Saltillo
Por Diana Martínez
Publicado el lunes, 2 de octubre del 2023 a las 17:08
Saltillo.- En medio de la ruta migratoria terrestre más peligrosa del mundo, la Casa del Migrante de Saltillo ha sido por 20 años una bendición en el camino de miles de personas que van rumbo a Estados Unidos.
Desde su constitución legal, el 2 de octubre del 2003, se ha dado atención a 250 mil personas en su mayoría provenientes de Centro y Sudamérica.
“
Vinimos aquí y gracias a Dios estamos bien, nos han brindado un apoyo incondicional, nos han ayudado mucho con trabajo, con ropa, comida, nosotros llegamos aquí sin nada y fue una bendición”, aseguró Lidia González, originaria de Venezuela.
El proyecto inició por la necesidad de atender a las personas que viajaban en el tren y que pasaban por Saltillo, pero el asesinato de tres migrantes entre el 2000 y 2001 detonaron la problemática, relató el obispo emérito, Raúl Vera, fundador de la Casa.
“
Yo creo que ya la necesidad de una casa del migrante ya la teníamos, y si fue un detonante muy fuerte la crueldad con la que fueron (asesinados), primero fueron dos y luego fue uno”, detalló.
El padre Pedro Pantoja, ayudó a concretar el proyecto como asesor, cargo que cumplió hasta que falleció en 2020. En tanto que, en 2008 la organización tuvo la madurez institucional para independizarse de la Diócesis de Saltillo.
En promedio, 7 mil personas se albergan cada año en la Casa, informó Alberto Xicoténcatl Carrasco, director de la Casa del Migrante, quien aseguró que la migración es un fenómeno social cambiante.
Recordó que en el 2022, se vivió la migración de miles de haitianos y en los últimos años surgió la migración de Venezuela. Dijo que en algunos años se atendieron casos de tortura y de desaparición forzada.
“
No sabemos que nos depara el destino, no sabemos que sigue en esta realidad migratoria, en esta realidad de movilidad humana, pero para eso estamos, para adaptarnos a esta cambiante realidad”,
Las historias de terror y esperanza que cuentan los migrantes, las situaciones que los acompañan y las que los obligaron a dejar sus hogares son el pan de todos los días en el albergue.
Son las historias que mueven e impulsan a los voluntarios y a la comunidad a seguir trabajando por la defensa de los derechos humanos de las personas migrantes.
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