Saltillo|Monclova|Piedras Negras|Acuña|Carbonífera|TorreónEdición Impresa
Festejará la UBBJG su quinto aniversario Juega mañana el Saltillo Soccer; estará de local Desde Asia con amor Conmemoran Día del Libro Buscan saltillenses lugar en León; acuden a visorias

Zócalo

|

Cd. Acuña

|

Información

< Cd. Acuña

Cd. Acuña

Expediente criminal: ‘El despechado’

Por Pedro Martínez

Publicado el jueves, 7 de junio del 2012 a las 00:17


"Traía un cuchillo de cocina en sus manos, hice todo lo posible para que lo soltara y me dejara en paz..."

Saltillo.- Ya estaba cansado de verla en el mismo lugar. José sabía que su mujer era el delirio de muchos hombres y el deseo de otros, por eso cada vez que se adentraba en el bar donde seducía a cual hombre se pusiera frente a ella, su mente lo llevaba a pensar en diferentes formas de deshacerse del problema… de asesinarla.

Violeta, la gran bailarina del bar Arizona, y que movía sus caderas al son de la mejor canción, en su mayoría de los clásicos del rock como “Hotel California” del afamado grupo The Eagles, no se salvaba de la furia del padre de sus hijos. José cada dos días le recetaba puñetazos y puntapiés en diferentes partes del cuerpo; él ansiaba tener una familia normal, sin celos y mucho menos sin la complicidad de otros hombres.

“Llegó ese día a mi casa y me gritó que con quién estaba ‘cogiendo’; que era una ‘pinche puta’”, comentó Violeta ante la autoridad ministerial minutos después de la tragedia ocurrida un 16 de marzo del 2008 (Exp. 22/08).

HUNDIDA

Las luces de neón que adornaban el bar Arizona, ubicado a un costado de la carretera a Zacatecas, marcaban los colores vivos de la ropa que utilizaba en sus bailes eróticos cada vez que subía a la famosa pista. Violeta era una mujer asediada por los clientes, su belleza era la mejor carta que tenía para involucrar a cualquiera que buscara la compañía de un amor pasajero.

Por eso, Violeta tenía el poder de desechar a quien se le ponía enfrente y le hablara de mala forma, pues aunque su oficio no era bien visto por una sociedad sumergida en una doble moral, ella veía su trabajo nocturno como toda una profesión, la cual le había dado grandes sumas económicas.

Una de esas tantas noches se presentó en el bar su eterno enamorado, José Daniel Maldonado Villa, le pidió una copa y comenzaron a platicar de cómo sería formar una familia lejos de la barbarie en la que estaba sumergida. Corría el año 2006.

Fue así que iniciaron una relación, aunque un poco sombría ante las limitantes de su trabajo y, por si fuera poco, ante las dudas sobre el verdadero significado de la palabra infidelidad; a ambos no les importó.

revista vision saltillo Pero aquella relación se tornó difícil debido a los celos constantes de José, quien a pesar de que aceptó en un primer momento el oficio al que Violeta se dedicaba por las noches, el ver cómo era seducida por los animales en celo que sentaban a admirar su cuerpo, pero sobre todo sus nalgas, lo estaban llevando a un abismo de rencor, de odio, de deseo, de venganza.

Pero la vida les tenía preparado algo más, algo que para ambos sería una bendición, una cura momentánea a los insultos y a la vida estresante en la que estaban hundidos, pues la bendición de una vida llegó a sus vidas, la cual iba a detonar en una guerra entre ambos.

“Nunca me quiso y la verdad temo por mi vida y por la de mis hijos; siempe viví amenazada no sólo por él, sino por la mamá de José Daniel, la cual me amanezaba con matar a uno de mis hijos”, comentó Violeta en su ampliación de declaración, efectuada el 21 de marzo de 2008 ante la autoridad ministerial que llevó el caso (Exp. 22/08).

Violeta ya no podía. Los insultos, los golpes constantes cada vez que llegaba del bar Arizona con los olores de los borrachos que saciaban sus deseos sexuales una y otra vez con su cuerpo, tenían que parar.

