En su nuevo libro No soy un robot. La lectura y la sociedad digital (Anagrama, 2024) Juan Villoro cita a la periodista española Marta Periano, especializada en las relaciones entre tecnologías informáticas y poder, para advertir sobre “la avalancha de mentiras propagadas por Twitter (ahora X)”. Cuenta también la experiencia de Stanislav Yevgráfovich Petrov, el teniente de las Tropas de Defensa Aérea Soviéticas, que en 1983 salvó al planeta de una conflagración nuclear, para recordarnos que el mundo afronta “mensajes de los que vale la pena desconfiar”. Habla, asimismo, de la desaparición del Informador Inevitable.
Uno de los efectos de la tercera alternancia (PRI-Morena) es que contribuyó a bajar de sus pedestales a los líderes de opinión donde el régimen y ellos mismos se habían instalado. Las redes sociales, los podcast de noticias y el alud de medios digitales multiplicaron las voces y la información, con los riesgos inherentes por la falta de rigor, y eclipsaron a los informadores estrella y a los intelectuales afines al sistema. La divulgación de la lista de 34 periodistas, columnistas y escritores que recibieron contratos de los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto mermó la credibilidad de muchos de ellos, desde antes cuestionada.
La mayoría de los detractores de Andrés Manuel López Obrador y de la presidenta Claudia Sheinbaum forman parte de la élite que perdió influencia y privilegios. Los gobiernos de la 4T han cometido errores y no han resuelto problemas ingentes como la violencia y la corrupción. Su exposición en los medios de comunicación refleja una realidad lacerante. Sin embargo, su tratamiento en la prensa adversa no deja de rezumar inquina y una apuesta mal solapada por el fracaso de la estrategia de seguridad de la presidenta Claudia Sheinbaum fracase, aun cuando la tasa de homicidios dolosos haya bajado 34% en el primer año de su Administración.
Frente a las denuncias de censura, Sheinbaum replica que su Gobierno no limita la libertad de expresión ni la reprime. Al contrario, “la defendemos porque […] sin libertad no hay democracia y sin democracia no hay justicia”, dijo a los concesionarios de radio y televisión en la convención de la CIRT celebrada el mes pasado. La periodista Viri Ríos había publicado previamente un texto titulado “La censura no es nueva, la desmemoria sí”, donde advierte de “la enorme falta de recuerdos en quien argumenta que Morena censura más que gobiernos anteriores” (El País, 24.06.25).
Doctora en Gobierno por la Universidad de Harvard, y reconocida en el Foro Económico de Davos 2020 como Joven Líder Global, observa, sin embargo, dos procesos novedosos: 1) En la elección judicial, el uso del conocimiento legal de muchos candidatos y las lagunas en la regulación mexicana “para irse contra los críticos”, y 2) “una incremental judicialización de la censura, donde cada vez es más común que se utilice el litigio para sancionar a los medios y a los periodistas que dicen cosas incómodas. (…) el cambio es en las estrategias, no tanto en la situación de censura que, lamentablemente, siempre ha existido en México”.
Afectada también de desmemoria, la “comentocracia” expulsada del paraíso ejerce hoy como nunca la libertad de expresión, sin restricciones. Por fortuna en los medios existen voces frescas como las de Viri Ríos, Vanessa Romero, Peniley Ramírez y otras que, al equilibrar la balanza, desenmascaran a los farsantes.
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