Tlaxcaltecas y españoles compartieron sus conocimientos para dar forma y color a una tradición que sigue vigente en nuestros días: el sarape de Saltillo, que se distingue de los confeccionados en otros lugares de la República por su diseño. Se elabora minuciosamente en un telar de pedales, con un ligamento de tafetán, que se caracterizan por tener la imagen de un rombo en el centro con 18 picos, cenefas con la “flor de la manita” y colores contrastantes que asemejan los amaneceres y atardeceres.
Originalmente se elaboraban con lana pura, pero, por razones de costo y porque es más fácil venderlos, ahora se hacen de acrilán. También los colorantes naturales fueron sustituidos por pigmentos artificiales. Sin embargo, los telares sí son originales.
La era moderna de la fabricación de sarapes en Saltillo se remonta a las décadas de los años 30 al 70 y fue un atractivo para el turismo mundial y una extraordinaria fuente de ingresos en beneficio de muchas familias.
Historias habrá muchas, pero hoy me voy a enfocar brevemente en la de don Jesús Santos Barrera quien por su empeño y constancia llegó a tener la mayor y mejor fábrica de sarapes, tapetes y cobijas en el mundo. Curiosamente, don Jesús Santos Barrera nada sabía de dicha artesanía, pero fue en el año de 1936 cuando un primo hermano le propuso el negocio de la fabricación de sarapes y cobijas y se instalaron en Xicoténcatl sur 234, con sólo cuatro telares.
No resultó como se esperaba y la mercancía se vendía muy poco. El primo de Santos Barrera le dejó para radicar a San Antonio, Texas, y se llevó varios sarapes; allá comenzaría la fama de la prenda. Don Jesús quiso cerrar el negocio, pero su visionaria su esposa, doña Elena Méndez Treviño, lo obligó a no claudicar y lo ayudó a salir adelante.
La fábrica de sarapes El Saltillero, inició su cuesta hacia arriba y se colocó como la fábrica líder, ya instalado en el edificio ubicado en las calles de Victoria y Acuña.
Ese local de tres pisos se convirtió en una gigante fábrica de sarapes y cobijas, pues llegó a contar con 40 telares a cargo de artesanos de primer orden, y la tienda en dos pisos con 12 empleados en el mostrador, pues también vendían artesanías de plata y joyas; las primeras las traían de Taxco y los objetos grandes, como jarras, charolas, licoreras, juegos de té y otras, del Distrito Federal.
El negocio era obligatorio visitarlo por políticos, gobernantes, empresarios artistas extranjeros como Robert Ryan, William Holden, Ernest Voragine, Joan Crawford, Ben Johnson y otros muchos más.
De los mexicanos, el registro guarda nombres como el de la inolvidable Blanca Estela Pavón, Elena Velasco “La India María”, con su esposo Julián de Meriché, Ofelia Guilmain y figuras del toreo como Manuel Benítez “El Cordobés”, y muchos personajes más. Era una costumbre de los gobernadores del Estado o los alcaldes regalar un sarape con el nombre o la efigie a estas figuras públicas.
Una parte muy importante en el florecimiento de esta artesanía lo fueron los guías de turistas de Saltillo, quienes tenían como su base de trabajo el mejor Hotel de Saltillo, el “Arizpe Sáenz”, ubicado también por la calle de Victoria, y estos fueron: Alfredo Ayala, los hermanos Gustavo y Víctor Carranza, Jesús “Jessy” García, Leoncio López Santos “El Turista”, Luz Acosta, y Mariano Santos Barrera.
Pero, sin duda alguna, el mérito es de los excelentes artesanos tejedores, como Nicéforo Rodríguez, Manuel Valdés Lozano, Roberto y Juan Mendoza Juárez; don Pedro Navarro, Luis Sánchez, Nicolás Leyva, Antonio Monsiváis “La Pacha”; la familia Padrón Báez Marcelino, Alfonso y Francisco; Juan Sustaita, el tintorero José Pacheco Duarte, y en el acabado de los sarapes, limpieza, anudado y aplicación del fleco, “Chanita” López, Elena Padilla, Rosita, Rosa María, María Guadalupe, María Elena, Jesús, Ana M., Ramón Eduardo y Carlos Federico.
A las fábricas artesanales de sarapes, La Favorita, El Saltillero, entre otros, habrá de agregar el de La Nacional, fundado por dos grandes artesanos: don Francisco y doña Paulita García. La Nacional se localiza en el número 329 de la calle de Bolívar, esquina con Calle Nueva, en el mero corazón del barrio Águila de Oro, fabrica convertida muy atinadamente en escuela para enseñar a las nuevas generaciones el tejido del sarape.
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