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Zócalo
Publicado el miércoles, 20 de octubre del 2010 a las 14:00
Espinazo, Nuevo León.- De pronto, ayer al mediodía por el sonido una voz anunció que desde las 2 de la tarde tendría que acabar el jolgorio y la música porque empezaba el duelo por el 72 aniversario de la muerte de José Fidencio de Jesús Síntora Constantino, cerrando así los eventos de veneración al curandero fallecido el 19 de octubre de 1938, y cuya fama se extendió en el país durante los años 20’s y 30’s del siglo anterior.
Intenso patrullaje militar, comerciantes tratando de última hora vender sus existencias de artesanías, comidas, cuadros, imágenes religiosas, pan dulce, ropa, juguetes y discos compacto caracterizaron la clausura de los actos de veneración al Niño Fidencio ante poca asistencia de creyentes durante el día, tal vez desconfiados por la inseguridad en la zona.
El amplio mausoleo al Niño Fidencio que incluye su recámara, objetos personales, altares, retratos, ofrendas, tumores en frasco como mudo testimonio de sus supuestas hazañas y demás, permaneció cerrado en señal de homenaje póstumo a quien consideran un santo, aunque no es reconocido como tal por las autoridades eclesiásticas de la Iglesia Católica.
Aún así, no faltaron devotos del Niño Fidencio que año tras año con devoción y sin importarles en lo absoluto el “qué dirán” se sumergen en las nauseabundas aguas de “El Charquito” como se le conoce al estanque de agua con lodo y cieno, donde los enfermos hacen a un lado los pestilentes olores porque creen que así sanarán sus males.
El potosino Fernando González Pedroza, de 50 años de edad, dice que hace 30 años el Niño Fidencio lo salvó de morir porque luego de sumergirse en el cieno desapareció su cirrosis hepática que había sido diagnosticada como mal irreparable por la ciencia médica, al grado que estaba condenado a la muerte.
“Unos nuevos estudios revelaron que el cáncer de hígado había desaparecido”, agrega con entusiasmo el potosino, mientras resguarda con celos algunas pócimas adquiridas en esta estación ferroviaria de 450 habitantes que comparten Mina, Nuevo León y Castaños, Coahuila, territorios que solamente están separados por una calle.
En otra ocasión, relata, “tuve una visión donde una descarga eléctrica de 440 voltios me quemaba, pero que luego sanaba gracias al Niño Fidencio, y efectivamente así fue porque días después sufrí un accidente donde permanecí amarrado a la corriente por 10 minutos, me ocasionó lesiones al grado de quedar inválido”. Sin embargo, agregó, “volví al charquito y nuevamente pude caminar, entonces, claro que estoy aquí para dar gracias al Niño Fidencio”.
La tumba del Niño Fidencio está en lo que fue su domicilio, una amplia casona característica de principios del siglo pasado, y ahí hay decenas de imágenes, altares, arreglos florales, su diminuto piano, su cama, la estufa donde cocinaba sus alimentos, y por supuesta la “plancha”, donde con trozos de botella hacía cirugías sin anestesia para extirpar tumores cancerosos.
Ahora, esos tumores en alcohol que tienen por lo menos 70 años enfrascados, son exhibidos como trofeos por los seguidores de la secta religiosa denominada Iglesia Fidencista Cristiana.
Magdalena Ibarra López de la Fuente, es la encargada del mausoleo y explica que es descendiente de sus abuelos Enrique López de la Fuente y Consuelo Villarreal, o sea los padres adoptivos del Niño Fidencio quien creció huérfano de padre y madre en su natal estado de Guanajuato hasta que fue traído a Espinazo donde creció y murió. ¿De qué murió el Niño Fidencio?, se le pregunta a una joven mientras con trapeador y escoba hacía limpieza en el mausoleo.
“Él dijo que iba a descansar tres días para reposar, pero que despertaría posteriormente, sin embargo, su padre adoptivo notó que ya estaba muerto y entonces fue sepultado hoy hace exactamente 72 años”, dice la devota.
Y mientras esto ocurre, una voz reitera por el sonido la disposición que rebota por las callejuelas del poblado; “a partir de las 2 de la tarde están prohibidas las penitencias porque entramos en duelo, hay que apagar la música, y de todo esto ya están enteradas las materias o cajitas”.
A unos 4 kilómetros de ahí en pleno semidesierto sobre la vía que entronca con la Carretera 53, una familia aplaude y canta a capela con una “materia” como también se les conoce a las “cajitas” quienes consideran que tiene dones para sanar enfermos poseídas por el espíritu del Niño Fidencio.
¿QUIÉN FUE?
El Niño Fidencio nació en Guanajuato y fue hijo del señor Socorro Constantino y la señora María del Transito Síntora, pero siempre utilizó primero el apellido de su madre.
De acuerdo a versiones de la familia López de la Fuente que fue protectora del Niño Fidencio, en 1921, después de largos años de separación Enrique López, quien se había asentado en Espinazo, necesitaba una persona de confianza para que cuidara a su hijo Ulises y mandó buscar a Fidencio.
Fidencio Constantino asume las labores de la cocina de la casa de Enrique, además, cuida con esmero al pequeño Ulises, con el que aparece a menudo en fotografías.
Relatan familiares y lugareños que en las décadas de 1930 y 40, comenzó a correr el rumor entre los pobres que un extraño personaje que habitaba en un remoto lugar, del desierto de Nuevo León, poseía poderes extraordinarios y al igual que Cristo curaba a los enfermos.
Decían que además era un “Niño Santo” que no cobraba por sus servicios, y entonces el mito creado de la noche a la mañana, y se extendió como reguero de pólvora.
Ayer se cerró otro capítulo del mito en Espinazo, comunidad también conocida como la Meca del Dolor. Los “cajitas” o “materias” no cobran, ni piden nada y administran las curaciones a los visitantes que llegan en el aniversario luctuoso, pero los creyentes son principalmente adultos y viejos, y se nota una marcada ausencia de gente joven, y cuando acuden lo hacen por curiosidad, paseo, o pasatiempo.
La inseguridad que vive la región ocasionó incluso patrullaje militar que ordenaron en coordinación con las autoridades municipales la “ley seca” prohibiendo de pronto la venta y consumo de bebidas embriagantes, a diferencia de años anteriores cuando en las festividades hasta se instalaban improvisadas cantinas con música norteñas y se consumían, literalmente, ríos de cerveza.
La Iglesia Fidencista Cristiana fue fundada por el profesor Heliodoro González Valdés, quien nació el 3 de julio de 1936 y murió el 6 de marzo del 2005, de acuerdo a una placa colocada en una capilla de Espinazo creado como homenaje póstumo por haber sido el pionero de esta semi religión mística.
Se dice en esta comunidad que a partir de 1921, Fidencio comenzó poco a poco a alternar su trabajo de pastor, con el de curandero. Se agrega que el profesor Heliodoro González Valdés, solía narrar que la gente que vivía en zonas cercanas a Espinazo fueron informadas en los años 20’s que había una persona que se decía estaba realizando curaciones entre los habitantes del lugar.
Que entonces uno de los primeros pacientes envío un armón con dos trabajadores de la vía del ferrocarril para que fueran a traer a Fidencio para que atendiera a su esposa y que el Niño inmediatamente acudió al llamado.
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