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El Programa GAMER – La Era de los Sheitans: Capítulo 1 – Parte 1 – Antes del Apocalipsis

Por Jorge Humberto Decanini

Hace 5 años

El Programa GAMER – La Era de los Sheitans, es el primer volumen de la trilogía El Programa GAMER, una historia de ciencia ficción juvenil en la que la pesadilla de muchos es el sueño de otros, pues el fin del mundo ha llegado, monstruos de las profundidades emergen para acabar con la humanidad, sin embargo un grupo numeroso de jóvenes se había preparado, sin saberlo, para enfrentar precisamente a ese tipo de oponentes.

Esos jóvenes son los videojugadores, más de dos billones de hombres y mujeres, de varios rangos de edad, que han salvado a la humanidad incontables ocasiones en simulación. Ellos han enfrentado grandes dificultades y encontrado la manera de salir airosos en combates contra demonios, invasores espaciales, zombies, nazis y criaturas celestiales.

Así sólo ellos están listos para luchar contra la amenaza que son las bestias conocidas como sheitans, pero hay un problema: Aunque sus mentes están preparadas para el combate sus cuerpos no lo están, por ello es necesaria una cuidadosa selección de aquellos videojugadores más aptos para esta lucha, a fin de alistarlos para la batalla de sus vidas, esta vez en el mundo real.

Espero que disfrutes de estas entregas del libro El Programa GAMER – La Era de los Sheitans

Obtén más información de El Programa GAMER – La Era de los Sheitans, así como sus secuelas: El Programa GAMER – Tormenta de Fuego y El Programa GAMER – Infierno en la Tierra, desde su sitio web oficial o desde su página de Facebook: https://elprogramagamer.com/ https://www.facebook.com/ElProgramaGAMER

Antes del Apocalipsis

—El Libro del Apocalipsis es por supuesto una metáfora, una alegoría; en ningún momento se asegura que algo así pudiera suceder, es algo que todas las religiones han…

—¿Pero entonces por qué tantos detalles en cómo se ve el dragón, la marca de la bestia y los mares expulsando a sus muertos?

El moderador del programa de debate era famoso por interrumpir bruscamente a sus invitados, el programa de hoy: “Apocalipsis, destino o leyenda”; tenía como panelistas a diversos teólogos, filósofos y religiosos de diversas creencias. Al momento de la emisión todas las fechas predichas por profetas habían transcurrido como cualquier otro día y los temas sobre el fin de los tiempos eran cada vez menos populares; tantos apocalipsis habían “sucedido ya” que el interés estaba por los suelos.

—De eso es de lo que trata una metáfora. —Indicó el invitado católico. —La idea del dragón representa al mal de grandes proporciones, una figura grotesca, aberrante e imponente que engulle todo lo bueno a su alrededor. —Comentó mientras la cámara se centraba en su curtido rostro y la pantalla mostraba su nombre al lado de cuantiosos logros académicos en estudios sobre teología.

—¿Me dice que todo lo que pregonan sus libros es en sentido figurado? ¿Para qué pasar todo el tiempo portándonos bien si…

El moderador no tuvo ocasión de terminar su apunte, la transmisión fue súbitamente interrumpida; los televidentes desde sus casas sólo veían el temido Sistema de Transmisión de Emergencia, una imagen conocida de sobra en películas que tratan de desastres a gran escala.

—ESTO NO ES UNA PRUEBA, POR FAVOR MANTÉNGASE EN SINTONÍA.

—ESTO NO ES UNA PRUEBA, POR FAVOR MANTÉNGASE EN SINTONÍA.

—ESTO NO ES UNA PRUEBA, POR FAVOR MANTÉNGASE EN SINTONÍA.

En el estudio de grabación nadie sabía realmente qué estaba sucediendo y asumían se trataría de algún problema técnico; tras algunos minutos de duda en los que no encontraron indicios de problemas locales, los elementos del staff comenzaron a alterarse y mostrarse desesperados al ir recibiendo, cada uno por diversos medios, noticias sorprendentes; su estado de inquietud llegó a alarmar a los invitados quienes finalmente decidieron preguntar qué ocurre.

