Arte
Hace 5 años
El Programa GAMER – La Era de los Sheitans, es el primer volumen de la trilogía El Programa GAMER, una historia de ciencia ficción juvenil en la que la pesadilla de muchos es el sueño de otros, pues el fin del mundo ha llegado, monstruos de las profundidades emergen para acabar con la humanidad, sin embargo un grupo numeroso de jóvenes se había preparado, sin saberlo, para enfrentar precisamente a ese tipo de oponentes.
Esos jóvenes son los videojugadores, más de dos billones de hombres y mujeres, de varios rangos de edad, que han salvado a la humanidad incontables ocasiones en simulación. Ellos han enfrentado grandes dificultades y encontrado la manera de salir airosos en combates contra demonios, invasores espaciales, zombies, nazis y criaturas celestiales.
Así sólo ellos están listos para luchar contra la amenaza que son las bestias conocidas como sheitans, pero hay un problema: Aunque sus mentes están preparadas para el combate sus cuerpos no lo están, por ello es necesaria una cuidadosa selección de aquellos videojugadores más aptos para esta lucha, a fin de alistarlos para la batalla de sus vidas, esta vez en el mundo real.
Segundo mes
—¡NO PERMITAN QUE SE ACERQUEN! ¡DISPAREN, VAMOS, VAMOS, VAMOS!
Eran varias decenas de soldados que habían formado un cerco con vehículos, la mayoría de
ellos camionetas militares; disparaban desde adentro en contra de las bestias, les daban con todo lo que tenían y no les hacían nada, los monstruos seguían avanzando. Había fuego alrededor, los edificios estaban en llamas. La misión de estos hombres y mujeres era cortar el avance de las criaturas en medio de una de las avenidas centrales de la zona urbana, una avenida muy amplia, rodeada de altos edificios que empasillaban su ubicación, debían obtener tiempo, retenerlos todo lo que pudieran; sólo había un lugar de donde podría venir el ataque, por el frente; cientos de criaturas se acercaban a alta velocidad, salían de entre los incendios, intactas por las flamas; vieron siluetas de cosas enormes que se movían desde dentro de una pared de fuego, estaban asustados, era algo que no habían visto antes, algo que no creían fuese posible.
—¡NO TEMAN, SÓLO DISPAREN! ¡TÚ, LEVANTA ESA ARMA, DISPÁRALE A ESE MALDITO!
Comenzó a temblar, el suelo se resquebrajó, un soldado perdió el equilibrio y cayó; otro soltó su arma, todos se miraron, volvieron a ver a las bestias, estaban más cerca, los disparos habían cesado, esas cosas estaban ganando terreno; uno trató de levantarse, de volver a disparar, los temblores se intensificaron, los edificios a un lado cayeron; escombros llovían desde las alturas, un pedazo de concreto le aplastó la cabeza a un hombre, el casco quedó incrustado en su cráneo, los ojos se le habían salido, nadie más que un joven soldado lo notó. El suelo se hundió, se formó un agujero, luego otro, más criaturas emergieron, estaban ahí mismo, a metros de los soldados, entre ellos; pudieron verlos. Una criatura tomó a un robusto militar, lo vapuleó, lo movió con violencia y separó el torso de las piernas; otra estaba sobre un pobre desgraciado, la bestia hincó sus dientes en medio de su espalda, en su columna, la retiró como si fuera la de un pescado, sacándola casi completa de entre el cuerpo de ese sujeto, el hombre pudo vivir algunos segundos, más de los que hubiera deseado. Hubo más temblores, de mayor intensidad; después se formó un enorme pozo que se tragó a todos los soldados, todos sus vehículos, todo el equipo que llevaban; enormes criaturas continuaron emergiendo.
Había mucho ruido, de detonaciones de arma de fuego, explosiones, granadas que estallaban, bazookas que impactaban contra los muros, rugidos horribles de un sonido entonces desconocido, gritos humanos, motores que no arrancaban. En tierra camiones con torretas montadas de alto calibre disparaban sin detenerse en contra de cada criatura, circulaban por entre las calles, seseaban para evitar chocar contra las bestias que intentaban golpearlos con sus cuerpos, la mayoría lo conseguían; una criatura del tamaño de una casa fue a estrellarse en contra de una camioneta, la alcanzó por un costado y la mandó a volar por varios metros, chocando contra el pavimento. Otros vehículos subían montículos de escombro con gran dificultad, buscaban evadir las partes más atestadas, rodear a las bestias y colocarse en una mejor posición para disparar; se volvían blancos fáciles, los montículos los retenían demasiado tiempo, las bestias lograban rodearlos, sólo se escuchaban disparos durante algunos segundos, luego sólo rugidos. Un bugie iba muy rápido, tenía gran maniobrabilidad; el conductor era hábil, esquivaba a las criaturas, frenaba, cambiaba de dirección y volvía a correr a toda velocidad, sus acompañantes disparaban en contra de cada monstruo que veían, no lograban matarlos pero conseguían lastimarlos, hacerlos más lentos.
