Para Lulú Báez
¿Cómo estábamos hace cuarenta años? No hay duda que 1985 fue un año muy complicado para nuestro país, especialmente debido al terremoto del jueves 19 de septiembre a las 07:17:49, hora local. Hasta la fecha, no sabemos el número preciso de muertos, ni de heridos. Para variar, ya desde 1982 nuestro país enfrentaba una terrible crisis económica. Un año antes, el dólar estaba a 148.50 pesos, y en 1985, cambió a 450.00 pesos. Ese año, parecía que todo se caía, nuestras esperanzas con el Gobierno de Miguel de la Madrid, quien rechazó la ayuda internacional porque “somos autosuficientes”, no obstante, las exportaciones petroleras seguían cayendo, la recaudación tributaria, el PIB, el gasto público, etcétera. Si no hubiera sido por los acuerdos con 634 bancos privados que nos prestaron dinero, no hubiéramos salido aunque hubiera sido un poquito adelante. Entonces la Ciudad de México superaba los 10 millones de habitantes y se había ampliado la red del Metro, en las líneas 3, 6 y 7 (Wikipedia).
Curiosamente, un año antes, en 1984, en el mes de abril, apareció en el diario Unomásuno, un texto de mi autoría, titulado “Niñas bien” (primera y al otro día, segunda parte). Llamó tanto la atención que en 1987 se publicó el libro con el mismo título, del cual se han vendido, hasta ahora, más de 300 mil ejemplares o quizá más. Cuarenta años después recibí el homenaje más bonito que cualquiera autora podría imaginar de la publicación de su primera obra.
En la ciudad de Puebla, en el Museo Internacional del Barroco, tuve el privilegio de compartir este homenaje junto con la muestra pictórica del maestro José Miguel Bayro. Los dos homenajes fueron organizados en el marco del encuentro Agenda de las Mujeres Agentes de Cambio, organizado por la Fundación Honoris Causa (FHC) USA, cuya presidenta del Consejo de Comunidades Hispanas, Gabriela Castillo, quien entre sus más recientes logros cuenta el ayudar en el camino de la legalización a 375 “dreamers” inscritos en el programa DACA, tuvo la idea, gracias al apoyo de la directora del museo, María José Farfán Ortega, de reunir a más de 20 “niñas bien” poblanas, vestidas todas de blanco, para que leyeran un pequeño fragmento de mi libro. Era tan conmovedor escucharlas leyendo las diferentes categorías de Las Niñas Bien, que no pude evitar que me invadiera un cierto rubor en relación a mis protagonistas. Todos y todas en el auditorio del museo (incluyendo a Enrique) estaban muertos de la risa y yo de pena, por haberlas descrito con tanta veracidad. “Con razón muchas de ellas se enojaron conmigo y hasta me quitaron el habla”, pensaba entre divertida y orgullosa de mi supuesto estudio “antropológico”.
Confieso que sentí culpa por muchas de mis amigas que me inspiraron mis textos y a quienes en el fondo, les estoy muy agradecida. “Ya no escriba sobre las Niñas Bien”, me suplicaba don Julio Scherer. A lo que le contestaba, “gracias a ellas, yo sigo escribiendo”. Me temo, no obstante que las “niñas bien” ya están en extinción.
Una razón más de encontrarme en esa ocasión tan orgullosa es el hecho de que formo parte, gracias a Marco Tardelli, de la fundación de Gabriela Castillo. Su organización se dedica a la defensa de los derechos humanos de los migrantes legalmente establecidos e indocumentados en Estados Unidos. Gaby trabaja para que nuestros paisanos tengan un mejor status de vida e integrar a las comunidades a la vida social y económicamente activa del país, en una palabra, a estas mujeres hay que empoderarlas.
Al otro día del homenaje seguían los festejos. Blanca Alcalá, expresidenta municipal de la ciudad de Puebla, ex senadora y exembajadora de México en Colombia, reunió en un desayuno a Beatriz Meyer, escritora; Coral Castillo, presidenta de 5 Radio; Ana Patricia Montero, presidenta de Tribuna Comunicaciones; Diana Calderón, Elsa Bautista y Lourdes Dib, presidenta de la Barra de Abogados. En la reunión solamente se encontraban dos varones, el empresario Luis Ángel Casas y el doctor Enrique Goldbard.
En ese desayuno, fui dos veces feliz, gracias a las niñas bien poblanas y a que comí mi primer chile en nogada. Y todo esto por lo que escribí en el Unomásuno, hace cuarenta años.
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