Deportes
Por Leopoldo Ramos
Publicado el domingo, 30 de agosto del 2009 a las 14:10
Saltillo, Coah.- La frase impresa en el ataúd de madera que anoche se paseó por las tribunas repletas del parque Madero, sentenció el sentimiento y el reclamo que por 40 años ahogó a la afición saltillense: “el ya merito, enterrado para siempre”.
Y sí. Tras cuatro décadas de espera, después de la frustración de cada fin de temporada por no llegar más allá de la primera eliminatoria, finamente los fanáticos de los Saraperos disfrutaron el sabor de la victoria y se abrazaron por esa sensación que sólo se puede conocer con un campeonato.
Los de casa la hicieron en grande, aplastaron con el bate a sus oponentes y en una sola noche su actuación bastó para borrar de tajo todos los pendientes que a lo largo de la historia habían acumulado con sus seguidores.
“Están jugando con el corazón, lo puedo sentir”, dijo una aficionada a su pareja, en cuyas piernas se pasó sentada todo el juego por la falta de asientos en la lateral izquierda del estadio.
Afuera del parque muchos fanáticos luchaban por ingresar al área de gradas para ser testigos de la hazaña de su equipo y mitigaron la espera con cerveza, música y edecanes que había al por mayor.
“Esta cheve es para usted, mi góber”, dijo sonriente un tipo alto y delgado, quien al término de la primera entrada se aproximó al gobernador Humberto Moreira Valdés, luego que este último arribó al estadio.
Moreira no lo desairó, agradeció el detalle y dio un par de sorbos a la cerveza antes de continuar su trayecto rumbo al palco donde lo esperaban sus hijos.
Desde el umbral del partido los Saraperos obtuvieron la ventaja, y aunque en la segunda entrada la posibilidad de convertirse en campeones de la Liga Mexicana de Beisbol era incipiente, los seguidores de los verdes podían palpar el mejor desenlace.
“Ya nos toca, ya nos toca, tenemos que ganar, no hay de otra, compadre”, compartió un joven eufórico a otro aficionado, a quien minutos antes había sentado con el clásico grito: “ahí va el agua”.
Vinieron los cuadrangulares, a lo largo del encuentro el poderío de los locales fue evidente, como la emoción de los aficionados por sacarse de una vez por todas la espina y por desenterrarse de lo más profundo del alma el sentimiento de quedarse cada vez en la orilla.
Ante la imposibilidad de acomodarse en alguna butaca, cientos de aficionados se instalaron frente a los televisores ubicados en la explanada del parque y muchos otros prefirieron concentrarse en el Estadio Olímpico, donde también la transmisión del partido fue en tiempo real.
“Nunca voy a olvidar esto, es la emoción más fuerte de mi vida”, confesó entre lágrimas una joven menudita que con un sarape bordado se cubrió del frío y de la gloria que anoche rebosó todos los rincones del estadio de beisbol.
“¿A dónde están, a dónde están, esos gatitos que nos iban a ganar?”, corearon miles de voces cuando faltaban tres outs para coronarse frente a los Tigres de Quintan Roo, el mismo conjunto que hace cuatro años dejó a la novena saltillense en el terreno durante la serie por el campeonato nacional.
El Madero estalló en júbilo tras el doble play con el que los Saraperos consumaron una de sus más exitosas temporadas y acabaron con el estigma que los persiguió durante décadas.
“Hoy amanecemos, amanecemos porque somos campeones”, dijo un fanático que sostenía en su derecha un enorme vaso de plástico lleno de cerveza.
“¿Pero a dónde vamos a ir?, ¿dónde vamos a festejar?”, lo interrogaba su amigo.
La duda se presentó porque ante la falta de resultados como el de anoche, los aficionados saltillenses carecían hasta entonces de un lugar específico en la ciudad para festejar victorias de ese tamaño.
“El lugar es lo de menos. Ganamos, somos campeones y hay que festejar. Hoy amanecemos”, reiteró el primero.
Entrada la media noche, sólo algunos de los cerca de 16 mil aficionados que abarrotaron el parque Madero permanecían en sus lugares. Por fin los de casa dejaron de lado la incómoda posición del segundo lugar, de subcampeones, que había sido reiterativa en 1971, en el 72, en el 73, 88, 2004 y 2005.
Los aficionados no querían perder detalle, pues a partir del triunfo del equipo cada momento es histórico para la afición, desde compartir el festejo, la euforia y el llanto de los jugadores, hasta seguir paso a paso la ceremonia de premiación donde cada pelotero recibió su medalla de campeón y el trofeo de plata que llevará a Saltillo y a la afición a la posteridad dentro del beisbol nacional.
Para esto tuvieron que pasar cuatro décadas, desde la fundación de Saraperos en el verano de 1970.
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