Había tanques, decenas de ellos, disparaban con todo lo que tenían, causaban tantos daños
a la ciudad como las criaturas; una y otra vez erraban sus disparos ya que las bestias eran muy rápidas, para cuando colocaban una en la mira y disparaban, el monstruo ya no estaba ahí. Un tanque M1 Abrams iba a toda máquina, acababa de disparar su cañón principal, al interior sus tripulantes intentaban recargar tan pronto pudieran, impactaron a una bestia, una enorme; se levantó el pavimento tras el vehículo, el tanque no pudo avanzar más, el monstruo lo detenía con su cuerpo, lo abrazaba, trataba de levantarlo, lanzaba zarpazos sobre el blindaje, logró atravesarlo. El cañón había quedado inutilizable, no había línea de disparo, no quedó más que accionar sus metralletas hacia el exterior, directo al cuerpo de la criatura; no le hacían nada, ni siquiera la hacían sangrar. Unas enormes garras atravesaron el tanque, penetraban cada vez más dentro de la cabina, cortó a un soldado por la mitad, todos quedaron cubiertos de sangre; la bestia abrió el vehículo como si fuera un cascarón, el resto de los soldados no pudo huir. Otro conductor de tanque los vio, disparó contra ellos, fue lo único que pudo hacer, a la bestia sólo la hirió superficialmente.
—¡Son demasiados, no les hacemos daño! —Estaba estupefacto, aturdido por el ruido, por los temblores; había bestias por todos lados, contó diez, veinte, luego cien, dejó de contar. Volteó a ver a sus compañeros, corrían como si no supieran a dónde ir, disparaban al este, cambiaban de dirección y ahora al norte; no fallaban, había tantos que, sin importar a dónde se disparase, acertarían a algo, pero eso no hacía diferencia.
Era como un tsunami que avanzaba destrozando todo a su paso, los disparos apenas y los ralentizaban; los soldados fueron obligados a replegarse, algunos corrían mientras otros disparaban; entraban a las casas, a los edificios, sacaron a cientos de personas; una vez afuera les ordenaron correr, había decenas de helicópteros de transporte, todos listos para despegar, hacia ellos debían de ir. Corrieron, cargaban niños, mascotas, objetos de valor que no pudieron o quisieron dejar. Una mujer tropezó, nadie la notó; cayeron niños, bebés, todos fueron dejados atrás, la multitud no paraba de correr, nadie pensaba en ayudar a otros.
Sólo pasaron unos minutos y los helicópteros comenzaban a despegar, estaban tan cargados como les era posible; cientos de personas no alcanzaron lugar, gritaban, lloraban. Muchos trataron de sujetarse a cualquier parte de las aeronaves, eran empujados por los soldados, caían de vuelta al piso. Las criaturas les dieron alcance mientras despegaban, pudieron huir, vieron desde las alturas como todos los rezagados eran destazados; gracias a ellos fue que pudieron escapar, las bestias estaban ocupadas con tanta gente que ignoraron los helicópteros. La ciudad ardía, estaba en llamas, el humo tenía una tonalidad rojiza, olía terrible, a sulfuro y carne quemada; en el aire el cielo se oscureció, cientos de helicópteros salían de la metrópoli mientras ésta desaparecía lentamente en el fuego.
Tercer mes
—¿Cómo se atreve a proponer algo así?
—¡Esa ciudad está perdida, igual que todas las demás! ¿Qué no lo ven? ¡Debemos volar esas cosas!
—Pero… hay tanta gente.
—Evacuamos a tantos como pudimos, ya no podemos volver a entrar, esas personas ya
están muertas. ¡Maldición, me sorprendería si quedaran más de mil!
—No puedo aprobar una medida así.
—¡Señor Presidente, es lo único que nos queda por hacer!