—Recibimos un parte informativo de nuestras agencias… algo está pasando, algo grande. —Comentó el jefe de piso, visiblemente alterado. —Aún buscamos confirmación de otras fuentes pero parece que se abrieron enormes agujeros en el suelo.

—¿Un terremoto? —Preguntó el invitado judío.

—Más bien varios simultáneos, todos en diferentes partes del mundo, muchos en zonas que

no son sísmicas.

—Bueno, ¿y acaso es tan grave? —Preguntó el invitado musulmán. —¿Qué partes se han visto afectadas?

El jefe de piso pareció ignorar la pregunta al recibir por radio un comunicado.

—Esto parecerá una locura, —sudaba y hablaba casi emitiendo un chillido. —Me informan que algo está saliendo de los pozos, bueno, varias, eh, cosas.

El rostro del jefe de piso se veía pálido, sin embargo se le podía reconocer una especie de incredulidad debido a una extraña sonrisa que le deformaba la cara, lo que fuese que estaba ocurriendo no parecía ser cierto de acuerdo a su forma de expresarse, una mezcla de ansiedad y emoción morbosa. Sus ojos se veían vacilantes, parecía que buscaba en los rostros de los invitados alguna guía que le indicara si lo que estaba leyendo en sus reportes, mismos que no había aún compartido con alguno de ellos, podría ser una realidad.

El presentador del programa había estado misteriosamente callado desde la interrupción de su show, contrario a su costumbre no se veía muy inclinado a participar en el debate; aquellos que lo conocían sabían que su personalidad en pantalla no era igual a su personalidad real, sin embargo no por eso era menos curioso.

—Anda hombre, ya dinos qué sucede. —Su voz era calma pero su rostro estaba tenso.

—Es que es imposible… las fuentes dicen que de los pozos están saliendo seres, animales, gigantes, monstruosos… Parece cosa de película… es increíble.

El grupo se quedó en silencio algunos segundos, más de uno trató de contener alguna risa.

—Hablan de una criatura enorme, parecida a un dragón. —Dijo estas últimas palabras casi sonriendo debido al tema que estaban tratando previamente y al irónico momento en que la transmisión se detuvo, sin embargo era difícil decir si lo hacía de ese modo por algún tipo de miedo o si realmente le causaba risa el asunto. Todos los invitados guardaron silencio por algunos instantes, mirando cada uno los ojos nerviosos de sus colegas. En ese tiempo se pudo sentir mejor el ambiente general del estudio, el cual pasaba gradualmente de la incredulidad inicial a un claro temor conforme más información llegaba al estudio.

—Pues bien, —dijo el invitado católico con cierto aire de ironía y sin revelar muchas emociones de su parte, serio como retrato al óleo se encontraba al decir: —¿Quién lo hubiera visto venir.

Capítulo 1 La ciudad en llamas

Primer mes

—No veo nada afuera.

Hablaba en voz muy baja, casi un susurro; la temperatura era fresca y aun así sudaba, comenzaba a caer la noche. Veía hacia la calle, por detrás de las cortinas, de frente a una pequeña ventana redonda del ático, bastante retirado de ella, lo suficiente para no ser visto desde afuera; la calle estaba desierta, nadie caminaba, ningún vehículo la transitaba; conocía bien esa calle, pasaba por ahí todos los días, solía estar tan llena de vida; repleta de niños corriendo que se divertían jugando a la pelota, jóvenes que paseaban a sus mascotas, hombres mayores que arreglaban sus jardines, podaban rosales y sacaban la basura, amas de casa que bajaban bolsas de víveres de sus coches, saludaban a sus vecinos o regañaban a los niños por cruzar con imprudencia; ahora le parecía tan distinta, tan sola, muda, muerta.

—Nadie viene.

Veía hacia afuera incrédulo, ¡apenas ayer era tan diferente! Estaba dentro de una cómoda y espaciosa residencia, un lugar privilegiado al que pocas personas podrían acceder; el interior estaba a oscuras. No se encontraba solo, unas cuantas personas más lo acompañaban; todos eran vecinos.

—Ellos dijeron que vendrían a evacuarnos, ¿qué sucede, por qué no vienen? —Decía una mujer, también susurraba; las manos le temblaban, deseaba fumar un cigarro pero nadie se lo permitía.

