El mes de marzo reviste mucha importancia debido a que se conmemora entre otros días relevantes el primero de marzo, como el Día para la Cero Discriminación, proclamado así por la Asamblea General de las Naciones Unidas, con ello se busca generar un movimiento, un llamado para promover el derecho de cada persona a vivir una vida digna, una vida plena en toda la extensión de la palabra, que la persona pueda vivir de manera independiente en cuanto a su sexo, religión, edad, color de piel, condición social, lugar del que proceda, su condición médica, opiniones o cualquier otro motivo.
Partiendo de la concepción de que la discriminación se refiere a cualquier acto o comportamiento que tiene por objeto o resultado la violación de los derechos humanos fundamentales que todas las personas disfrutan en pie de igualdad, podemos abstraer la base del derecho humano del que hablamos, como lo es el derecho a la igualdad, mismo que, en esa línea argumentativa sería pertinente decir que por lo tanto debería conocerse como la celebración del día de la igualdad, ya que desde mi perspectiva es más eficaz, exaltar las acciones en positivo y no en negativo como sucede si decimos no discriminar, en lugar de referirnos a tratar a todos por igual.
Estos esfuerzos por conseguir un mundo más justo e igualitario para todos desgraciadamente no son suficientes pues la discriminación sigue socavándolos, tan es así que, muchas personas se enfrentan y sufren día a día discriminación por quiénes son o por lo que hacen; lo que no solo afecta a individuos o a grupos de personas discriminados, sino que nos hace daño a todos.
Un ejemplo de ello lo constituye limitar el acceso a la educación de las niñas y las mujeres jóvenes, cosa que, no solo les perjudica a ellas, sino que además impide que las sociedades se beneficien de una fuente de talentos más amplia, puesto que las mujeres cuentan con talentos propios de su género; aunado a que, Discriminar a las personas por motivos raciales causa sufrimiento individual y debilita la cohesión social.
En nuestro sistema nacional, el derecho humano a la igualdad sustantiva se presenta como el acceso a tener el mismo trato y oportunidades para todas las personas, con el objetivo de que le sean reconocidos el goce o ejercicio de los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Remembrando a Hans Kelsen, la igualdad irradia desde el centro de nuestro ordenamiento supremo, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, desde su artículo 1°, que en la parte conducente señala:
“…Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.”
Dotando con ello de legitimidad y garantismo constitucional al derecho de igualdad, ya que prohíbe discriminar, enunciando más no limitando, las categorías sospechosas o vulnerables que por cuestiones históricas han sido flageladas por la discriminación.
Además, el derecho humano de la igualdad se complementa con el artículo 4° Constitucional que consagra: “La mujer y el hombre son iguales ante la ley” zanjando tajantemente cualquier suspicacia que pudiera surgir respecto del género de la persona, sin embargo, si consideramos que en el artículo primero ya se ha advertido no discriminar debido al género, técnicamente no deberíamos de hacerlo; entonces por que volver a regularlo en el artículo cuarto.
La respuesta, podría ser, dejando de lado las innumerables razones históricas nacionales de discriminación a las mujeres, que nuevamente el legislador encuentra que a los mexicanos se nos tiene que hablar en positivo, porque si te dicen no hagas, la prohibición tienta a la inobservancia de la norma, y contrario sensu si concretamente en positivo se te indica que la mujer y el hombre son iguales ante la ley; pues, por lo tanto, donde la ley no distingue el mexicano tampoco.
Claro que aun nos queda un camino muy largo por recorrer como nación en alcanzar una igualdad sustantiva, pues es una trinchera que no puede descuidarse ya que en cada acción que se toma por la igualdad sustantiva, hay fuerzas que se oponen a lograrlo, como lo son las candidaturas otorgadas por la igualdad de genero que siempre son cuestionadas.
Desde mi perspectiva la igualdad sustantiva es una lucha constante del día a día, que se consolida poco a poco con paso firme; por eso debemos visibilizar las acciones positivas que ayuden a conseguir la igualdad entre las personas, así aspiramos conseguir parafraseando al Siervo de la Nación, todos seamos iguales y solo nos distinguirá a unos de otros el vicio y la virtud.
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