Los barrios son el tejido conectivo que da vida a la ciudad, sus calles, casas y edificios que representan una estricta relación social, con un sentido de pertenencia y solidaridad que fortalece a la comunidad.
Un barrio (del árabe hispánico bárri, significa “exterior”, y este del árabe برّيّ barrī, “salvaje”). Fueron generados por los conquistadores españoles, como una especie de subdivisión que cobra identidad propia, que lo mismo se conformó en torno a un pueblo, parroquia o al mismo Centro Histórico de la ciudad.
El antaño Saltillo contó con barrios “casi en cada esquina”, dado el escaso territorio al principio de los primeros años de su fundación, y hasta muy prolongado periodo, que fueron desapareciendo con el tiempo, algunos conservan su estatus y otros fueron borrados por la urbanización moderna, quedando sólo el recuerdo de cada uno de ellos; fueron de mucha utilidad cuando inició el Servicio Postal Mexicano.
Los “barrios de antaño” de Saltillo incluyen zonas fundacionales como el Águila de Oro, el Ojo de Agua, Santa Anita y el barrio de la Topo Chico, el de Bellavista y El Mirador, que son parte esencial de la historia de la ciudad.
Hay una lista de cada uno de ellos que identifica una zona poblacional de Saltillo o un lugar histórico, algún accidente geográfico o la instalación de alguna factoría que los identifican y que la gente los utilizaba para ubicar la dirección de algún comercio, de un familiar o un vecino. Así recordamos a barrios como El Molino, El Fortín de Carlota, Guanajuato, Los Cerritos, El Barrial, Chapultepec, San Luisito, Los Pilares, La Parra, Las Huertas, Ojo de Agua, Topo Chico, Águila de Oro, La Calcinadora, La Fundición, Santa Anita, Las Varas, El Calvario, La Loma Trozada, Atotonilco, El Ristre, El Callejón del Diablo, El Kelso, El Gato Negro, La Huilota, Los Bosques. El del Santuario, el de Salazar, la Aurora, el Cerro del Pueblo, Los Panteones etc.
Y algunos otros que tomaron el nombre de los antiguos molinos de trigo que eran: los de Belem, La Concepción, La Esmeralda, El Labrador, La Purísima, El Porvenir, La Goleta, Eureka, El Molino Nuevo, El Fénix y La Colmena.
El primer barrio que aparece en la historia de la ciudad es el del Ojo de Agua, luego le siguen el de Santa Anita y el del Águila de Oro. Este comprende muy pocas calles y como eje central la calle de Bolívar, en su tramo de General Cepeda, a Abasolo.
El barrio del Ojo de Agua formaba parte del camino de entrada natural de los viajeros que provenían de México, San Luis Potosí o Zacatecas desde los tiempos coloniales. Hay otro aspecto histórico, pues el lugar cuenta con un manantial que dio pie a españoles y portugueses para fundar la ciudad del Saltillo.
Otro de los barrios populares de la ciudad es el de la Guayulera, ahora convertido en la colonia Rodríguez Guayulera, que adopta el primer nombre de un personaje de la barriada y en segundo término porque ahí se ubicó en el primer tercio del siglo pasado una fábrica procesadora del hule para llantas, extraído a la planta desértica denominada así, “guayule”.
Hay otro barrio histórico, Landín, que adopta el apellido del gallego Juan Landín, que se dedicó a la agricultura y la ganadería en esa zona y que construyó además una iglesia, que es el emblema del conglomerado.
Cercano a Landín esta o estuvo el barrio de las Ladrilleras, que formaba parte de San Nicolás de los Berros.
Los tlaxcaltecas traídos por los españoles para domeñar a los indios salvajes de esta región, crearon sus propios barrios; a saber, el de San Esteban, de Santa Ana, de la Concepción y el de la Purificación.
Finalmente, también hay que mencionar al “barrio del andrajo”, en las actuales calles Dionisio García Fuentes y Arteaga, en su tiempo el norte de la ciudad.
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