Volteó a mirar una gran pantalla, estaban en teleconferencia; distintos mandatarios dialogaban entre sí, todos tenían el mismo problema y todos buscaban una solución definitiva. Uno de ellos, iracundo como pocos, antiguo enemigo de la mayoría de sus ahora aliados, proponía su solución final. —“Cobardes”. Pensaba al ver cómo sus contrapartes dudaban ante una elección tan obvia.
—Un ataque nuclear a nuestras ciudades, sólo eso nos queda.
La elección no fue fácil, no vieron mejor alternativa, eran ciudades arrasadas por las criaturas, no podían seguir enviando soldados a su muerte en su intento de sacar a más personas. Se dio la orden de ataque, bombardearían las tres ciudades más afectadas, luego harían lo mismo con el resto.
—“Aléjense de la zona cuanto antes, llegarán dentro de poco”.
Los soldados recibieron la llamada que esperaban desde hace tres meses, la orden de retirada.
—Finalmente esos idiotas comprendieron que no podemos hacer nada contra esas cosas, hasta que actúan. —Decía un soldado quejoso, fue el primero en recoger sus cosas y montarse en el camión.
Todos se movieron rápido, levantaron el centro de mando en pocos minutos. Era de día, esas cosas no salían tanto durante el día, quizá les incomodaba la luz del sol; aunque las noches eran un verdadero infierno.
Escuchaban disparos lejanos, algún compañero se defendía de una criatura, no se escuchaban esos ruidos, los que esas cosas hacían, seguramente era una bestia solitaria.
Voltearon a ver por última vez la ciudad, la más famosa del mundo, una de las más grandes y, por lo mismo, más arrasadas por las bestias. Sus enormes edificios ardían al centro, siluetas descomunales se veían caminando entre las llamas. Las fuerzas militares habían tratado de recuperarla, de rescatar a las miles de personas que permanecían en ella; lucharon los últimos tres meses y no lograban recuperar terreno, lo contrario, cada día debían replegarse más y más. Por fin la habían dado por perdida, esa ciudad ya no existiría más, tampoco esas cosas que la estaban destruyendo.
—“Que al menos tengan una muerte rápida”. —Pensó uno de los soldados al recordar los rostros de esas personas que no pudo sacar, las había visto refugiadas dentro de un edificio departamental, no habían podido pasar a las bestias que deambulaban afuera.
Se montaron en camionetas y partieron rápido, dejando atrás las tiendas de campaña, torretas, comida, municiones; no querían perder demasiado tiempo, debían alejarse tanto como pudieran, sólo contaban con algunas horas antes de la llegada de las bombas, antes de que todo acabara.
Las horas transcurrieron, el cielo se iluminó, tres ciudades desaparecieron por completo.
—Envíen los “drones”. —Dijo el disgustado Presidente, no se quitaba las manos del rostro, no se atrevía a ver a nadie. —Más vale que esas cosas estén muertas.
Desplegaron cientos de pequeños “drones” que transmitían con sus cámaras la imagen
apocalíptica esperada, edificios derribados, calles repletas de escombros, fuego por doquier.
—Los veo… están muertos, hay algunos cuerpos… no, esperen, algo se mueve.
Esas cosas salían de los restos de las edificaciones, de nuevos pozos en el suelo que se iban formando; caminaban la ciudad devastada, se erguían triunfantes; algunos encontraban restos humanos carbonizados, los devoraban, ahora tenían mucha comida, ya no habría que buscarla. La ciudad ahora era suya.
—¡Maldición! No les pasó nada… Cancelen el resto de los ataques.
—Que regresen… No dejen que salgan de ahí.
Fue la combinación de fisionomía, entonces desconocida, de las criaturas y el hecho de que gustaban construir sus madrigueras muy profundo bajo tierra, lo que les permitió soportar los bombardeos. La terrible e ineficaz acción para destruir al enemigo más adelante sería recordada como “El Gran Error”. La idea de otro ataque de esa magnitud quedaba descartada mientras no se conociera más acerca del oponente al que se estaban enfrentando, para ello era necesario tiempo y ese transcurría sin ver resultados.
Continuará…
Obtén más información de El Programa GAMER – La Era de los Sheitans, así como sus secuelas: El Programa GAMER – Tormenta de Fuego y El Programa GAMER – Infierno en la Tierra, desde su sitio web oficial o desde su página de Facebook: https://elprogramagamer.com/ https://www.facebook.com/ElProgramaGAMER
Espero que disfrutes de estas entregas de El Programa GAMER – La Era de los Sheitan
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