Manolo Jiménez rindió su segundo informe en el mismo escenario (el Coliseo Centenario de Torreón) donde Humberto Moreira tácitamente se despidió de la Gubernatura para lanzarse a una aventura que no sólo selló su carrera política, sino también fue anticipo de la virtual extinción del PRI. El estilo y aficiones del Gobernador de turno marcan su sexenio. Sin embargo, por ellos no se trasciende, sino por los resultados, la obra realizada y las decisiones tomadas para dotar al Estado de mayores fortalezas. El lastre de la deuda ha maniatado a las últimas administraciones e impedido la realización de grandes proyectos. Jiménez se desempeña en ese contexto. Mantener la gobernanza y la seguridad son por ahora sus logros principales.
Reconocer la participación de otros gobiernos —previos al “moreirato”— en la construcción de un estado económica e industrialmente sólido, seguro para la inversión y la atracción de habitantes, es un acto de justicia que lo honra. Uno de los gobernadores que hizo más por Coahuila y sus regiones fue Óscar Flores Tapia. La transformación de Saltillo y su conversión, junto con Ramos Arizpe, en polo industrial de primer orden, se deben a él. Ensayista, narrador y poeta, como es presentado en la Enciclopedia de la Literatura en México, el impulso que dio al arte y la cultura no ha sido igualado. El Teatro Fernando Soler vivió en su sexenio sus mejores tiempos.
Las principales vialidades de la capital, más tarde ampliadas y modernizadas, forman parte de su legado. En una ocasión le acompañé a supervisar la construcción del Paseo de la Reforma. Jamás he visto tal cantidad de obreros y maquinaria trabajar a un ritmo febril. Desde la calle José María Lafragua la vista se perdía. Con la misma espectacularidad observé la entrega de cientos de tractores y maquinaria agrícola en el Valle de Jamé y la puesta en marcha de un sistema de riego, con aguas del río Bravo, en Hidalgo, ambas presididas por José López Portillo. Flores Tapia no endeudó al estado; al contrario, pagó la deuda que heredó.
Eliseo Mendoza Berrueto tenía en mente grandes proyectos como Gobernador, pero la situación económica del país había cambiado. Para colmo, el presidente Miguel de la Madrid declaró que el último año de su Administración —primero de EMB— no sería de inauguraciones ni de primeras piedras. Adiós ilusiones. Sin embargo, Mendoza Berrueto ideó una política de desarrollo social para llevar obras y servicios a las comunidades más apartadas con la participación económica y la mano de obra de colonos y campesinos, base del Programa Nacional de Solidaridad. También construyó libramientos y promovió la autopista Saltillo-Torreón, la doble vía a San Pedro y la ampliación del aeropuerto Francisco Sarabia. Para elevar la capacidad económica del Gobierno creó el Impuesto Sobre Nóminas sin el cual la situación del estado, por la deuda, hubiese sido aún más grave.
José de las Fuentes, Rogelio Montemayor y Enrique Martínez contribuyeron también al desarrollo de Coahuila, de acuerdo con las condiciones en las cuales gobernaron. La deuda cero enriquista era un hito, pero su sucesor lo arruinó. Miguel Riquelme hizo lo que estuvo a su alcance después de un despegue incierto. Reconciliar al estado después de un docenio trágico fue acaso su logro principal. Manolo Jiménez tiene cuatro años por delante para dejar huella, más allá de la disciplina financiera y la seguridad. (Aclaración de interés: con Óscar Flores Tapia y Eliseo Mendoza Berrueto me unen lazos de amistad, gratitud y su recuerdo).
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