Una celebración de Día de Muertos, una catrina de gran tamaño colocada en la plaza principal, daba la bienvenida a los habitantes de Uruapan, Michoacán. El pueblo acompañaba a su presidente municipal y a su familia para participar en la ceremonia del encendido de las velas.
La convivencia parecía transcurrir en un ambiente de alegría y respeto en la celebración de una de nuestras más bellas tradiciones.
Sin embargo, el mal que siempre está al acecho; solo espera y encuentra el momento oportuno para actuar. En un instante, el ambiente festivo se convirtió en un escenario de que quizás tarde o temprano habría de presentarse.
Carlos Manzo, iniciador del llamado Movimiento del Sombrero, el hombre que se atrevió a decirle sus verdades al gobierno, el alcalde que pedía seguridad para su pueblo y luchaba por ser escuchado, yacía tendido en el suelo víctima de un agresor.
En entrevista con Joaquín López Dóriga, el alcalde de Uruapan lo dijo claro; expresó tener miedo porque estaba amenazado de muerte; sin embargo, ese temor iba acompañado de valor para no claudicar en su lucha; él bien sabía que ante la situación que se vivía en Michoacán por culpa de las bandas criminales, no se podía -mucho menos se debía- tener un momento de debilidad. Había que seguir, sí, seguir luchando para que Michoacán recuperara esa paz que tanto anhela y merece.
La misma paz que México necesita y que nos urge a todos recuperar, porque ya es inaceptable callar ante tanta sangre derramada.
La imagen de Carlos Manzo sosteniendo en brazos a su hijo, ha quedado grabada en la mente de millones de mexicanos y quizás haya dado la vuelta al mundo. Como todo padre amoroso, disfrutaba ese momento y compartía detalles con su pequeño, quien en un momento conmovedor lo rodeó con sus brazos.
Una escena verdaderamente hermosa, un momento que jamás habrá de repetirse en la vida de los hijos del alcalde. Un hombre bueno ejecutado porque se atrevió a desafiar a quienes tienen bajo amenaza a todo un estado, Michoacán.
Individuos que extorsionan, exigen cobro de piso, roban y destruyen el trabajo honrado de gente trabajadora, lo peor, asesinan. Si, matan a gente buena, a buenos mexicanos que se ganan la vida con el sudor de su frente.
Gente que ama la tierra que trabajan y les da de comer pero que un gobierno los mantiene en el olvido. Trabajadores que piden se les escuche y resuelvan con un incremento justo a sus productos. No piden limosna, solo lo justo. Lo más importante, piden seguridad. Al no haberla, se condena a morir a gente inocente.
Cómo no va a haber indignación -que va en aumento- si quien se queja solo obtiene del gobierno indiferencia.
Cómo no sentir repudio a quienes se adjudican sueldos elevados sin merecerlo. Debería darles vergüenza a quienes se incrementan sus dietas, compensaciones y quién sabe que tanto más, mientras un pueblo se “aprieta el cinturón” y tiene que lidiar además, con la amenaza de la violencia.
Da coraje observar a la bola de funcionarios y representantes ineptos con vehículos blindados, escoltas, presumir sus viajes al extranjero, mientras un ciudadano cuando sale de su casa no sabe si regresará.
Cómo es posible que por un lado haya recursos para derrochar con sueldos elevados y todas las prestaciones que se adjudican con una rapidez extraordinaria, y no haya apoyos para agricultores y trabajadores que realmente hacen de nuestro país, un México con dignidad.
Porque el trabajo honrado dignifica a la persona. Por lo tanto, no es justo que se exponga -al sector agrícola y a todo aquel que le apuesta al trabajo, a la inversión y a generar empleos- al riesgo de perder todo lo construido para ceder ante extorsiones.
La violencia que hoy vivimos no es sólo en una ciudad o un estado. La criminalidad ha crecido porque se le ha permitido. Y tan se ha permitido que desde hace ya un buen tiempo se tiene conocimiento de individuos de origen venezolano y colombiano
No se puede entender el incremento de la violencia si no es con la complicidad de autoridades y la complacencia de un gobierno que prefirió hacer pactos con los grupos delincuenciales. Había que llegar al poder al precio que fuera y para lograrlo no les importó poner en riesgo la seguridad del país y de todos los mexicanos.
El hartazgo ha llegado y que nadie se haga el sorprendido. Los ciudadanos estamos cansados de escuchar el mismo cuento que solo se creen quienes hoy están gozando las mieles del poder. Los mexicanos ya no estamos para cuentos.
La realidad está en cada rincón de nuestro México que se ve amenazado; los ciudadanos viviendo con miedo, porque la certeza que todos tenemos es que el gobierno que debe poner orden es sordo a las demandas. No está del lado de los afectados.
¿Cuántos más deberán morir para que se escuche el clamor del pueblo? ¿Cuándo el gobierno decidirá actuar y dejar de proteger a los criminales?
¿Cuántos distractores más tendrá preparados el gobierno en su afán de alejar la atención de los ciudadanos, de lo realmente importante?
En estos momentos de crisis de seguridad, ya no es válido echarle la culpa al pasado. En siete años lo único que han hecho es mentir, robar y traicionar, menos, gobernar. México merece recuperar la tranquilidad perdida y si no pueden, renuncien.
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