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Julián de la Chica; ‘El vagabundo del piano’

Por Redacción

Publicado el miércoles, 10 de agosto del 2011 a las 14:00


Julián de la Chica, llamado por algunos como “El Vagabundo del Piano”, ha sido reconocido por ser polémico...

Piedras Negras, Coah.- Julián de la Chica, llamado por algunos como “El Vagabundo del Piano”, ha sido reconocido por ser polémico y contestatario, para muchos genio y para otros un resultado del marketing publicitario.

Rc.- ¿Qué recuerdas del Colombia de tu infancia?

Tengo recuerdos sumamente hermosos, nací en Manizales, una pequeña ciudad en las montañas del centro de Colombia. Recuerdo el café, el colegio, mis amigos y los paseos con mis padres los fines de semana. Recuerdo mis vacaciones de Navidad junto a mis abuelos, escuchando el piano y el acordeón de mi padre. Vengo de una familia muy sencilla, pero bastante musical y bastante alegre.

Rc.- ¿Cómo fue tu debut a los 7 años en el histórico teatro ‘Los Fundadores’?

Muy bello, el primer concierto jamás uno lo olvida. Recuerdo que mi madre alquiló un frac en un sitio de disfraces que se llamaba “Disfraces Mustafa”, los pies no me llegaban a los pedales del piano. El teatro Los Fundadores es muy grande y sentí muchos nervios cuando vi casi 2,000 personas frente a mí. Sin embargo, siempre he tenido una seguridad absurda por mí mismo y al final lo que hice fue disfrutar la música.

Rc.- ¿Qué es para ti el piano?

El piano para mí es un conducto que me lleva a un desarrollo pleno de satisfacción y felicidad en una vía hacia la perfección imperfecta a la que estamos llamados. Más que el mismo piano, yo hablaría de la música: Sin ella no podría existir. Es como aire para respirar. En ella encuentro significado a mis preguntas, escucha a mis plegarias, en ella, aunque encuentro tormento constante, encuentro paz y quietud del alma, es algo irónico.

Rc.- ¿Julián te has presentado a grandes mandatarios y al muy recordado Juan Pablo II, qué significó para ti esto?

Cada concierto que doy tiene como primera búsqueda la satisfacción conmigo mismo; sé que suena egoísta, pero así es, cada concierto tiene la misma importancia, me es indiferente el auditorio, hago música por el hecho de ser feliz, así que donde la pueda hacer, me siento sumamente agradecido. Trato de buscar la excelencia siempre que me siento al piano. Es un respeto hacia lo que creo y hacia lo que me fue otorgado.

Rc.- ¿es cierto que eras pianista de bares y tocabas en una estación del tren?

Sí, no tenía cómo sobrevivir en Europa, así que trabajé en bares tocando las piezas que la gente quiere escuchar y hubo un momento que terminé tocando en un teclado en una de las estaciones del Metro de Madrid. Hoy recuerdo con algo de nostalgia aquella experiencia. Eso me sirvió para ver el mundo con otros ojos y para que mi música esté por encima de mi ego y mis debilidades.

Rc.- ¿Cuál es tu pieza favorita?

Me gusta la música en el concepto mismo que ella encierra, en ese orden de ideas, me gusta cada pieza que me comunica, cada compositor que me habla, trato de trabajar la apertura de mente para apreciar cualquier tipo de pieza. Bach y Satie, compositores preferidos. Qué hacer sin las letras de José Alfredo Jiménez o sin la oscuridad de Philipp Glass.

Rc.- ¿Cómo lograste consolidar tu nuevo espacio de música académica dentro de la vanguardia electrónica?

Creo que no lo he logrado aún, simplemente estoy en un camino donde expongo mi verdad y mi visión, eso es en lo que creo y de ahí que algunos sigan esa vertiente. No me considero creador de nada, pero sí me considero con una propuesta fresca y diferente.

Rc.- ¿Qué has logrado estos últimos años?

