Internacional
Por EFE
Publicado el sábado, 9 de noviembre del 2024 a las 11:57
La Habana.- Los dos apagones totales que ha sufrido Cuba en las últimas tres semanas son un desastre económico, político y social que vienen a ahondar la crisis multidimensional que sufre el país.
Cuba sigue recuperándose este sábado del apagón total que provocó hace tres días el paso del huracán de gran intensidad Rafael por el occidente de la isla. Apenas 19 días antes, una avería en una central termoeléctrica clave hizo también colapsar el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) y dejó a oscuras el país por más de tres días.
Las consecuencias de estos cortes de varias jornadas son imposibles de listar: de la paralización del tejido productivo a la pérdida de los alimentos refrigerados en tiendas y hogares, de las colas en las gasolineras a la suspensión del abasto de agua, pasando por la paralización de las escuelas y las afectaciones en hospitales, el transporte y el preciado sector turístico.
A nivel macroeconómico el golpe es evidente. “Yo esperaría una caída muy significativa del producto interno bruto (PIB) este año”, asegura el economista cubano Pavel Vidal, que augura “la tercera recesión desde la pandemia” para Cuba.
A su juicio, el país ha caído en la “trampa de la pobreza” y se le han agotado “las capacidades y posibilidades de recuperación”. “Aunque se hagan bien las cosas, ya no hay capacidad de salir de esta crisis”, argumenta.
Tamarys Bahamonde, economista y doctora en Políticas Públicas, considera que “en un país con las condiciones tan precarias -sociales y económicas- que tiene Cuba, el impacto de la paralización del sector productivo y la provisión de servicios es devastador”.
“ No hay crecimiento, no hay desarrollo y no hay satisfacción de las necesidades humanas en el siglo XXI sin electricidad”, zanja en declaraciones.
Además de destacar el impacto en la productividad y la eficiencia de las empresas por los costos directos e indirectos de los apagones, Bahamonde subraya la situación en la que los cortes eléctricos prolongados dejan a las personas.
“ Los ingresos de la mayoría de los cubanos no les permiten navegar este contexto de inseguridad alimentaria y crisis energética de forma simultánea con éxito”, afirma.
Sobre este punto incide Rita García, directora del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo, quien refiere el “terrible agotamiento físico y mental” de “cada anciano, cada niño, cada madre” en esta situación.
“ Ya las personas no lo soportan más: es terrible. Más horas (de apagón) que en el periodo especial. Estamos en 20 horas al día y estamos desesperados”, refiere sobre la ciudad de Cárdenas.
García relata asimismo la “tensión” que supone para su institución mantener la atención a 120 ancianos muy vulnerables, a los que llevan comida diariamente a sus domicilios.
La socióloga cubana Cecilia Bobes cree que en esta situación pueden producirse “protestas aisladamente”, aunque no un “estallido parecido al del 11 de julio” de 2021, las mayores manifestaciones antigubernamentales en décadas.
La “extrema precariedad” atiza la “indignación”, la “ira” y un “sentimiento de injusticia”, explica Bobes, pero provocan asimismo tristeza y desesperanza, que desmovilizan, como también lo hacen la necesidad de asegurar la supervivencia y el despliegue de “recursos” de las autoridades para evitar protestas.
Para la antropóloga social Katrin Hansing, profesora de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY) y experta en Cuba, los prolongados cortes eléctricos están asimismo generando “mucha incertidumbre”, una “energía muy negativa” que provoca “angustia”, “ansiedad” y “estrés”.
“ Nos hemos despertado a la nueva realidad de que en cualquier momento se puede ir la luz por mucho tiempo y saber eso produce no sólo una enorme incertidumbre, sino también un malestar permanente”, explica.
Hansing argumenta que estos apagones totales han puesto el foco de forma simbólica, pero también más general, en “un sistema que está muy frágil”, algo que alienta las dudas sobre “el futuro de este país”.
Cuba se encuentra sumida desde hace cuatro años en una grave crisis. A los prolongados apagones diarios se suma la escasez de básicos (alimentos, medicinas, combustible), una inflación que ha triplicado los precios, una creciente dolarización y una oleada migratoria sin precedentes.
La pandemia, el endurecimiento de las sanciones estadounidenses en el primer mandato de Trump y políticas nacionales fallidas han agudizado problemas estructurales de la economía cubana.
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