Coahuila
Hace 4 meses
Polifacético, pero de fuerte personalidad, el “sobandero” (quiropráctico) se distinguía de otros, pues siempre calzaba zapatos e indumentaria color blanco.
Atendió a miles de personas, a muchos les devolvió la salud, luego de sufrir fracturas, luxaciones y torceduras, pero, irónicamente, murió por las complicaciones que le ocasionó una fractura de clavícula, pues no hubo quién lo curara.
Tal es la síntesis histórica de la vida de don Domitilo Cortés Camarillo, quien alternara su profesión de “sobandero” (quiropráctico), con la de recogedor de boletos a la entrada del Cinema Palacio, de los señores Ochoa, cargo que desempeñó hasta su jubilación.
Nació en el año de 1921, hijo de Conrado Cortés y Martiniana Carrillo en esta ciudad con una vida normal hasta los 12 años en que quedó huérfano de padre y madre, es decir, cuando apenas había terminado su educación primaria en la Escuela Manuel Serdán, la cual estaba ubicada en la calle Manuel Acuña, un poco al sur de la calle Lerdo de Tejada. Por ello tuvo que trabajar desde esa edad, primero como comerciante, de pequeño, de venta de tunas y quesos, y ya un poco más grande como estibador en el molino El Fénix.
Cabe aclarar que Domitilo, desde niño, tenía el “don” de curar, pues así lo testifica el hecho que, cuando alguno de los niños de la escuela se torcía o sufría luxaciones, él los curaba, acción que le agradó mucho.
Así pasó con sus compañeros de trabajo, máxime cuando era cargador, trabajo muy pesado y en el que constantemente sufrían esa clase de lesiones. Quiropráctico y acupunturista fue su oficio durante casi toda su vida; fue en el año de 1940 cuando logró ser contratado por el señor Jesús Ochoa como portero del cine Palacio, lugar donde permaneció durante 35 años, pero siempre desempeñando su trabajo de quiropráctico en su domicilio, y en ocasiones en su fuente de trabajo pues no podía ver a la gente sufrir. Su fama como “sobandero” se extendió rápidamente no sólo en Saltillo sino en la región, inclusive en el extranjero, pues infinidad de “gringos” venían de su tierra con Domitilo para que los sobara y por ello le pagaban muy buenos dólares, pues los mandaba como nuevos.
Entre sus clientes conocidos fue el capitán Raúl Lemuel Burciaga y el capitán Coke, destacamentado en esta ciudad, Cortés Carrillo fue muy sensible, bromista, alegre, pero también con sus hijos muy estricto, disciplinado; muy cariñoso y detallista, pues cada que iba al mercado siempre llegaba con un regalito para sus 11 hijos y su señora esposa, Altagracia Almaguer Yánez.
Sus hijos fueron Beatriz, Rogelio, José, Francisca, Alejandro, Domitilo, Hilda, Arturo, María, Altagracia y Juan, de apellidos Cortés Almaguer.
“Domi”, como así lo llamaban sus amigos cercanos, fue un enamorado de la poesía, siendo un admirador de Amado Nervo y Manuel Acuña. Su hijo Juan, licenciado en Comunicación Social, dice que su padre grabó varios casetes con su voz, pero que no le gusta escucharlos porque lloraba mucho.
El destino es cruel en algunas ocasiones, pues Domitilo, al sufrir un accidente en el año 2002, resultó con fractura de la clavícula izquierda, lesión quien nadie pudo curar y esto lo enfermó más, pues él sabía cómo hacerlo, pero no había manera de realizarlo.
Un año después y a consecuencia de dicha fractura, le sobrevinieron complicaciones las que finalmente le causaron la muerte el día 23 de noviembre de 2003.
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