La escritura es el puente entre el conocimiento y la evolución de la humanidad y nuestras diversas civilizaciones. Permitió registrar ideas y transformó la manera en que las sociedades acumulaban y difundían su sabiduría. En esta columna recorreremos la evolución de los sistemas de escritura más antiguos del mundo, analizando su labor en la conservación y transmisión del conocimiento a través de los siglos.

En nuestros orígenes, antes de desarrollar propiamente la escritura como tal, se inventó la “protoescritura”, y para poder comprender cabalmente el contexto total y general de los sistemas de escritura, hay que definir exactamente este antecedente primigenio.

La protoescritura utilizaba símbolos mnemónicos (representaban hechos para memorizarlos y vincularlos) o ideográficos (los símbolos o signos representan ideas o conceptos, en lugar de los sonidos del lenguaje hablado), como dibujos o marcas, para representar información de forma indirecta, sin llegar a ser una representación lingüística completa, no representaba directamente el lenguaje hablado, sino que sólo se basaba en la representación visual de objetos, conceptos o ideas. La información que se transmitía era a menudo dependiente del contexto, ya que los símbolos no eran uniformes ni tenían una relación directa con el lenguaje oral.

Estos son ejemplos de protoescritura: los pictogramas son dibujos que representaban objetos, personas o animales, como los encontrados en las cuevas prehistóricas. Marcas en cerámica son símbolos o diseños en ese material, como los encontrados en tumbas o lugares de culto, que representaban información sobre rituales o posesiones. Símbolos grabados en huesos, que podrían ser registros de actividades o información de importancia para las comunidades.

Eventualmente, la protoescritura evolucionó hasta convertirse en escritura, pero ¿cómo sucedió esto?

No se sabe exactamente la fecha y el lugar exacto, pero el sitio más probable de la transición es una de las cunas de la civilización, Mesopotamia, (“tierra entre ríos” en griego), que es una llanura fértil entre los ríos Tigris y Éufrates. Durante 5 mil años, esta franja de tierra situada en Irak y el noreste de Siria, con pequeñas extensiones en Kuwait, Turquía y algunas zonas de Irán, fomentó innovaciones que cambiarían el mundo en muchos sentidos. Ahí, los sumerios, (civilización que floreció entre el 4100 y el 1750 a.C.) utilizaban tablillas de arcilla, que se secaban al sol o se cocían para endurecerlas y las grababan con un estilete cuneiforme, una caña cortada en forma de cuña (de ahí deriva su nombre, ya que cuneiforme significa “en forma de cuña” en latín), para imprimir los signos en la arcilla. Era un sistema de fichas contables utilizadas para registrar bienes y comercio, una especie de contabilidad primitiva. En Uruk (Warka en la actualidad, considerada la primera ciudad de la historia), alrededor del 3500 a.C., empieza la transformación de la escritura pictográfica a la fonética, desarrollándose como un silabario, donde los signos comenzaron a representar sonidos y sílabas en lugar de sólo objetos, esto permitió representar palabras y nombres propios. La escritura cuneiforme se utilizó para escribir diversas lenguas mesopotámicas, como el sumerio, el acadio y el elamita, y se extendió a otras regiones del Cercano Oriente. Esta escritura evolucionó a niveles elevados, utilizándose para escribir grandes textos literarios, como la Epopeya de Gilgamesh, una de las primeras obras literarias conocidas.

Paralelamente, en Egipto, alrededor del 3200 a.C., surgió la escritura jeroglífica, compuesta por pictogramas e ideogramas. Esta se utilizó en templos, tumbas y papiros, donde se registraban desde textos religiosos (Libro de los Muertos) hasta conocimientos médicos y astronómicos. El descubrimiento de la Piedra de Rosetta en el siglo XIX permitió descifrar este sistema, revelando la profundidad del saber egipcio. La piedra de Rosetta es un fragmento de una estela (monumento vertical con escritura) egipcia antigua, de granodiorita (roca intermedia entre el granito y la diorita), que contiene inscripciones en tres escrituras diferentes: jeroglíficos (la escritura sagrada egipcia), demótico (la escritura común egipcia) y griego antiguo. Este descubrimiento fue crucial para descifrar los jeroglíficos, permitiendo a los antropólogos comprender la antigua lengua egipcia.

En China, alrededor del 1250 a.C., la escritura apareció en caparazones de tortuga y huesos, que eran usados para la adivinación durante la dinastía Shang. Estos “huesos oraculares” contienen los primeros registros de la lengua china y sentaron las bases para un sistema logográfico que perdura hasta hoy. Un logograma es un signo que representa por sí solo el significado de una palabra entera.

En Mesoamérica, entre los años del 900 a.C. al 300 d.C., los olmecas utilizaron un sistema de escritura pictográfico, con signos que representaban tanto objetos como ideas. Este sistema, llamado escritura epiolmeca, también utilizaba logogramas, símbolos que representan tanto palabras, como sílabas. Los mayas perfeccionaron un sistema logo-silábico usado en estelas y códices, donde registraron avances en matemáticas, astronomía y mitología. Los códices son manuscritos, generalmente elaborados sobre papel amate o piel de venado, que se utilizaban para registrar información, incluyendo aspectos religiosos, políticos, sociales y culturales.