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Coahuila

Las personas de la felicidad

Por Irene Spigno

Hace 5 meses

A lo largo de la vida, estamos rodeados de muchas personas, que cambian en sus distintas etapas y momentos. A veces hay figuras que, a pesar de su presencia constante, de los esfuerzos que invertimos en ellas y de los lazos que nos unen, nos restan paz, drenan nuestra energía y nos llenan de inquietud.

Son relaciones que se sienten como una obligación, que exigen sin reciprocidad, que critican, desvalorizan o generan culpa. También puede que tengamos cerca a personas que, aunque no ocupen un lugar central en la rutina diaria, están siempre ahí, para y con nosotras.

Desde el inicio de su existencia, la humanidad ha buscado la felicidad, muchas veces en lugares lejanos, en momentos fugaces o en logros importantes. En otras ocasiones hemos hablado de cómo se puede “cocinar” la felicidad, destacando como se trata de una responsabilidad de cada quien prepararla.

La semana pasada, en este mismo espacio, exploramos los “lugares de la felicidad”, esos sitios donde el alma encuentra refugio. Pero ¿qué pasa cuando la felicidad no es un dónde, un cuándo o un cómo, sino un quién? Así como existen lugares de la felicidad, también existen “personas de la felicidad”.

¿Quiénes son estas personas? Son quienes, con una presencia constante, aunque discreta, representan un refugio seguro al que siempre podemos volver. Son sinónimo de hogar y apoyo. No necesitan explicaciones largas de nuestros estados de ánimo; ya saben.

Tal vez sea una amistad de la infancia que conoce nuestras grietas y fortalezas sin palabras, o alguien de nuestra familia que, desde la distancia y sin juicio, transmite una serenidad que nos envuelve. Puede ser también una persona que, con su ejemplo de vida, se convierte en modelo e inspiración. Las “personas de la felicidad” no piden nada a cambio, solo ofrecen su ser.

Vale la pena preguntarnos: ¿tenemos el derecho de elegir nuestro círculo cercano sin cargar con culpa al tomar distancia de quienes, aunque sin intención, nos dañan, para acercarnos a nuestras “personas de la felicidad”?

Mi respuesta es que sí, lo tenemos. Además de ser un derecho, es una responsabilidad cuidar nuestra paz interior, no solo como acto de autocuidado, sino como un acto de justicia hacia nosotras mismas. Esto nos permite mantenernos en equilibrio y reconocer nuestro valor e incluye también el derecho y la responsabilidad de decidir a quién dedicamos nuestro tiempo, nuestra atención y nuestro afecto.

Querida persona lectora: te propongo una tarea esta semana. Identifica a tus “personas de la felicidad”. Valóralas, quiérelas, agradéceles y permite que su luz siga iluminando tu camino.

Al hacerlo, no solo te haces justicia, sino que abres la puerta a construir una vida más plena, justa, serena y, de verdad, feliz.

 

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