“Me golpeaba mucho, abusaba de mí fisicamente”, señaló la mujer de fácil caminar.

Y así pasaron dos años tortuosos (2006-2008) hasta que, a prinicipios del mes de enero de 2008, la mujer de todos sacó su orgullo, su valentía y se separó de aquel hombre de mal tomar.

“En ocasiones acudía a mi casa borracho y drogado; siempre me maltrató y no me bajaba de ‘puta’”, argumentó.

Sin saber, Violeta había sacado el demonio que permanecía todavía encerrado en José; anteriormente sólo era el reflejo de la triste fotografía de un animal salvaje, por eso cuando el amor lo abandonó de tajo se transformó por completo.

“Vivieron en unión libre dos años en una casa en la colonia Zapalinamé, pero hasta donde sé nunca vi algo malo”, aseveró Filiberto Maldonado Medellín, padre de José, en el momento que realizó la ampliación de su declaración ministerial.

LA PAREJA

En ese tiempo, ya en 2008 y en plena libertad, la madre de familia conoció a un sujeto de 30 años, un profesionista que gustaba de acudir al bar Arizona por lo menos una vez por semana para ser seducido por las mujeres de poco pudor, pero que terminaría maravillado por la belleza de sólo una, de Violeta.

Aquel hombre, de mirada férrea y de personalidad dura, se sentaba regularmente en la mesa del rincón del congal, cruzaba la pierna y se recargaba en uno de los asientos color rojo. Después, mientras admiraba a Violeta, quien movía su cuerpo ante la perturbadora música, fumaba un cigarrillo.

“Yo la conocí en el bar Arizona desde hace un mes y medio (mes enero) de donde empezamos a tener una relación de pareja”, comentó José Juan Martínez Herrera minutos después de ser detenido por elementos de la Policía Investigadora.

Y era una relación distinta. José Juan soportaba que su mujer recibiera los roces y la excitación sexual de hombres distintos, de aquellos que por noche tomaban de la mano a Violeta y la llevaban a los privados, a los recovecos del “Arizona”.

“Era mi novio, mi actual pareja. Aunque yo ya había terminado con José Daniel siempre me buscaba y me agredía”, aseguró la mujer.

Los días se fueron rápido y el mes de marzo acogió a los dos enamorados nocturnos, a la pareja que sólo disfrutaba de su noviazgo pasadas las dos horas de la mañana…

“Recuerdo que estaba con un cliente y de pronto vi que al bar llegó José Juan; me esperó a que terminara de trabajar”, indicó Violeta en su declaración, misma a la que este medio tuvo acceso. Transcurría el 16 de marzo de 2008.

José Juan, aturdido por la música, pero motivado ante la idea de pasar un buen momento con su novia, de 29 años, pidió una botella de whisky, una de Buchanan’s, se sentó y esperó paciente.

“En eso salí de trabajar, me fui hacia donde estaba mi novio y nos quedamos a tomar la botella”, enfatizó en su testimonial, “ahí estuvimos bailando por varias horas hasta que decidimos irnos a mi casa”.

Las cuatro de la mañana y ambos decidieron salir del bar para trasladarse a la casa de Violeta, ubicada en Lomas de San Javier 343, de la colonia del mismo nombre, pues su necesidad de hacer el amor eran obvias y el pleno deseo de estar solos eran más que evidentes.

“Estábamos en la casa; estuvimos escuchando música y tomando, después como a las 5 de la mañana decidimos hacer el amor, nos acostamos”, afirmó.

Así, mientras José Juan y Violeta mostraban aquel amor placentero sobre el colchón matrimonial, un “toquido” en la puerta los sacó de este trance, de ese momento común: era José Daniel, el hombre despechado.

TRES PUÑALADAS

El sonido de la puerta los atrapó, los movió por completo y los hizo volver a la realidad. Las dos almas perdidas entre las sábanas blancas de la recámara de Violeta salieron de su escondite y le devolvieron a sus cuerpos desnudos la ropa que se habían quitado minutos antes.

“Violeta me dijo que podría ser su ex pareja, el papá de sus hijos, por lo que caminamos rumbo a la sala”, relató José Juan.

