Clasificados
Por
Redacción
Publicado el martes, 4 de agosto del 2015 a las 14:01
CECILIA RIVAS | Saltillo.- Las paredes del despacho de Álvaro Morales Rodríguez están cubiertas con reconocimientos y diplomas. Sin embargo, sobre el resto de los documentos enmarcados destaca una pintura.
No tiene firma, pero en la esquina inferior derecha se lee “Saltillo, año 1946”. En la imagen es de noche, y bajo el cielo oscuro se distingue el campanario de la Catedral de Santiago. En la parte central se observa una antigua calle sin pavimentar, por donde transita una carroza y dos uniformados escoltan a un hombre.
“Ha pertenecido a mi familia desde hace mucho tiempo. Mi padre la tenía en su oficina, la pintura es de la calle Nicolás Bravo, cuando ahí estaban los separos. Decía que la pintó un hombre que en una riña mató a otro, y estando preso la hizo”, cuenta Álvaro.
Entonces, hace medio siglo, esta calle del Centro Histórico de Saltillo aún se llamaba Del Cerrito, por ser inclinada y dar el aspecto de ser una pequeña colina.
En el edificio que se aprecia en la pintura, que entonces era parte de la cárcel municipal, actualmente se encuentra la biblioteca pública Elsa Aguirre. Ahí, las celdas individuales fueron remplazadas por libreros, además de que los viejos candelabros de vela y las lámparas de petróleo desaparecieron.
LÚGUBRES HISTORIAS
Álvaro Morales asegura no creer en lo paranormal, pero cuenta que hace unas décadas, ya entrada la noche, eran pocos los transeúntes que recorrían esta calle por miedo a las decenas de historias, leyendas y rumores a voces que han hecho eco en las antiguas construcciones, entre ellas este centro penitenciario.
Muchas cosas han cambiado en el inmueble, pero los muros de adobe son los mismos en los que hace 50 años se descubrieron cuerpos a los que las paredes sirvieron como tumba. Algunos con rostro sereno, otros llenos de horror, como si hubieran sido emparedados vivos; su existencia es una duda sin aclarar.
Otro ejemplo de las leyendas de esta conocida calle del Centro de Saltillo es la vieja Casa de los Espantos. Decenas de generaciones conocen la historia en la que se dice que existe un tesoro enterrado entre sus paredes y es protegido por la codiciosa alma en pena de su antiguo dueño.
Una historia más asegura que fue en esta casona en donde murió asesinada doña Leonor, producto de los celos de su marido. Se cuenta que su esposo, don Pedro, la descubrió con don Gonzalo, quien había entrado sin permiso a la habitación matrimonial. El hombre, al ver la escena, no esperó explicaciones y acabó con la vida de su mujer y el supuesto amante.
Otras fuentes señalan que don Gonzalo era el esposo de la mujer y la vio escribiendo una carta, suponiendo que era para algún amante, la atravesó con su daga y repitió el movimiento con su hijo. En ambas versiones, el marido emparedó los cuerpos con ayuda del mayordomo.
Hoy, la calle Nicolás Bravo ha pasado a ser un espacio lleno de establecimientos comerciales, centros nocturnos e incluso espacios ocupados por asociaciones, como la mayor parte del primer cuadro de la ciudad.
Notas Relacionadas
Más sobre esta sección Más en Clasificados