilidad de medios de facto para volver a lo normal; algo difícil, considerando la alta posibilidad de que, al faltar ellos, solo acabaríamos estrenando nuevos ricos y tiranos.

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