Nacional
Por Revista Saltillo
Publicado el miércoles, 17 de abril del 2013 a las 23:44
Saltillo.- La leyenda mexica cuenta que alguna vez un rayo cayó del cielo y golpeó de lleno un agave hasta tatemarlo, dando origen al mezcal; de ahí su denominación como “bebida llegada del cielo”.
Aunque este destilado se produce en diferentes partes de México, en Oaxaca existe un pueblo que ostenta ser el lugar de origen del mezcal: Santiago Matatlán, una pequeña comunidad de 3 mil 500 habitantes localizada en los valles centrales, a menos de una hora de distancia de la capital del estado.
El primer indicio que tienen los visitantes para saber que van llegando a Matatlán son las majestuosas pencas de maguey que se vislumbran en ambos lados de la Carretera Federal 190, que conecta a Oaxaca y Chiapas.
“Bienvenidos a Stgo. Matatlán, Oax. ‘Capital Mundial del Mezcal’”, señala un gran letrero verde a la entrada del pueblo sobre la carretera misma. Sin esta indicación sería fácil pasarse de largo, ya que Matatlán abarca apenas unos cientos de metros del camino.
El inmenso auge que desde hace algunos años ha tenido el consumo de mezcal en México y en el extranjero no ha significado cambios importantes para esta modesta comunidad, la cual no comparte la notoriedad de otras localidades con denominación de origen, como Tequila, en Jalisco.
“Sí han llegado a venir algunos extranjeros, yo recuerdo a unos japoneses, pero la verdad no es mucha la gente que viene para acá”, comenta un taxista.
Aquí la vida de prácticamente todos los habitantes gira en torno a esta bebida. Un buen ejemplo es la familia de Pedro Sánchez, quien con la ayuda de su hijo se dedica a la fabricación del mezcal, mientras que su esposa e hijas se encargan de venderlo en su tienda a orillas de la carretera.
A los visitantes curiosos, Pedro les muestra amablemente su pequeña fábrica artesanal que se localiza en la parte más alta del pueblo, a la que hay que llegar por una vereda de terracería muy empinada que se pierde a lo lejos entre los cerros despoblados.
“Mi padre y mi abuelo ya se dedicaban a la elaboración de mezcal. Es algo que se hereda”, explica Pedro mientras mira de reojo a su hijo Juan, de unos 10 años, quien ya conoce el complejo arte de la destilación.
En la fábrica, que ocupa una extensión de alrededor de 70 metros cuadrados, sólo trabajan Pedro y su hijo, además de un caballo pinto que ayuda en la molienda.
Pedro muestra los espacios en que se realiza cada etapa de la producción: el gran agujero en la tierra con piedras y leños donde se cuecen las piñas del maguey; el molino circular tirado por el caballo para triturar las piñas ya cocidas; las tinas de madera donde se dejan fermentando entre 8 y 10 días para obtener el tepache; y los contenedores donde se llevan a cabo la destilación y refinación del tepache para la obtención del mezcal.
Tras la explicación, Pedro toma uno de los garrafones de plástico donde cae el líquido completamente transparente, mezcal puro recién destilado, para que los visitantes puedan probarlo.
“La calidad del mezcal se verifica con el olor, hay que frotarse unas gotas en las manos y luego comprobar que el aroma a maguey se queda impregnado en la piel, como si fuera perfume”, comenta Pedro mientras lo sirve en una jícara de bule.
Los visitantes, cautivados por el intenso aroma y sabor ahumado de este mezcal artesanal, compran por 50 pesos un litro del destilado que Pedro envasa ahí mismo en botellas de vidrio, con una etiqueta que reza “recuerdo de Oaxaca”.
Así, Matatlán le muestra a quien lo busca su secreto mejor guardado, convirtiendo la visita en una experiencia única.
Los dichos populares casi nunca se equivocan, y uno que está de moda dice así: “Para todo mal, mezcal; para todo bien también”.
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