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Coahuila

Matar al mensajero

Por Jorge A. Meléndez

Hace 3 meses

“No hay asesinatos en el paraíso”.

Una impactante frase de la interesante película Crímenes Ocultos (Child 44, en inglés) que vi hace algunos años.

Me gustó el filme porque, aparte de que está bien ambientado y la trama mantiene el suspenso, trata sobre cosas tristemente aplicables al liderazgo populista de tantos gobiernos en el mundo.

Como el del Sr. Naranja, por supuesto.

Hombre, recién despidió a Erika McEntarfer, comisionada de estadísticas laborales, simplemente porque no le gustaron las cifras que presentó sobre la generación de empleos en Estados Unidos (EU).

Idéntico a lo que sucede en la película.

Child 44 es un thriller ubicado en la Unión Soviética estalinista, a inicios de los 50, poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Un mundo donde la “historia oficial” es ley, donde no se permite la más mínima disidencia y, peor aún, donde el rumor y la insidia son bases para vengarse y exterminar a enemigos reales o ficticios.

No te arruino la película, pero la KGB le pide al protagonista (un encumbrado héroe de guerra) denunciar como espía a su esposa. Platicando sobre esta tremenda encrucijada, su padre adoptivo le dice: “No lo dudes, es una prueba de obediencia ciega”.

Totalmente.

Y si en la URSS no había asesinatos, en el Estados Unidos de Donaldo J. Trump no puede haber malos datos de empleo.

Y si los hay, me consigo alguien que me invente la realidad que deseo.

Creo mis propios datos.

Cualquier parecido con la 4T es meritita coincidencia. Porque aquí en México nuestro Gobierno no canta mal las rancheras. Cualquier mensaje que no les guste es respondido con insultos y rollos insulsos.

Matar al mensajero.

De las peores cosas que puede hacer un líder.

Porque es exactamente al contrario: lo importante es el mensaje.

Sobre todo cuando este no trae buenas nuevas.

Porque cuando todo sale bien, el mensaje quizá no sea tan relevante. Pero el mensaje se vuelve clave cuando existe algún problema en la política y los negocios, cuando se presenta una crisis.

Ahí lo que procede es una atención ingenieril:

1. ¿Qué pasó?

2. ¿Dónde estamos?

3. ¿Qué opciones existen?

4. ¿Qué se requiere para ejecutarlas?

5. ¿Cómo verificamos el avance?

6. ¿Por qué sucedió esto?

7. ¿Cómo evito que se repita en el futuro?

Por ejemplo, en el caso de los números de empleo, en lugar de matar al mensajero, Mr. Trump debería preguntarse: ¿qué rol juega la incertidumbre de mi política arancelaria en la creación de empleos en EU?

Un buen líder sabe que los problemas no pueden ser ignorados. Sabe que la realidad no puede esconderse. Por lo tanto procura recibir mensajes directos, frecuentes y honestos. Y para lograrlo:

a) Se rodea de un equipo heterogéneo.

b) Promueve un debate franco y abierto.

c) Nunca castiga al disidente inteligente. Al contrario, los procura.

d) Ajusta conforme a los mensajes que recibe.

De esta manera le demuestra a su equipo con hechos que existe libertad de palabra y de acción. Les demuestra que lo que importa es el mensaje. Les demuestra que nunca matará al mensajero por lo que le dice.

Concluyo regresando a la película.

Resulta que el protagonista no obedece, se rehúsa a denunciar a su esposa. Y por lo tanto termina exiliado a Volsk, un pueblo que alguien describe como “el escusado del mundo”.

Y ahí cuestiona a la autoridad al investigar (por cuenta propia) a un asesino serial. Craso error. Obvio, enfrenta reacciones como: “Si me haces ver mal o retas mi autoridad, te mato” y “¿sabes qué pasa aquí con los que demandan la verdad? Son asesinados”.

Así de claro.

Así de terrible.

Porque cuando los mensajes incómodos no llegan, más temprano que tarde ese mal líder termina por asesinar las posibilidades de éxito de su empresa u organización… o de un país entero.

 

En pocas palabras…

“No hay asesinatos en el paraíso”.

Frase de la película Child 44.

 

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