Pero los ruidos seguían. Los gritos de “¡Ábreme la puerta ‘puta’!” se escuchaban con más vigor. Los ecos no sólo entraban en la casa, sino eran parte de una calle en ese momento solitaria.

“¡Ábreme culera! ¡Si no lo haces te va a ir muy mal!”, fueron las palabras que escuchó Perla Violeta Huitrón Esquivel, vecina de la bailarina, la cual fue fiel testigo de los hechos.

De pronto, los ruidos de aquel hombre ya no se escucharon frente al domicilio, sino ahora, en un momento de extrañeza, se repetían en el patio trasero. José Daniel subió al techo y bajó de manera trepidante a la parte posterior de la casa de su ex pareja.

“En eso Violeta abre la ventana, me ve y comienza a gritarle: ‘¡Ese es el puto que te está cogiendo!’”, para después referir, “’¡Te voy a matar hijo de tu pinche madre!’ ‘¡Te va a llevar la chingada!’”.

A pesar de que se sentía arropado en la confianza de saberse en el interior de la casa de su mujer, José Juan sintió miedo y le recorría las venas de manera apresurada. Su rival de amores estaba muy exaltado, mostraba una actitud capaz de llevar a cabo todo, incluso hasta llegar a la muerte.

“En eso se regresó al frente de la casa, tomó una piedra de medio tamaño y se fue hacia el carro de mi novio (VW Jetta): ‘¡Pinche carro se lo va a llevar la verga!”, dijo José Juan.

De pronto, la reacción inmediata de Violeta fue la más normal, la que cualquier hubiera hecho en un momento de tensión: abrió la puerta y le pidió que dejara en paz el vehículo de su nueva pareja.

“En eso se metió a la casa y la piedra se la aventó en la cabeza a mi novio, lo destanteó, lo dejó semiinconsciente, pero no iba dejar que le hiciera más daño, así que comenzó a defenderse”, indicó la mujer.

Aquel momento se tornó rojizo, pues de la nada se dio cuenta que Violeta presentaba una lesión en uno de sus brazos; sangraba mucho, algo extraño debido a que hasta ese momento no había razón para que presentara una lesión.

“Nos dimos cuenta que traía un cuchillo de cocina en sus manos, hice todo lo posible para que lo soltara y me dejara en paz; quería que nada saliera mal”, argumentó el inculpado.

En el piso de la casa, de una sola planta y pintada de color morado, el forcejeo de los dos enamorados, de aquellos que peleaban el cobijo de una mujer sentida y disfrutada por muchos, se estaba gestando de manera salvaje.

De un lado a otro, encorvados, pero siempre sosteniendo el cuchillo en sus manos (12 cm de hoja de acero), José Juan y José Daniel peleaban en el área de la sala, luchaban por demostrar cuál era merecedor de Violeta.

“De pronto le ganó en fuerzas. Mientras José Daniel intentaba enterrarme el cuchillo yo saqué más fuerza, le gané, enterrándole el cuchillo en tres ocasiones, sin saber cuál era la dirección de las cuchilladas”, puntualizó en su declaración ministerial.

Asustados, Violeta y José salieron despavoridos de la casa, presentían que venía lo peor, que el diablo que se había desatado en José Daniel ya lo reclamaba.

“Me doy cuenta de que Violeta sangraba mucho del brazo derecho, me dice que la lleve a la Cruz Roja, lugar en donde la dejé, yo tenía mucho miedo, quería escapar…”, argumentó José.

El olor a azufre se estaba disipando en el interior del 343 de Lomas de San Javier. José Daniel estaba a unos segundos de dar su último aliento, pero no, se puso en pie, caminó hacia la puerta principal y dirigió su mirada hacia Violeta: “¡Eres una ‘pinche’ ‘puta’! ¡A donde quiera que vayan los encontraré y los mataré!”.

Sus palabras fueron rápidas, pero también su caída, José Daniel se puso en cuclillas, se tomó del estómago de donde la sangre no dejaba de esparcirse afuera de su cuerpo y cayó para jamás ponerse en pie.

Notas Relacionadas

Más sobre esta sección Más en Cd. Acuña