Saltillo
Por
Maru Valencia
Publicado el domingo, 9 de febrero del 2025 a las 04:00
Saltillo, Coah.- Los condones gratis ya no se terminan tan rápido como antes; las ansias adolescentes han disminuido notablemente; los jóvenes hablan más de salud mental que de relaciones sexuales.
Flota en el ambiente una duda que inquieta a sicólogos y sociólogos: ¿las personas tienen menos sexo? De ser así, ¿están consumiendo más contenido para adultos?
La tendencia no es exclusiva de las nuevas generaciones, de hecho, abarca a adultos de hasta 50 años. Algunas teorías europeas indican que entre los factores que contribuyen a la disminución sexual está el sistema capitalista que absorbe al individuo, así como la creciente dificultad para establecer relaciones afectivas.
Lo cierto es que mientras hay más teorías sobre el detrimento en la actividad sexual en pareja, las páginas con contenido para adultos aumentan sus visitas de forma exponencial. De hecho, la última encuesta del sitio PornHub ubica a México como el quinto país con más usuarios, sólo superado por Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Japón.
El informe de PornHub proporciona dos datos interesantes sobre el comportamiento de los usuarios en México: la mitad de los visitantes son mujeres y el tiempo estimado de visita es menor a 9 minutos.
Aunque en Saltillo no hay estudios que comprueben que se tiene menos sexo, Jesús Cervantes, doctor en Ciencias Sociales y profesor investigador de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila, cree que, de ser así, se puede deber a una mala educación sexual y al estrés que genera la sobreinformación.
“ Es posible que esta generación haya llevado su educación básica con un enfoque muy biologicista y centrado en el miedo. Donde si tienes relaciones sexuales te vas a embarazar o vas a contraer una infección de transmisión sexual, y mira lo que hace y te puedes morir. Es decir, una cierta demonización o satanización del sexo que ha hecho que esta generación posiblemente haya crecido con más temor al encuentro sexual que alguna otra”, explica.
“ Además, es una generación que está más estresada que otras, quizá tenga que ver con el acceso a la información”, detalla. “Me parece que sí hay un estrés que se sostiene en las crisis económicas, climáticas y en las tensiones entre los países, lo que puede repercutir en otras áreas de la vida, incluyendo la sexualidad”.
Sucede que los jóvenes son más abiertos con las prácticas sexuales, juzgan menos, comprenden bien la identidad de género y la preferencia sexual, y anteponen su bienestar emocional sobre los modelos tradicionales de pareja.
“ Me parece que las generaciones actuales tienen más claro qué es una relación sana y cuál no, y no están dispuestos a pasar por un tormento. Dicen ‘mejor me voy, no tengo que arreglar nada, hay que irse y ya’. Me parece que tienen muy claro lo que están buscando, y por eso suele haber el juicio de otras generaciones que vivimos”.
Lo peligroso de esta sustitución es que puede crear falsas expectativas respecto al sexo, según explica Pedro Solís Gaytán, docente con especialidad en Educación con Perspectiva de Género y Educación Integral de la Sexualidad por la Universidad Pedagógica Nacional.
“ La mayoría de las producciones pornográficas prácticamente es ciencia ficción, con cuerpos perfectos, pieles perfectas, con tamaños y proporciones que rebasan los estándares de lo que llamamos normalidad. Si no encuentras eso en la realidad, llegas a un estado de frustración en el que dices: ‘si mi pareja no cumple con estos estándares, mejor no quiero nada, mejor me quedo en mi casa y sigo consumiendo pornografía’”, subraya.
Aunque coincide en la falta de investigaciones respecto a una posible disminución del sexo, Pedro Solís señala que, quizá, el bombardeo incesante de belleza editada en Instagram y otras redes sociales aumenta las inseguridades del individuo y tiende a retraerlo socialmente.
