Saltillo, Coah.- Un día antes de Navidad, Elisa fue emboscada por tres personas.

La esperaban en una oficina, la tomaron con fuerza para que no se escapara, la golpearon, la apuñalaron con cuchillos de cocina en los brazos, en el estómago y en el cuello.

La única chef mujer del Hotel Fontana, en Filipinas, de 25 años, que tenía a su cargo a más de 40 cocineros, se defendió lo más que pudo, con sus manos, con un paraguas que logró alcanzar, con sus gritos. Pero nadie la ayudó.

En el piso se formó un gran charco de sangre mientras sus verdugos se fumaban un cigarro, ella seguía respirando, y ese era un problema.

Levantaron a la bella joven de 1.63 de estatura, de 63 kilos, de sonrisa buena, y la colgaron de una viga alta.

Elisa murió alrededor de las 8 de la mañana del 23 de diciembre del 2008.

Mexicana con nacionalidad canadiense, la menor de tres hermanas, egresada del Ateneo Fuente, optimista, alegre, con planes de irse a Francia, con sueños de fundar su escuela de gastronomía, a Elisa Loyo Gutiérrez la asesinaron tres hombres por indicaciones de su jefe, Melek, un libanés machista que nunca soportó el éxito de la chica, ni su liderazgo, ni mucho menos que no aceptara salir con él, y la mandó matar por el simple hecho de ser mujer.

Angustia y horror

A más de 13 mil kilómetros de distancia, desde Canadá, su madre, Guadalupe Gutiérrez Cabello, “Tita”, la llamaba insistentemente sin obtener respuesta, hasta que el teléfono fue descolgado, pero nadie contestó. Preocupada, le llamó a sus hijas, Lucía y Sofía, quienes salieron el 24 de diciembre en busca de su hermana a Filipinas, en un vuelo de más de 20 horas de duración.

En el trayecto, la madrugada del 26 de diciembre, el jefe de seguridad del hotel llamó a Sofía. “El cuerpo de Elisa apareció. Se suicidó colgándose, pero antes intentó hacerlo con un cuchillo, ella se hirió con un cuchillo en el cuello, estómago, brazos, pero sintió dolor y decidió colgarse”.

Así, sin más, como si él hubiera estado ahí con Elisa para saber lo que sentía.

En el reporte final realizado por las autoridades filipinas, en concreto sólo por las del Hotel Fontana y no por la policía, se determinó:

“ La escena del crimen mostró que no había otra persona que pudiera haber estado presente durante el incidente… la víctima estaba sola durante la comisión de los hechos… antes de que ella se ahorcara, la señorita Gutiérrez cortó las muñecas y se apuñaló… las declaraciones hechas por las personas que estaban estrechamente asociados con la señorita Gutiérrez también han proporcionado un panorama claro de su estado psicológico y emocional antes del incidente. Sus noches sin dormir antes del incidente podrían haber contribuido a su inestabilidad emocional y sicológica… Elisa Loyo Gutiérrez se suicidó y el caso se considera ahora cerrado”.

“ Aberraciones jurídicas, lógicas y humanas están plasmadas en el expediente”, afirma su madre a 17 años de distancia.

Buscando la verdad

Al llegar a Filipinas, Lucía y Sofía se enfocaron en recabar pruebas, entrevistarse con empleados, ir a la Policía, y como nadie las esperaba tan pronto, no les dio tiempo de afinar los detalles.

Del teléfono de Elisa fueron borradas llamadas y mensajes, pero sus hermanas alcanzaron a tomar fotografías de su cuarto, que posteriormente sirvieron para la investigación.

La policía, más por error que por ayudar, les entregó las fotos de la escena del crimen, en donde aparece una barra de madera de más de 30 centímetros manchada de sangre, colillas de cigarro de diferentes marcas, dos cuchillos de distintos colores, el paraguas doblado y con sangre que revela una pelea; la sangre en el piso de toda la oficina, el cable del teléfono con el que presuntamente Elisa terminó con su vida al no poder hacerlo con las puñaladas que ella misma se hizo en el estómago, en sus brazos, en su cuello.

Tita Gutiérrez llora cada vez que lo recuerda.

“ Para una madre que ha perdido un hijo, no existe el tiempo, el tiempo cronológico no existe, parece como si se detuvieran los relojes”, expresa, “nunca he dejado de actuar porque aún con lo mal que me ha ido, creo en la justicia, aún creo en la justicia”.

