Todas las personas poseemos alguna aptitud o destreza que nos distingue: habrá unas que sean más evidentes que otras, pero cada una de nosotras tiene algo especial. Puede ser un talento artístico o deportivo, una característica personal o actitudinal, o quizás la facilidad para aprender un idioma, etc.
Una de las habilidades más preciadas tanto en el ámbito social como en el profesional es la capacidad de trabajar en equipo. De hecho, esta es una de las principales exigencias que se consideran al contratar a una persona en la gran mayoría de los entornos laborales. En líneas generales, para que la mayoría de los proyectos prosperen se requiere la ejecución coordinada de diversos profesionales que aportan sus conocimientos y especializaciones únicas.
Pensemos, por ejemplo, en un equipo de futbol: se trata de un deporte donde hay distintos roles y funciones bien delimitadas. Si intentáramos conformar un equipo con solo porteros o delanteros, por muy dotados que fueran individualmente, sería muy difícil que ese equipo consiguiera buenos resultados.
Es lo mismo en el mundo profesional, pero también en la vida en general. Pero ¿qué se necesita para cooperar eficazmente y para que un equipo funcione bien? Considero que hay varios factores esenciales, pero en este espacio quisiera destacar solamente tres de ellos.
En primer lugar, el aspecto más importante que hay que cuidar es compartir un objetivo común. Si hablamos, por ejemplo, de un grupo de personas que trabajan juntas, estas tendrían que coincidir en el propósito de realizar una labor de alta calidad. Quizás podría haber diferencias sobre lo que significa realmente hacer bien un trabajo; en este caso, para disipar cualquier duda, se necesita tener un liderazgo que establezca el rumbo y defina los objetivos a alcanzar.
En segundo lugar, las personas del equipo tienen que comprometerse a aportar lo mejor de sus capacidades para obtener ese resultado. Esto se traduce en disciplina, compromiso y responsabilidad. Si quienes integran el equipo no se comprometen de la misma manera a conseguir el resultado establecido y no asumen la misma responsabilidad hacia ello, es muy probable que el equilibrio, vital para la cohesión del equipo, se quiebre. Esto generaría fracturas significativas en su interior, afectando no solamente el resultado final, sino también el rendimiento de las personas que siguen dando lo mejor de sí mismas.
En tercer lugar, es de fundamental importancia mantener una comunicación eficaz y asertiva que permita a las personas del equipo compartir sus ideas para la mejor consecución del objetivo y, a la vez, advertir sobre posibles riesgos que perciban. Pero para que esta interacción sea efectiva, no puede ser unidireccional. Además de aprender a expresar nuestros pensamientos, también debemos ejercitar la escucha activa de las propuestas de los demás, que podemos decidir integrar o no gracias a nuestro criterio.
Sin embargo, el verdadero elemento que mantendrá unido a ese equipo es la confianza. Si no existe confianza hacia y entre las personas que lo integran, es muy poco probable que se consigan logros positivos.
La confianza se edifica sobre los pilares que ya mencionamos como esenciales para que el engranaje del equipo funcione correctamente: tener un propósito compartido, disciplina, compromiso y responsabilidad, y comunicación eficaz y asertiva. Confiar significa tener la certeza de que todas las personas brindarán su máximo esfuerzo para conseguir el mejor resultado posible.
Quizás no se alcance el resultado esperado, porque siempre hay un margen de error y áreas de mejora que se pueden identificar con una sólida retroalimentación.
Al final del día, el único verdadero impedimento para el buen desempeño de un equipo son los egos que nos impiden reconocer que todas las personas, incluso las más competentes, cometemos errores. Porque de esto se trata: no solamente de trabajar en equipo, sino de ser un equipo.
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