Llevaban ahí desde la noche anterior, en poco tiempo se cumplirían veinticuatro horas, hacían lo único que podían, lo que pensaban era la mejor opción, obedecían las indicaciones que vieran por televisión: —“Resguárdense en sus casas, no salgan por ningún motivo, la ayuda va en camino”. —Era lo que repetían una y otra vez los presentadores; ya no había energía eléctrica, no tenían forma de saber si las indicaciones habrían cambiado, quizá ya no había nadie.

—¡No ha pasado ni un día! —Decían para tranquilizarse, claro que algo debía de estarse haciendo, la ayuda tendría que llegar.

Siguieron esperando, veían sus teléfonos móviles, los mantenían apagados para ahorrar energía, algunos los encendían para tratar de hacer una llamada o revisar el internet, pero no había ninguna señal.

Conforme más oscurecía, más era perceptible ese lejano brillo anaranjado que vieran desde la noche anterior, un brillo que cada vez se hacía más grande. Eran incendios, enormes, descontrolados, que engullían las siluetas de los edificios en el horizonte; icónicas construcciones que fueran el punto de referencia de su ciudad, cuya vista desde los suburbios le recordaba a los habitantes sobre el barullo que se vivía en ella; solían observar la metrópoli desde sus balcones, mientras bebían algún caro licor y sonreían por la vida tan cómoda, tan hermosa que llevaban aquellos privilegiados; los edificios estaban ahora envueltos en llamas que alcanzaban ya los cerros que circundaban la urbe, todo ardía. Estaban lejos, hace unas horas lo estaban más, los incendios crecían y las llamas cada vez se acercaban más a la periferia; se escuchaban sirenas muy lejanas; pronto no quedaría nada, debían ser rescatados cuanto antes.

Un nuevo sonido, diferente, orgánico; como una voz de hombre en medio de un lamento, le siguió otro, y otro más, comenzaba a escucharse más fuerte, no eran hombres, eran esas cosas, eso que salió de los pozos.

—¡Se acercan!

—¿Los ves?

—¡Los escucho!

Cerraron los ojos, el sonido se intensificó; lloraban abrazados, escondían sus rostros entre sus manos. Alguien miró hacia afuera.

Cosas horribles, enormes se acercaban a alta velocidad, las más pequeñas saltaban entre los tejados de las casas, como monos colgándose entre las ramas; las más grandes derribaban las viviendas y hacían estallar los vehículos estacionados; eran criaturas espantosas. Todos guardaron silencio, contuvieron la respiración, escucharon otro sonido, uno de motor, un helicóptero, más de uno.

—¡DISPAREN!

Ruido de detonaciones, aullidos de dolor y furia; tres helicópteros militares abrían fuego desde el aire contra aquel grupo de criaturas; las balas destrozaron la calle, hicieron estallar los cuidados jardines, pero a esas criaturas no les hacían nada, era como si no les importara el daño que recibieran, como si no pudieran sentirlo; el joven no dejaba de observar, las bestias recibían los impactos como las esponjas al agua, ni siquiera reaccionaban, los helicópteros volvían a abrir fuego, no tenían más ideas.

Una criatura saltó desde un tejado y logró introducirse en una de las aeronaves, el chico no dejaba de observar, no lo comentaba, no le decía nada a nadie, el helicóptero comenzó a girar sin control, casi derribó a unos compañeros; fue a estrellarse contra una casa, una que estaba habitada; el ruido de la explosión hizo que los acompañantes del chico se estremecieran, pensaron que estaban acabados, abrieron los ojos, se dieron cuenta que seguían vivos, lloraron más.

Se sintió calor; humo y llamas, un incendio rodeaba la zona habitacional, ¿de dónde habrá salido? El fuego se intensificó, alcanzó las viviendas y los engulló a todos, no quedó nadie a quien rescatar, la batalla de afuera no tenía más sentido, los helicópteros se marcharon dejando bajo ellos un enorme incendio fuera de control y decenas de criaturas monstruosas que entraban y salían de entre las llamas.

Continuará…

Fragmento del libro El Programa GAMER – La Era de los Sheitans, es el primer volumen de la trilogía El Programa GAMER

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