“ Volteas a verte en el espejo y dices: no encajo en la sociedad, no estoy ofreciendo corporalmente lo que la sociedad me exige para ser exitoso. Esto me puede llevar a estados de ansiedad y depresión”, explica. “Tengo problemas de autoestima, de autoimagen, entonces mejor no salgo, prefiero no tener o corto con los vínculos afectivos que tengo a mi alrededor”.
Karla Patricia Valdés, doctora en Sicología por la Universidad de Guadalajara y docente investigadora de la UAdeC, considera que el fácil acceso a la pornografía aumenta su consumo y puede llegar a afectar la interacción humana.
“ Esto puede llegar a generar ideas equivocadas sobre lo que es la vida sexual. Si yo estoy viendo una grabación falsa, irreal, de cómo debería ser el sexo, y en mi vida sexual no encuentro algo parecido a eso, puede haber insatisfacción y hacer que yo prefiera estar viendo pornografía y masturbándome, porque mucho de eso obviamente no es real”, comenta.
“ Lo que tú ves en la pornografía ni siquiera son cuerpos realmente excitados. Son cuerpos que se generan ciertos estados porque se toman una pastilla, porque hacen una edición del video, porque lo manejan de diferentes maneras para que tú creas que así funciona una relación sexual, cuando en realidad eso no es ni siquiera posible”.
Y aunque usuarios como Samantha y Armando están conscientes de ese engaño, les gusta ser parte de esa utopía erótica que les provee satisfacción inmediata.
“ La fantasía llega a ser tan poderosa que la realidad resulta muy poco inspiradora, hasta aburrida”, reconoce Samantha.
El Instituto Francés de Opinión Pública divulgó un estudio revelador y preocupante: sólo 76% de las personas sexualmente activas tuvo relaciones en el último año, lo que significó una caída de 15 puntos respecto al 2006. Esto planteó la inquietud en varios países europeos: si Francia pierde interés en el sexo, ¿qué esperanzas tenemos el resto?
Algunos ensayos sugieren que la culpa de la “recesión sexual” es el agotamiento causado por este sistema capitalista, que no deja energía para el sexo tras jornadas extenuantes, sueldos precarios, horas en el transporte público, el estrés del día a día y la ansiedad acumulada que pueden mermar el deseo.
“ El libido, que es este deseo sexual que tenemos las personas, se ve afectado por muchas cosas: el cansancio, la enfermedad, la alimentación, la falta de tiempo. Una persona que llega después de trabajar 10 o 12 horas o de haber hecho trayectos muy largos, o de estar en entornos muy estresados, no va a llegar con mucho deseo sexual”, afirma Karla Valdés.
Samantha tiene 20 años, ha tenido tres parejas sexuales y hace siete meses decidió sustituir el contacto físico con el “sexo en solitario”.
“ Sí, veo porno, no me preguntes el género porque eso depende de mi estado de ánimo”, dice entre risas. “Quiero conocerme, saber qué me excita, no quiero fingir orgasmos ni hacer sólo lo que me pide mi pareja”.
Armando tiene 43 años, lleva dos años divorciado y no tiene muchas ganas de volver a establecer un vínculo afectivo. Para satisfacer “esa” necesidad básica, recurre a la pornografía con regularidad.
“ Es un desestrés, es necesario y duermo mucho mejor”, cuenta. “La verdad es que me da flojera pensar en conocer a alguien, conquistarla, invitarla a salir, ver si funciona. Como no quiero nada serio en este momento, mejor el porno”.
Pedro Solís añade que es urgente aprender sobre sexualidad desde un modelo educativo basado en holones, es decir, una visión integral que incluye la reproductividad, el género, los vínculos afectivos y el erotismo.
“ El erotismo es el patito feo de los cuatro holones”, señala. “Nadie nos ha enseñado que está bien sentir placer, que se siente rico tener relaciones sexuales. Siempre asociamos la sexualidad con un manotazo: ‘No, eso está mal, es pecado, hasta que te cases’”.
Estudiarla, conocerla, hablarla y discutirla podría ser la clave para comprender la sexualidad y mejorar las relaciones sociales.
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