Salud
Publicado el martes, 12 de agosto del 2025 a las 19:14
Ciudad de México.– Un creciente número de mujeres embarazadas adictas a la metanfetamina, como Alejandra en Cancún, optan por ocultar su consumo a los médicos por miedo a la criminalización.
Esta situación está provocando un alarmante aumento en el número de bebés que nacen con Síndrome de Abstinencia Neonatal (SAN) y otras afectaciones, sin que existan protocolos de atención adecuados para ellos y sus madres.
Entre 2011 y 2024, casi 500 recién nacidos fueron ingresados a salas de urgencias por trastornos derivados del consumo de drogas de sus madres, según datos de la Secretaría de Salud (SSA) obtenidos para esta investigación.
En 2024 se alcanzó un récord de 54 bebés. Esta cifra solo incluye a los casos que llegan a hospitales, dejando a un número desconocido de bebés invisibilizados.
La falta de una atención integral se ve agravada por la criminalización. A pesar de que el consumo personal de drogas no es un delito en México, el personal médico notifica a las Fiscalías, bajo la figura de “caso médico legal”, la adicción de las embarazadas.
Las autoridades, a su vez, inician procedimientos penales que, si bien no prosperan, someten a las mujeres a un proceso de estigmatización y desamparo.
En muchos casos, esta situación lleva a la separación de los bebés de sus madres para ser enviados a casas hogar, que carecen de la infraestructura y el personal especializado para atender a recién nacidos en contextos de adicciones.
A diferencia de los centros de rehabilitación, estos lugares no están equipados para ofrecer desintoxicación o tratamientos específicos.
Estados como Jalisco y Quintana Roo son un reflejo de esta problemática. En lo que va de 2025, la Procuraduría del Menor en Jalisco ha intervenido en 72 casos de recién nacidos de madres toxicómanas, una cifra atípica y preocupante.
El caso de Alejandra, una mujer de Cancún, ejemplifica esta situación. Adicta a la metanfetamina durante sus dos últimos embarazos, mantuvo su consumo en secreto por miedo a que le quitaran a sus hijas.
Su segunda bebé, gestada y alimentada con metanfetamina a través de la placenta y la leche materna, nació con síndrome de abstinencia.
Ante el abandono institucional y la falta de apoyo, Alejandra encontró ayuda en un centro de rehabilitación irregular, donde ha logrado tres meses de sobriedad.
Su testimonio subraya la necesidad de políticas de salud que no criminalicen a las madres, sino que les ofrezcan atención especializada y compatible con la maternidad, para romper el ciclo de adicción y desamparo que afecta tanto a ellas como a sus hijos.
Con información del EL PAÍS
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