Cd. Acuña

Publicado el martes, 26 de mayo del 2015 a las 14:01
Acuña, Coah.- Un estruendo. Luego zumbido. Eduardo Morales despertó con la explosión de dos transformadores a una cuadra de su casa. Se asomó por la venta y lo vio. Lo describió como una pared blanca que rugía y envolvía todo. Corrió, cargó a sus dos niños mientras ventanas y puertas explotaban a su paso. Empujó a su esposa bajo la cama, los cubrió con su cuerpo y se dispuso a morir.
Aquel rugido era uno de los tornados más devastadores que ha conocido Coahuila. Eran las 6 de la mañana en Acuña. Decenas de habitantes de Santa Teresa, Santa Rosa y fraccionamiento Las Aves se preparaban para salir a trabajar. Eduardo fue uno de ellos. Ya no lo hizo. Su casa fue destruida. Él y su familia se salvaron.
No tuvo que abrir la puerta, desde dentro observó cuadras enteras que habían desaparecido. En su lugar, había grandes montones de escombro, ropa, vidrios, autos retorcidos, cuerpos, niños, sangre, muerte.
Autos que fueron exprimidos y lanzados cientos de metros de la casa de sus dueños. Autobuses de trabajadores que se elevaron con tanta ferocidad, que derribaron cinco casas seguidas.
“No vimos lo que venía, nomás que era bien grande. Aquí cayó ese camión, con la gente adentro. Dicen que todos se murieron”, platica Víctor Cruz mientras observa el camión amarillo y señala la sangre en el patio de su casa destruida, ahí en el 2337 de la calle Zacatecas, en la colonia Santa Rosa.
Lo que siguió a los breves segundos en que pasó el tornado fue levantar bardas, encontrar cuerpos aplastados, niños llorando, madres que se habían aferrado a sus pequeños, y hombres corriendo de un lado a otro intentando salvar vidas.
Uno de ellos fue José del Carmen Ayala. A él lo encontró el tornado a media cuadra de su casa. Lo vio. Dio la media vuelta. Corrió sintiendo el rugir detrás suyo, hasta que ya no pudo. Se tiró al piso a unos metros de su hogar. Se aferró a un poste y esperó llorando. Al abrir los ojos, su casa ya no estaba.
Pero José, en vez de correr hacia ella, se apresuró a meterse bajo las bardas de sus vecinos, y rescató a ocho pequeños, entre el polvo, los gritos y la confusión.
El resto de las horas fue caminar de un lado a otro sin saber qué había pasado. Un tornado. Un tornado, gritaban. Y veían sacar cuerpos. Derrumbar las bardas de sus casas. Tirar colchones, rescatar papeles. Aferrarse a lo suyo. Un solar vacío, ahí donde estaban sus casa. “¿Quien nos la va a devolver, quién?”, gritaban.
Para el mediodía, aquel terreno que parecía zona de guerra se llenó de soldados, paramédicos, voluntarios, comida, agua, apoyo. Los ciudadanos se volcaron a ayudar. La esperanza volvió. Las montañas de escombro cedieron, los hombres intentaban ayudar, las mujeres apoyar. Los primeros postes. Las primeras luces. Terminó el día con la esperanza, pero en la incertidumbre.
Muchos siguieron en sus casas, presas del temor a la rapiña. Otros durmieron en albergues. Muchos más en casas de amigos o vecinos. “No sé si vaya a dormir, no vaya a ser que vuelva la pesadilla”, dice doña Rosa Heredia, y se enreda en una cobija, y se recuesta en lo que queda de su casa.
‘De la gloria al infierno’
“Me desperté asustada al sentir como comenzó a temblar la tierra, eso me salvó la vida, ya que instantes después un camión cayó del cielo y la pared se desplomó sobre la cama en la que dormía minutos antes, de milagro estoy viva, luego de esta amarga experiencia lo único que deseo es regresar a mi pueblo y reunirme con mi gente”, así lo manifestó, Maite García de la colonia Santa Rosa.
Así lo expresó Claudia Soria, habitante del fraccionamiento Altos de Santa Teresa, quien manifestó que el haberse refugiado en el baño de su vivienda fue lo que la salvó de morir a ella y a sus pequeños hijos.
“Estamos vivos de milagro, en cuestión de minutos pasamos de la gloria al infierno, Dios nos dio una nueva oportunidad, para cuidar y proteger a nuestro hijo, quien sobresaltado por los truenos se levantó de la cama y nos despertó, minutos después, un pesado camión cayó sobre su cuarto, en este incidente una persona perdió la vida”, comentó la sobreviviente.
“Terror, es la única palabra que encuentro para describir esta dolorosa experiencia; en cuestión de segundos se perdió el patrimonio forjado durante años, el peor de mis temores se me vino a la mente, cuando de pronto veo salir de entre los escombros a mi marido, todo ensangrentado y lleno de lodo, quien entre sollozos gritaba nuestros nombres”.
LO PEOR
“Me tocó vivir la peor experiencia de mi vida, de pronto se escuchó un estruendo y los vidrios comenzaron a volar como proyectiles por todos lados, los carros fueron levantados por el aire con tanta facilidad, la cama empezó a volar por el cuarto, lo único que hicimos fue correr al baño para salvar nuestra vida”, así lo manifestó Janeth Barrios, de la colonia Altos de Santa Teresa.
De la mano de su marido, Andrés Muñoz, y sosteniendo a su pequeña de más de un año de nacida, Janeth no puede contener el llanto al momento de narrar su esta amarga experiencia que le llevó a perder en cuestión de minutos el patrimonio forjado en más de 3 años de matrimonio. (ALMA PROA).
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