El dolor de una madre

Tita y sus hijas apelaron a las autoridades canadienses, quienes se limitaron a entregar la información proporcionada por los filipinos, pero no intervinieron en la investigación. “Sólo fueron buenos edecanes”, afirma Tita.

Pero hubo un rayo de esperanza en las autoridades mexicanas.

Margarita Zavala, esposa de Felipe Calderón, entonces Presidente, les concedió una audiencia de más de dos horas de duración; las escuchó, se mostró empática, y giró instrucciones para que interviniera la entonces Procuraduría General de la República.

En ese momento México no tenía relaciones diplomáticas con Filipinas, y a partir de ahí, se empezaron a arreglar.

Carlos Díaz de León, coordinador de la Dirección de Delitos cometidos contra mexicanos en el Extranjero, llevó una investigación exhaustiva, en donde incluso expertos mexicanos viajaron al lejano país asiático y reconstruyeron los hechos; y en el 2009, el licenciado informó: “tenemos al autor intelectual, la instigadora y tres autores materiales; por supuesto, también a los encubridores y el móvil… el móvil es muy simple, el más común: los celos, la envidia, el sentimiento de rechazo”.

Le pidió a Tita discreción y le aseguró que en los siguientes días darían a conocer los resultados. Pero no fue así.

En el 2010 le habló el nuevo coordinador, David Gutiérrez, quien le dijo que el suicidio era posible, que no había suficientes pruebas y que no había nada por hacer. Desesperada, Tita pidió el expediente y se topó con la terrible realidad de que estaba incompleto: le faltaban las resoluciones finales.

Con impotencia, coraje y determinación, Tita solicitó audiencia al ministro Daniel Hernández Joseph, que al poco tiempo fue nombrado Embajador de México en Filipinas, cercano a Margarita Zabala.

“ Gracias al caso de su hija, los filipinos reanudaron las relaciones diplomáticas que estaban rotas desde hacía muchos años”, le dijo, una manera diplomática de decirle que ya se habían arreglado ambos países: los mexicanos ya no investigarían el caso.

“ Se inició una investigación y después se cortó, quizá hicieron acuerdos, no sé, pero se empezó bien: las autoridades mexicanas fueron a Filipinas, desgraciadamente hicieron muy buenas relaciones de amistad entre las autoridades investigadoras Filipinas y mexicanas”, afirma Tita.

“ Todo está en el expediente, todo está, a quien habían determinado como el autor intelectual ahí está, y se contradice en sus declaraciones, los testigos señalan el odio que tenía contra mi hija porque no aceptó, nunca aceptó salir a cenar con ese señor, y ahí está el clásico feminicidio del acoso”, dice entre lágrimas.

El caso está vivo

Tita camina por los pasillos del Ateneo, donde dio clases durante 30 años y en donde Elisa fue feliz:

Este diciembre se cumplen 17 años sin Elisa, tiempo en el que México ha vivido hechos terribles y transformaciones importantes: la guerra contra el narcotráfico, la creación del colectivo Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila y México; Ayotzinapa, las marchas feministas, la tipificación del feminicidio, la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia.

La sociedad ha cambiado, por eso es tiempo de volver a darle una oportunidad a Elisa.

“ La Fiscalía dictó el no ejercicio de la acción penal basado únicamente en lo que hicieron en Filipinas, y esto es una aberración, una aberración jurídica”, explica Tita, de formación abogada.

“ Está aún inconcluso, pero está vivo el caso, porque está en el Tribunal Colegiado del Octavo Circuito, ahí está en revisión, se me concedió el amparo en el Juzgado Quinto aquí en Saltillo; me amparé contra el no ejercicio de la acción penal”.

“ Está vivo el caso, y la Presidenta en su toma de posesión dijo: lo primero que voy a hacer es luchar por las mujeres, porque es terrible la cifra de los feminicidios y las agresiones, la violencia en contra de las mujeres… ella lo prometió, tengo también fe en que lo va hacer”, expresa.

Justicia por llegar

Decir que una joven entusiasta, que amaba la naturaleza, que estaba a punto de regresar a casa con su madre, se suicidó, es revictimizarla:

“ Pido justicia, que se aplique el derecho”, clama Tita, “se puede extraditar al autor intelectual y a los autores materiales, para que cumplan su pena aquí en México, se puede y lo voy a seguir buscando todo el tiempo que sea necesario”.

Suman ya 17 años de lágrimas, de impotencia, de la búsqueda de justicia… porque al cerrar los ojos, una madre recordará el aroma de su bebé, la primera palabra, la voz de la última llamada, porque quizá el mundo olvide, pero una madre nunca lo hará.