Coahuila

Publicado el domingo, 5 de octubre del 2025 a las 03:35
La mesa directiva del bosque, preocupada por cuidar sus hermosos paisajes, y sus lagos de ensueño, y temerosa de que alguien pudiera invadirlos y destruirlos, quiso, a imagen de otras regiones, poner un monarca, que implantara el orden y la justicia, un poderoso rey que los gobernara y los defendiera, aunque tuvieran que brindarle tributo y pleitesía.
Por tal imperioso motivo, fueron a preguntarle primero al robusto cedro, y le propusieron: “Queremos que seas nuestro Rey”. A lo que éste con firmeza contestó: ¿Quieren que renuncie a mi excelsa madera con la que se hacen los más finos muebles del planeta, para ir a presumir por encima de los otros? Nunca.
Fueron entonces, con el milenario olivo, y le rogaron: “Sé tú nuestro rey”. A lo que éste con legendaria sabiduría les contestó: ¿Y renunciar al aceite del que se glorían los dioses y utilizan los hombres para curar y consagrar, e ir en búsqueda de efímeras distinciones? Jamás.
Fueron entonces con la dulce higuera, y ésta respondió: Y renunciar a mis sabrosos frutos, que alimentan a las aves y disfrutan los niños, para entretenerme con cosas menores: por ningún motivo.
Se encaminaron después con el jubiloso pino, seguros de que por su altísima estatura les diría que sí, pero no fue así, y sólo les dijo: con mi madera se construyen los arrulladores pesebres y los cálidos hogares donde viven felices las familias, así que no puedo distraerme en vanas ocupaciones.
Con mucho apuro acudieron con la famosa vid, a la que desesperados insistieron: Ven tú a reinar. A lo que ella, toda excelsa, les contestó: “Y dejar de alegrar el corazón de los hombres en sus múltiples celebraciones, imposible”.
El penúltimo en la lista, fue el espigado trigo, a quien le ofrecieron tronos y coronas, sin embargo, y sin dejar de cocinar, éste les contestó: No puedo, estoy muy ocupado llevando a la mesa del mundo el pan de cada día.
Finalmente, fueron con la artera e incendiaria zarza, y le suplicaron fuera su reina, ésta, sin pensarlo dos veces, aceptó, aunque les advirtió con un tono altanero y arrogante: “Pero si se arrepienten y no me coronan, o no se someten a mi yugo, me pondré en medio de todos los árboles, e incendiaré sus bosques y ciudades”. (Jc 9, 6-15).
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