Estimadas madres lectoras:
Salía yo del gimnasio la semana pasada, había ido a nadar, ya eran alrededor de las 10:15 de la noche y se me antojó un yogur con frutos rojos y mango. Pasé por el súper (HEB) de Colosio, que está en el mismo estacionamiento que el gimnasio a donde voy, pero andaba yo con las chanclas de la salida de la alberca y fui a cambiarme primero a la casa de zapatos.
Salí tan rápido de casa para alcanzar el súper abierto que, al llegar de nuevo al estacionamiento, me percato de que no traía la bolsa, ni celular, ni dinero, y lo más importante en ese momento, ni las llaves del carro. Así es, ni las llaves del carro, así que al apagarlo ya no prendió más.
¡Santo Dios! Me dije, ¿y ahora qué hago? A estas horas no hay casi nadie ya. ¿Me voy a pie a la casa? Está cerca, pero para llegar es un terreno baldío muy grande. No era esa la mejor idea. Y volteo a la puerta y veo a dos muchachos, y pues dije: “pues ellos serán mis ángeles esta noche”.
No me sabía los números de nadie, sólo el de casa de mis papás de hacía ya 51 años. Nunca se cambió el número, así que les comenté el “pequeño inconveniente”. Se me quedaron viendo y pensativos por segundos. Preguntaron: “¿en qué podemos ayudar?”.
Les comento que si pueden hablar a la casa de mis papás para que le hablaran a una de mis hijas y pasaran por mí. Marcaron como cinco veces y no contestaban, cosa que me preocupó ahora más, y yo: “por favor, joven, marque hasta que conteste”.
Mientras tanto, el otro muchacho ya había mandado un Uber para que me llevara a mi casa. Busco algo de dinero en el carro y tenía como 50 pesos y se los ofrezco, y me dijo que no. Que con gusto me ayudaba.
Y en eso contesta mi mamá. Y gracias a Dios estaban bien. Seguro se había quedado dormida por la hora. Les digo que ya me habían pedido un Uber, que ya no se apurara.
Me subo al Uber y le digo al joven que lo mandó llamar: “me da pendiente, aunque es muy cerca”. Pero me dice: “no se apure, yo lo sigo desde mi app”.
Y al llegar ya a mi casa, saco el dinero, el celular, las llaves y ya iba saliendo cuando me dije: “¿y en qué me voy a ir si mi carro está en el estacionamiento?”.
En eso veo a mi estimado Daniel, que ya tenemos de ser vecinos de 21 años. Y a decir verdad, pues siempre he recurrido a él cuando algo urgente pasa. El estar en cordialidad con los vecinos es indispensable. Recuerdo que siempre mi abuelita materna nos decía: “siempre hay que estar bien con los vecinos, pues en una urgencia serán los primeros en auxiliarte”, y así ha sido sin duda.
Les recomiendo sean amables y cordiales con sus vecinos.
En fin, pues le toco a la puerta y le cuento lo sucedido y me lleva de inmediato al súper. Vemos primero que funcionara mi carro. Y se va a su casa.
Me habla el joven que mandó el Uber para mí, que si todo bien. Y le doy las gracias y le digo que sí, que todo bien.
Me voy a la puerta del súper y estaba cerrado. Acababan de cerrar, ya eran 10:50 pm. Y para mis adentros digo: “no, por favor, sólo eso me faltaba”. Me vio con cara de preocupación o no sé qué, si me abrió.
Corriendo compro mi yogurt griego y un jugo de naranja. Y al salir me encuentro a una amiga doctora haciendo fila y le cuento rápido lo que pasé. Y me dice: “sí, amiguita, ya nos empiezan los olvidos”.
Llego al carro y todo bien. Llego a la casa y le mando un mensaje de agradecimiento al joven. Me manda mensaje el joven amigo y me dice en su respuesta: “me da gusto que ya esté en su casa, y que todo salió bien. Me quedé hasta que usted llegó con su vecino y entró al súper y después ya se fue en su carro, ya que quería asegurarme de que no se le ofreciera algo por la hora y que se fuera segura a su casa. Que el carro funcionara, así como cuidar que no le robaran nada del carro, ya que lo tuvo que dejar abierto”.
Somos más los buenos. Día a día alguien hace algo por nosotros o nosotros por alguien desde esa alma noble. Y más en estos tiempos de tanta inseguridad.
Pues todo salió bien, pues somos más los buenos.
Hice una amistad, él es dentista y seguro iré en estos días, pues ha de ser un excelente dentista.
Agradezco infinito por el apoyo del joven, de mi vecino y del que me abrió la puerta del súper, ya que estaba cerrado. Pude cenar mi delicioso yogur con frutos rojos, con mango, miel y chía. Después de mis 2 km de nado.
Agradecí, como cada día al acostarme, por todo lo bueno acontecido. Ahora tocó que me ayudaran, y se siente tan lindo. Por lo general soy yo quien lo hace. Y aún sonrío de acordarme. Que somos más los buenos.
Un abrazo fraterno.
Su amiga y terapeuta,
Verónica.
Diosito por delante.
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