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La mirada de Graciela

Por Guadalupe Loaeza

Hace 1 mes

No la conozco y sin embargo la siento muy cercana, será porque, como yo, se educó en un colegio de monjas y porque viene de una familia de 13 hermanos (la mía es de nueve), muy burguesa y conservadora. “No podíamos ni hablar. allí aprendí a amar mi soledad”, comenta sobre la época en que estudió en el Sagrado Corazón.

Me gusta que Graciela diga en sus entrevistas que ella retrata la dignidad de las personas. Me gusta que diga que tiene amigas zapotecas desde hace 45 años pero que prácticamente ya no las ve porque ellas mismas le han pedido que ya no regresara a Juchitán: “Todo lo que está pasando en México es horrible, pero los feminicidios y esos ataques perversos contra las mujeres no se pueden permitir más. Yo no he podido ni fotografiarlo, no puedo ver toda esa violencia, no he ido a Tijuana y a esos lugares. Tengo muchas amigas que han hecho esos trabajos y son maravillosos como denuncia, pero para mí es horrible enfrentarme a eso. Es una tristeza horrible y en la sociedad civil tenemos que hacer algo para frenarlo. Pero es que ahí se encuentran dos tipos de narco, uno contra otro, y ni siquiera puedes ir a protestar porque te toca un balazo” (El Mundo).

Tristeza es lo que advierto en la mirada de la fotógrafa Graciela Iturbide, de 83 años, feminista y de izquierda desde que era muy joven, quien acaba de ser galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Claro que cuando se lo entregaron en el Teatro Campoamor, enfundada en un traje negro muy sencillo y digno a la vez, estaba feliz, pero me di cuenta que cuando la princesa Leonor se dirigió a ella con unas palabras muy bonitas y sentidas, su mirada se iba entristeciendo de más en más.

“Precisamente, querida Graciela”, empezó diciendo la princesa Leonor, que más que princesa parece una modelo de Botticelli, “no dejo de mirar su foto de esa indígena zapoteca con las iguanas en la cabeza. Y la imagino en aquel 1979, esperando con paciencia en el mercado de Juchitán a que aquella mujer y sus iguanas adoptaran la forma, la expresión, que quería atrapar para siempre usted con su cámara. Acabo de decir ‘esperar’ y ‘paciencia’ que, por cierto, no abundan en estos tiempos. Por eso es una fotógrafa sin prisa, con vocación de escritora, estudiosa del cine y gran lectora. Una artista que ha plasmado la fuerza de las mujeres, de la zapoteca de las iguanas, o también la de la mujer seri de Sonora, la ‘Mujer Ángel’ que enlaza presente y futuro en aquel desierto. Ojalá que los jóvenes de mi generación se detengan sin prisa a mirar sus fotografías”.

Quiero pensar que parte de la mirada melancólica de Graciela Iturbide se debe a la muerte de su hija Claudia cuando tenía seis años. Durante muchos años no pudo hablar de este profundo dolor. Fue la época en que comenzó a retratar a muchos “angelitos”, en los pueblos, como ella llama a los niños muertos prematuramente. Lo tomaba como una terapia. Una vez fue Dolores Hidalgo y a lo lejos vio a un señor muy humilde cargando una cajita, con él iba toda su familia, le preguntó si podía tomar fotos al pequeño cortejo; el señor no nada más accedió sino que la invitó a formar parte de él. Al poco rato, cuando ya estaban todos frente a las tumbas, de pronto Graciela se encontró con un cadáver de un hombre todo picoteado por los pájaros.

Con el corazón hecho pedazos, le tomó cuatro fotos. El padre de la niña muerta la miraba desconcertado. Ese hombre muerto de quien nadie sabía nada, ni quién era, ni de dónde venía, la estremeció a tal grado que no pudo evitar pensar que ese hombre era la misma muerte; de pronto una parvada de cuervos ensombrecieron el cielo. “Me olvidé del entierro y me puse a fotografiar las bandadas de pájaros. Me alejé del lugar con la convicción de que había tocado los límites, de que era un ‘ya basta, Graciela, deja en paz a los muertos’. Me vino a la mente un sueño recurrente, en el que una voz grita: ‘En mi tierra sembraré pájaros, en mi tierra sembraré pájaros’. Nunca como entonces comprendí que esa voz me reiteraba: la fotografía es vida, es tu vida”. (La Jornada semanal).

Por último me pregunto si Graciela Iturbide no vive diariamente un duelo por su hija Claudia y por su país, que tanta tristeza le inspira. Sin embargo, pienso que le ofreció el premio de la Princesa de Asturias a México, así como a su hija Claudia, y aunque Sheinbaum no la felicitó, ¡¡¡yo sí!!!

 

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