Ese viejo PRI, cuna de la mayoría de quienes hoy parasitan al supremo gobierno, no contaba en su acervo con esa maravilla monetaria llamada Huachicol.

Años antes, el termino se usaba para bebidas adulteradas, especialmente alcohólicas.
Cuando Pemex aumentó la compra de combustibles en el exterior, obligado por el hurto generalizado en su personal e instalaciones, se disparó ese negocio, al principio propiedad de poderosos políticos y personal de la empresa, hasta el inicio de la 4T, que significó el dominio del país por parte de la delincuencia.

El gran cambio fue que, antes, para mantener la preferencia del mexicano nada provisto de cacumen, se desviaban recursos para mantener vivas a las maquinarias electorales, algo que arriesgaba la estabilidad y prestigio de los honorables gobernadores, algunos incluso acabaron hospedados en prisiones de cinco estrellas, en el exterior.

Pero, al inicio de esta aberración institucional, encontraron que podían financiar esas actividades, robando al fisco, antes de que el dinero entrara en sus pantallas, y los faltantes, podían ser reemplazados por créditos del exterior, al cabo que, no acabaría la administración pagando por ello.

Para el llamado a cuentas, la 4T preparó todo un cambio institucional para que nadie sea responsable, ni culpable; un sistema electoral con menos credibilidad que la lucha libre mexicana, un congreso que, en vez de causar risa, causa lastima, y un poder judicial impotente, que no puede hacer nada, y con la calidad de los ministros impuestos, ni podría.

Llamando a las cosas por su nombre, solo falta cambiar la denominación diabólica de “huachicol fiscal” y cambiarlo por: Secretaria de finanzas del Partido Morena”