Querida persona lectora, ¿a ti te gusta celebrar tu cumpleaños? Creo que hay diversas opiniones sobre este tema: existen personas que adoran festejar su nueva vuelta al Sol, que esperan ese momento con mucha emoción y que no se limitan a celebrar solamente el mero día de su aniversario de nacimiento, sino que organizan festejos y se dejan celebrar por muchos días, a veces incluso semanas. Hay personas que prefieren mantener un perfil más bajo, tratando de que sea un día cualquiera, porque no disfrutan estar en el centro de la atención ni de recibir felicitaciones, abrazos, regalos o cualquier otro detalle de cariño.
También hay quienes quizás quieran festejar algunos años y prefieran mantener celebraciones más privadas, reservadas o familiares en otros momentos de su vida. Incluso hay personas que aman festejar en grande, con fiestas grandes, en donde se invitan a muchas personas —y se contrata, por ejemplo, a un grupo musical o DJ— y quienes prefieren estar rodeadas de pocas personas, pero muy cercanas.
No importa el cómo: lo más importante es festejar. Porque cumplir un año más de vida es un gran logro. Así como cumplir aniversarios de amistad o de pareja, y cualquier otra meta alcanzada —por pequeña o grande que sea—, personal o profesional. Cualquier cosa que nos enriquezca y nos haga crecer en cualquier esfera de nuestra vida deberíamos considerarla un éxito. Y sí, es necesario celebrar… y, especialmente, celebrarnos.
Quizás a veces no lo hacemos porque nos da pena lo que podrían decir las demás personas o porque somos, incluso, más severos con nosotras y nosotros mismos y tenemos la tendencia a minimizar lo que hacemos, como si fuera algo normal y rutinario. Esta puede ser una percepción que depende de cada persona. Hay quienes no confían mucho en sí mismas y tienen niveles de autoexigencia muy altos, lo que implica no sentirse nunca lo suficientemente satisfechas con los resultados conseguidos.
Y también hay quienes tienen un ego muy grande y pueden pensar que cualquier cosa que hagan es un gran éxito. Un poco como la historia del rey Midas, que convertía en oro todo lo que tocaba. Como siempre, la clave reside en el equilibrio y en la capacidad de identificar cuáles son las cosas que cada persona considera un logro personal o profesional, y cómo quiere celebrarlas.
Al mencionar conceptos como festejos o celebraciones, no me refiero necesariamente al sentido más común y difundido de una fiesta. Para mí, celebrar significa ser conscientes de los logros alcanzados, que seguramente implicaron mucho trabajo, esfuerzo y disciplina. Puede ser una celebración, incluso, sentir de manera consciente orgullo por algo que se ha hecho y que salió bien; sentir satisfacción al final de un día largo y pesado; o congratularse con uno mismo, sin necesidad de reunir una banda musical y 300 personas. Aunque hay eventos y momentos que, si es lo que nos hace sentir bien, es muy positivo celebrar “a lo grande”.
El punto es que cada persona tiene el derecho de celebrar sus propios éxitos y logros alcanzados, tanto personales como profesionales: sea un cumpleaños, un aniversario, la victoria en una competencia o una promoción. También puede celebrarse por haber dado lo máximo en alguna actividad.
No podemos minimizar todo lo que hacemos pensando que es simplemente nuestra obligación. Quizás en parte sea cierto, pero si queremos que nuestro yo de hoy sea una mejor versión de nuestro yo de ayer, tenemos que celebrar los resultados alcanzados con la conciencia de que siempre podemos hacer más y mejor, y que así vendrán más logros que celebrar.
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