Si te soy honesto, los ojos para ver la vida con una grandeza absoluta, la experiencia del perdón, de la humildad y de reconocer nuestros errores. He logrado con el tiempo despojarme de la música para encontrarla de nuevo de manera fortuita. Es lo más bello que ahora, justo que pasó hace poco mi cumpleaños, lo pensaba y daba gracias al Creador por ello.

Rc.- ¿Por qué en la esfera musical se te conoce como ‘The Prince Of The Piano’?

¡Je, je, je!, no sé, porque un día fui a la ópera con una capa castellana y me llamaron Principito, otros El Vagabundo, en fin, cada cual pone lo que quiera.

Rc.- ¿Cuál fue tu primera Obra Sinfónica?

La estrené en febrero del 2009 en Washington, fue una obra por encargo que hablaba de la libertad y de las uniones entre Norteamérica y Sudamérica, comenzaba de una forma bastante tradicional, terminaba con tambores que recuerdan la bella Cartagena.

Rc.- ¿Fue difícil salir de Colombia a conquistar el mundo?

Yo salí de Colombia desde muy niño, pero creo que no se trata de dónde estás, sino de tus sueños y de lo tenaz que seas para ir por ellos. Yo no vengo de una familia rica, ni tengo mayores estudios, y eso no me limitó que lograra llegar a una experiencia que pocos músicos tienen.

Rc.- ¿Tu primer libro ‘El Castigo de Dios’, cómo nació y qué pretende?

Es un libro basado en unos escritos y en la música del compositor colombiano Luis A. Calvo. Se le llamó también el Chopin de Colombia. Vivió en un pueblo llamado Agua de Dios, donde vivían los pacientes que padecían lepra. Detrás de ello construi un amor, mientras la música del maestro suena. Fue una especie también de investigación sobre los tratamientos poco ortodoxos que se practicaron y sobre el trato del gobierno para con los pacientes. Ahora la trabajamos justo en México para llevarla a la pantalla.

Rc.- ¿Cuándo entraste al conservatorio de Moscú?

Nunca estudié en un conservatorio de Moscú. Tuve algunas clases con un grupo de amigos que tenían un gran maestro viviendo en Moscú. Nunca me ha gustado estar de planta en un solo sitio, siempre necesito estar caminando. Por eso estuve en tantas partes y estudiaba cuando se me daba la oportunidad y tenía los medios. Es curioso, pero siempre me han relacionado con Moscú a nivel de estudio, pero realmente me siento un estudiante de la calle.

Rc.- ¿Hacia dónde va tu carrera?
Hacia donde la vida y el destino lo quieran, no lo sé, trato sólo de ser consecuente con lo que la vida me pone enfrente y de hacer lo mejor que puedo con ello.

Rc.- ¿Cómo surge tu proyecto de masificar la música clásica para los jóvenes?

De las propias vivencias de mi edad, amo la electrónica y a veces me aburre la música académica, me di cuenta que era algo normal en la gente de mi edad, así que decidí volver más propio lo que hacía y llevar el academicismo a mi esfera juvenil, es un trabajo muy honesto, pienso. Es algo extraño, pero muchos piensan que la masificación es ponerle un “beat” a una composición clásica, creo que masificar va mucho más relacionado con la estructura cultural, familiar del individuo y sin lugar a dudas del contexto en que te desarrollas, acá en Nueva York, por ejemplo, mis amigos de mi edad conocen muy bien de la música académica, así que no sé, es algo que habría que replantear.

Rc.- ¿Por qué te llaman Irreverente?
No sé, por ser contestatario, pero exponer con respeto mis ideas y por no ir en la vía regular de la música, mi experiencia es muy diferente y aunque sé que no todos la han vivido así, tampoco tengo porqué vivirla como la vive el resto de la gente. Por unir el mundo de la electrónica con el mundo clásico, por pensar que la música va más allá de lo que se enseña en un conservatorio. Cuando estuve en alguno sentí que me estaban enseñando a tocar el piano, yo buscaba que me dieran herramientas para ser un gran profesional de la música.

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